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A cien años del paso a la inmortalidad de Rubén Darío, su legado perdura no solamente en libros, fotografías y sitios públicos que llevan su nombre. En Nicaragua, la tierra que le vio nacer, también yace en la vena artística de muchos niños y adolescentes, quienes ven en el gran poeta un camino a seguir.

Así que no es raro ver a niños, de muy corta edad, tomar el lápiz y empezar a plasmar en una hoja de papel sus pensamientos, que a la postre se convertirán en bellos poemas y cuentos.