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Cuando en febrero de 1978 la comunidad indígena de Monimbó se insurreccionó contra la dictadura somocista, los jóvenes que enfrentaban a la Guardia no tenían con qué protegerse el rostro, así que recurrieron a las máscaras de cedazo para resguardar su identidad.

Esas máscaras de cedazo eran fabricadas por el artesano José del Carmen Suazo, quien no la pensó dos veces para entregar sus creaciones a aquellos luchadores por la libertad.