La Guardia Somocista pensaba que en esa casa se realizaba una importante reunión del Frente Sandinista. Incluso creía que le había echado el guante a Carlos Fonseca Amador, ese ser extraordinario, omnipresente y a la vez tan temido por la Dictadura. Sin embargo allí solo estaban dos mujeres, una niña y un hombre. Ese hombre era Julio Buitrago y aquel 15 de julio de 1969 escribiría una de las más gloriosas páginas de la historia nacional.




