Este 8 de marzo es un día no de celebración, sino de conmemoración. No es de felicitación es de respeto. No es de feminismo, no es de la lucha de las mujeres contra los hombres, es de igualdad, de equidad, de reconocimiento y de nobleza.
El periodismo, a propósito que estamos a horas del primero de marzo, que es cuando en Nicaragua los que trabajamos en este medio celebramos nuestro día, por el rol que asume y por el enfoque que imprime a sus notas, ahora con cargas muy pesadas.
Muchas veces nos enredamos la vida porque queremos y nos metemos en problemas que bien pudimos haber evitado. Cuando esto ocurre terminamos preguntándonos y por qué me sucede esto a mí y para colmo le echamos la culpa a Dios de errores en nuestras vidas.
El espectaculito de la reunión del G7 en Kiev trae a la memoria salidas idénticas como las de Draghi, Macron y Sholtz hace casi dos años. Los ingredientes de la farsa son siempre los mismos: toneladas de retórica bélica e imágenes trilladas.
El genocidio sionista en curso contra el pueblo Palestino es la expresión más extrema del asalto de las élites occidentales contra el desarrollo humano y soberanía de los países y pueblos del mundo mayoritario.
La importancia histórica de Sandino va más allá de los acontecimientos históricos de Nicaragua e incluso de los de la región. Las condiciones históricas, la ubicación geográfica, la idealidad política y el éxito militar en que nació, se fortaleció y ganó.
Este prólogo viene a capítulo cuando hoy, 21 de febrero de 2024, conmemoramos los 90 años del vil asesinato de Augusto César Sandino. Y es que la lucha contra la dominación extranjera y por la dignidad nacional está en las raíces del Sandinismo.