Qué planeta el que habitamos. No parecemos seres humanos los que residimos en él, sino máquinas nacidas para matar y no nos debería extrañar porque toda la desgracia que surge a cada momento surge francamente de la malignidad del odio que tristemente es más antiguo que la primera pareja que Dios puso en la tierra porque si a la palabra nos atenemos esta nos recuerda que allá en los dominios celestiales un ángel tuvo que ser expulsado y mandado a fundar el infierno y que el primer asesinato que se conoce es el de Caín contra Abel, dos hermanos de Padre y Madre, hijos de Adán y Eva, que antes del pecado original fueron expulsados del Edén, del Paraíso Terrenal, cuando seducidos por el demonio, que asume la forma de serpiente, los induce a comer del único fruto prohibido que el Creador impuso. Ellos, los que fueron Creados por la Mano del supremo, tenían de todo, muchísimas opciones, pero el diablo les hizo desobedecer porque siempre odiará a Dios a través de todos los tiempos.
Quise abordar el tema del odio porque es quien tiene al mundo en las condiciones en el que está viviendo extraoficialmente una tercera guerra mundial dónde todo comentario gravita alrededor del poder de fuego, que ojalá fuera pólvora simple, sino que la grita es nuclear y lo peor es que al margen de la geopolítica, de la razón de los que se defienden, aquí hay un loco que ladra solo para que lo perciban, ya ni siquiera como el gran hegemón, sino como el dueño del mundo que en lo más reciente exige le otorguen el Nobel de la Paz a pesar de ser un convicto, un criminal y proxeneta que seguramente acabará o preso o ajusticiado pero que en lo que a él refiere es la personificación del odio, del maligno odio.
Para hacer comprensible lo que quiero decir defino que el odio es una aversión sin límites hacia algo o contra alguien. Es la perversidad que se desea contra una persona o contra un grupo. Es una hostilidad y rencor que genera un sentimiento de profunda enemistad y rechazo. Es un anti valor hiperbólicamente negativo lanzado contra el amor y la amistad cuyo principal deseo es destruir, asesinar o extinguir a toda costa todo aquello que se odia.
El odio acarrea consecuencias destructivas y peligrosas, específicamente agresiones físicas, psicológicas o verbales, que te pueden llevar a la muerte cuando lo asumes con el fin de dañar a la persona a la que mal quieres y contra quien conspiras de mañana, tarde o noche porque tu propósito es que tu víctima sufra, aunque sea injustamente.
Si tienes odio en tu corazón aprovechas todas las ocasiones para perjudicar a los demás, pero sin percatarte del enorme daño que te haces ti mismo porque en su procura no trabajas, no disfrutas de la vida, no duermes porque tu propósito es dañar y además con la felicidad de hacerlo.
Hay quienes odian para que les teman. Los que lo hacen pueden no representar nada, ni siquiera así mismos, pero por el solo hecho de mentir, de enfundarse en un ropaje que es repugnante para todo el mundo e ir contra algo o contra alguien para vender una imagen de valientes infundiendo el miedo, que, por supuesto nace de la mentira, se exponen a ser excluidos de cualquier círculo social porque individuos así son extremamente contaminantes y sumamente peligrosos.
El odio es la cólera de los débiles, de los que nunca supieron conciliarse con la razón. Es propio de quienes se quedan sin argumentos y lastiman hasta sus círculos más íntimos porque encuentran en ese innoble sentimiento una “coraza” de protección mal entendida que pretenden transformar en fuerza avasalladora para pasar encima de quien sea para lograr sus perversos propósitos.
El odio no es otra cosa que la ausencia de propuestas, es la incomunicación, es el complejo de inferioridad en aquel que falto de buenos propósitos se frustra porque no llama la atención ni de los suyos.
El odio es la cadena más abominable con la que una persona puede obligar a otras y ese odio es el que ha pretendido imponernos una mentira poderosamente destructiva que hay que buscar cómo cortar de tajo por los que vienen atrás, por los que en el futuro serán los conductores de Nicaragua y si no lo hacemos estaremos dejando una herencia nefasta a quienes representan nuestro relevo y francamente hemos avanzado tanto que sería imperdonable si asumiéramos un rol indiferente a esta misión.
