"Vale la pena servirle al pueblo sin importar el cansancio", dice Marlon Rodríguez un auxiliar de enfermería que tiene 12 años de experiencia en el Ministerio de Salud y que ya tiene más de 5 meses continuos de participar en la extenuantes jornadas de vacunación voluntaria contra la covid-19 que impulsa el Gobierno Sandinista en Nicaragua desde marzo pasado y que se ha intensificado la última semanas.
Desde las 3 de la madrugada el ejército de batas blancas llegan en bloque al hospital, cada uno portando los termos con las vacunas, mientras el pueblo que espera su turno les aplaude en señal de alegría. Esta escena se vive en cada puesto de vacunación, un pueblo que aplaude reconociendo este trabajo invaluable.