Cada persona siempre libra su propia batalla interna para enfrentar o defender determinados objeticos y para hacerlo debe convertirse en domadora de fieras porque puede llegar a ser para los demás y para ella misma un gran problema.
Nuestra mente es un tren bala creando pensamientos que van y vienen frenética y vertiginosamente originando situaciones a nuestro alrededor con las personas con las que nos relacionamos o con el ambiente mismo del que somos parte.
Esto al final es un golpe que afecta y daña dejando marcas en la memoria que terminan siendo “basura mental”. Imagínense que los científicos afirman que tenemos más de 60 mil pensamientos al día y estiman que muchos de estos pensamientos (el 80% aproximadamente) en la mayoría de las personas son negativos, tóxicos, disfuncionales.
Así las cosas estamos profundamente influenciados por convicciones nacidas y formadas desde nuestra tierna infancia y se arraigan a través de nuestras experiencias. Algunas de estas creencias están en nuestro subconsciente, y de esas creencias nacen nuestros pensamientos y juicios más inmediatos.
Por eso mismo la vida sí o solo sí nos será posible sobrellevarla, como Dios manda, si sabemos domar a nuestros propios demonios. Todo ser humano de bien puede levantarse con el mejor ánimo, con la mejor disposición de servir, con la idea fija de ser un granito de arena para contribuir a la construcción de algo y para sus efectos nos encomendamos al Creador para que sea quien guie nuestros pasos y disponga de acuerdo a su voluntad lo que sucederá con nosotros y con lo que vamos a hacer.
Yo soy de esos que tengo por propósito abrazar la cotidianidad de mi quehacer con mucho optimismo y lo hago porque pienso que de no ser así no tendría éxito en nada y así le pido todos los días al Padre Celestial que me conduzca, pero fundamentalmente que me de fuerza para enfrentar, domar y mantener a raya a mis propias fieras que por ser una amenaza peligrosa y reactiva es mejor mantenerlas bajo control.
Yo hablo de mis fieras internas, pero la verdad es que todos los llevamos como parte de nuestra anatomía y por supuesto responden a la formación que hemos logrado dar a nuestras conciencias. Esos demonios en una conciencia buena reaccionan contra la maldad y en una mala lo hacen contra todo lo que sea bueno y la diferencia entre una y otra situación es que los que tenemos buenos sentimientos siempre vamos a ser capaces de tomar las riendas y control de nuestras reacciones para no actuar de la misma forma que lo hace el odio.
Controlar nuestros instintos no tiene nada que ver con la debilidad, al contrario aguantarnos, ser tolerantes, asumir la sabiduría del silencio, domar nuestros demonios con el predicado de que el ojo por ojo y diente por diente solo nos dejará ciegos y chintanos, es solo una actitud de valientes porque ganas de poner a la basura en su lugar después de tanta suciedad lanzada contra la paz del país y de la inmensa mayoría de sus ciudadanos, no es fácil sobre todo porque nunca estuvimos cotos sino que decidimos domar nuestra fieras para evitar males mayores.
Como dije soy un optimista de la vida y en la medida que el tiempo me añeja lo soy más porque ahora, que hago un recuento por tantos eventos históricos de los que he sido testigo y protagonista, me doy cuenta que todo valió la pena y que de lo único que podría arrepentirme hoy es no saber domar a mis propias fieras internas.
Todos los días domo a dos halcones, entreno dos águilas, vigilo una serpiente y someto a un león, para que no se lancen sobre la especie que habita en el lado oscuro de nuestra Nicaragua.
Los dos halcones son mis ojos que cubro de serenidad para que cuando objetivisen la maldad y se lancen sobre ella lo hagan con el instinto de su naturaleza, pero no con odio.
Tengo dos águilas con garras muy afiladas que pueden herir y destrozar. Son mis manos que escriben todos los días estos editoriales y a las que oriento hacerlo con patriotismo, con un alto espíritu constructivo y que si de ataque se trata que solamente rasguen a los que ofenden al país.
Tengo una serpiente encerrada en una jaula. Siempre está lista para morder a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño y esa es mi lengua que suelta y sin control es más peligrosa que cualquier misil.
Finalmente necesito domar a un león. Ese es mi corazón que algunas veces se confunde y se llena de sentimientos no tan nobles porque se desespera por ver tanta bajeza humana que vive únicamente para la maldad.
Parafraseo así algunos conceptos tomados de la reflexión “Contra qué luchamos”, que expone la vida de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para dedicarse a la oración y a la penitencia, como una especie de protección contra la maldad del mundo y lo hago para explicar lo difícil que es para la inmensa mayoría de los nicaragüenses tener que lidiar todos los días con la bestialidad oposicionista de este país que simplemente no tiene en el diccionario, una palabra que los defina.
A esta gente se le puede decir la peor ofensa que uno se pueda imaginar y siempre nos vamos a quedar cortos. Esa serpiente que yo cargo y que usted también tiene, la que tenemos enjaulada en la boca, siempre está buscando como escaparse y es difícil contenerla, aquellos que la logramos domar gracias a Dios somos los que estamos del lado brillante y correcto de la historia, pero no es fácil. A mí a veces me dan ganas de abrir la jaula, pero no puedo, primero porque tengo una inmensa responsabilidad con el medio en el que estoy y segundo porque hacerlo me pondría del lado de los incapaces, de aquellos que no saben cómo dominar sus fieras, por el contrario las fieras los dominan a ellos y por eso les resulta muy fácil destruir al país y desear lo peor para Nicaragua, siempre y cuando no sean ellos los que gobiernen para sus propios intereses, para seguir robando, para sumir otra vez en la pobreza y el atraso a todo un pueblo que solo por la sabiduría y la tolerancia que su liderazgo ha sabido proyectar es que no ha soltado las fieras que lleva dentro y que sin control y fuera de todo dominio arrasarían con la maldad que ya conocemos sin dejar una con cabeza.
Toda esta perversidad contra la cual relinchan nuestras fieras, todos hijos de la chingada, por no poder decir otra cosa, van de mal en peor y cuando uno cree haber escuchado o visto en ellos lo más ruin entonces como conejo saltando de un sombrero, insospechadamente, salta otra cosa que supera en estupidez a la anterior.
Nicaragua es referida internacionalmente por el cambio de su matriz energética, por su nivel de energización nacional, por sus carreteras de primer mundo, por su salud y educación gratuita, por la paz y seguridad que vive, por sus propuestas turísticas, por su capacidad reactiva ante los fenómenos naturales, por su equidad de género, por el manejo de una economía sólida y transparente, por su altísima atención social para el pueblo, por su interés en la preservación del medio ambiente y claro, por supuesto, por su inigualable dignidad ante la arrogancia imperial y todo ese ejemplo es la cruz, es la sal, es el limón sobre la prostibularia perversidad de esas miserias humanas que presas de sus bestias internas siempre vivirán para la mentira.
Siempre vamos a estar dándonos cuenta de cualquier estupidez que se diga contra todo éxito que el gobierno de Nicaragua alcance en beneficio del pueblo y siempre vamos a estar ahí para conferir el reconocimiento a quien lo merece y a ser parte de la solución y jamás del problema en cada circunstancia que surja, porque aquí hay muchísimas cosas que arreglar aun después de aquellos actos cobardes y criminales del 2018 que siete años después siguen frescos en la memoria de aquellos que proclamamos que algo así JAMÁS, NUNCA, se volverá a repetir en nuestra amada patria, la suya, la mía, la de todos aquellos que la valoramos y amamos.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.