Nadie que tenga conciencia plena puede ignorar el inmenso daño que nos hizo y nos quiere seguir haciendo el odio. Es increíble cómo desde abril de 2018 familias y amigos fuimos contaminados por la intolerancia. El odio, ese veneno tóxico estaba ahí, encapsulado y el alto interés extranjero y su servidumbre nacional en ese entonces apretaron el divieso y todos fuimos bañados a increíblemente los seres queridos se fueron contra los seres queridos y los que éramos hermanos en la cotidianidad o la gremialidad hoy no conversamos, estamos distantes, unos porque nos sentimos lastimados por el progreso que habíamos construido y nos lo desbarataron y otros porque fueron tan incapaces que se propusieron destruir al país y a pesar del fuego que lanzaron, con todo el millonario financiamiento que recibieron y que también se robaron, gracias a Dios no lo lograron porque Dios, obviamente, no estaba ni está del lado de los demonios.
Tenemos que encontrar el camino hacia la paz entre nicaragüenses, ese será siempre el espíritu de los que entendemos es la verdadera y auténtica reconciliación, esa que entre personas se dan las manos y no los puños, pero mientras existan personas que van al extranjero a propiciar agresiones contra nuestro país, mientras hayan supuestos empresarios que conspiran para destruir la economía, mientras hayan politiqueros que quieran pasar por encima de la constitución para realizar sus ansias de poder, mientras el fascismo pretenda extinguir al sandinismo solo porque así se les ocurrió, mientras existan obispos como Juan Abelardo Mata, Silvio Báez y Rolando Álvarez que santificaron la muerte, no será posible andar el camino hacia la paz que nos conduzca a la reconciliación que tanto avanzó hasta antes de 2018.
El odio por su propia naturaleza es cínico, pero lo que nos ha impuesto en Nicaragua es una desfachatez nunca antes vista por parte de quienes empezaron todo esto. Hoy los que así lo hicieron no saben qué hacer, pero mientras tanto inventan mentiras, locuras y estimulan que el amo extranjero que les paga, ya no tanto como antes a pesar que no cesan sus ladridos, se lance rabioso contra el país y es natural que los ofendidos señalemos a los buitres que sobrevuelan como carroñeros nuestra estabilidad porque terminar de asaltarnos la paz.
Esta gente que no da tregua en su maquiavélico y perverso fin de asesinarnos la esperanza para que no gocemos nuestra paz, pasaron del fracasado golpe a la provocación permanente y jochan todos los días sin límites, desde el más crudo cinismo en tanto estén fuera. Son los mismos miserables que nos llaman “sapos sandinistas” porque no somos como ellos, porque si lo fuéramos nos llamarían hijos de la gran cien mil, , , y mejor no lo digo porque tenemos televidentes qué respetar y no somos esas heces fecales desnacionalizadas por terroristas y traidores a la patria.
Estas cochinadas, que usted sabe perfectamente bien quienes son, por su alto grado de brutalidad no realizan lo que ladran, pero de cualquier forma es sumamente peligroso, porque frente a una amenaza así en lo primero que uno piensa es en la legítima defensa, aunque claro ninguno de esos cobardes que vociferan en representación del odio vendrán a buscarnos a los “sapos” porque saben que nos los podemos devorar por lo insectos que son y que somos guerreros que nos cansamos de morir, de ser torturados, de ser secuestrados, de sufrir humillaciones y de ser excomulgados por algunos obispos de la que dieron luz verde a unos sacerdotes para que santificaran la fiesta sangrienta que del fracasado golpe hicieron para tumbar a un gobierno que si no les cae bien deberían cambiar a través de elecciones, pero para eso deberían comenzar por quererse ellos primeros, un sueño para quienes nadan en pus.
Hay un vasto sector de la población en Nicaragua que multitudinariamente marcha por la paz y la justicia cada vez que la mística y el espíritu patriótico los convoca. No lo hacen solo en Managua andando grandes distancias, lo hacen en todo el país simultáneamente y cuando uno ve ese músculo partidario, esa capacidad de organización y esa disciplina, que gracias a los que odian, recuperó el sandinismo tras el fracaso del golpe de estado, lo primero que el sentido común debe decir a los que incitan a la violencia es que están equivocados, porque por lo que se ve, al partido rojo y negro, que es un gigantesco movimiento social y un ejército de ideales, no se le vencerá con lo que las gallinas ponen porque quien tiene esos huevos es el FSLN, sino que al frente sandinista se le vencerá con inteligencia algo que es un valor que no tienen y no se ve en aquellos que se odian tanto, que hasta entre ellos mismos es imposible que se soporten.
Los nicaragüenses podemos pensar diferentes, nuestras diferencias pueden ser profundas, podemos tener visiones equidistantes política e ideológicamente hablando, pero debemos respetarnos porque algún día todos tomaremos el viaje sin regreso y lo que pasará es que aquí dejaremos el problema y nos habremos negado el privilegio de ser la solución.
Esos que odian son indiscutiblemente infelices y los que son infelices son egoístas, crueles, perversos, injustos y con una mente retorcida donde la comprensión hacia los demás no existe y de ahí que sean incapaces de unir, pero eso sí de separar, de dividir, de atomizar y de indisponer voluntades porque son megas tóxicos. Podríamos en la venganza contra estas miserias, después de las barbaridades que hicieron sería más que legítimo, pero francamente el pilar fundamental nuestro ha sido el no responderles y mejor aún no parecernos a ellos, no ser como ellos, es decir lacras, basura o heces.
A nosotros nos corresponde entonces ser felices porque no sentimos la necesidad de dañar a nuestro prójimo; somos felices porque vivimos en paz y no buscamos destruir; somos felices porque tenemos el corazón lleno de esperanza y los únicos que jamás lo entenderán son los que se alimentan de la mediocridad, la frustración y la envidia por vernos contentos, alegres y celebrando cotidianamente el éxito y el esfuerzo de lo que juntos y unidos hemos logrado.
Nosotros somos Águilas que no discutimos con serpientes y no porque no podamos, sino porque no podemos perder el tiempo con pendejos que jamás despegaron dado que nacieron para ser rastreros y no saben lo que es volar, estar en los cielos y contemplar la grandeza del presente desde arriba. Jamás podrán ver a Nicaragua desde lo más alto porque solo saben arrastrarse, hablar mal, tirar veneno y ofender a todo aquel que por muchísima sea mejor que ellos.
Dios es tan Bueno, Justo y Santo que nos ha permitido sembrar todo lo que hemos querido y eso aplica para los que estamos aquí construyendo y los que están allá tratando de asesinar nuestras esperanzas. Nosotros dispusimos poner en la tierra semillas de paz no de veneno así que nadie se enrede en esto que está muy claro y hablo de la justicia del Creador de manera que pragmáticamente uno no cosecha lo que sueña sino el fruto de la semilla que elegiste o sea si pusiste en la tierra puñales no esperas entonces una cosecha de abrazos; no puedes estar tirando odios y que a cambio te devuelvan amor y lo que es peor llorar porque no te lo dan. Hay que tener presente que cada gesto, cada palabra, cada actitud y una semilla y hay que tenerlo siempre en cuenta porque la memoria de la vida está viva y ese campo dónde se sembró es el mismo de dónde comerás y de ahí que mientras aquí disfrutamos del granero que representamos para nuestra América, los de allá los que pusieron odio pantano lo que tienen es rodajas de vientos y chuletas de aire, pero de podredumbre y fetidez.
Invito a que todos seamos factores de paz, a que todos seamos pacificadores, a tomar conciencia de que Nicaragua es única y no tiene copia, que debemos cuidarla como la madre que es y que nuestra gran victoria será cuando demos el paso para deponer el odio y recoger todos los olivos de la paz.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.