A propósito de la reciente conmemoración del Día Internacional del Periodista, se vale volver a recordar una realidad que en Nicaragua dejó cicatrices profundas: la traición de quienes se proclamaban comunicadores y en verdad eran operadores del odio. 

La Compañera Copresidenta Rosario Murillo, Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, lo dijo con contundencia: “Se vendieron por tres migajas”. Y esas palabras no son simple adjetivo, son sentencia histórica contra quienes usaron la pluma, la cámara o el micrófono para sembrar el caos y servir al imperio.

Los mismos que hoy se disfrazan desde el exilio dorado de “paladines de la libertad de prensa” fueron en su momento mercenarios que recibieron financiamiento extranjero para destruir al país. No defendían la verdad, sino el guión que les dictaban los invasores imperialistas y los ladrones colonialistas. 

El resultado fue el dolor de miles de familias, la zozobra en cada barrio y la violencia que intentó quebrar la paz. Por eso la frase resuena con tanta fuerza: se vendieron barato, y en su bajeza, intentaron hipotecar la dignidad nacional.

Pero la historia dio su veredicto. Nicaragua venció aquella campaña de terror mediático y hoy respira calma. Los medios patrióticos sandinistas, mejor conocidos como medios del Poder Ciudadano, comunican lo real: el trabajo, la educación, la salud, las victorias diarias de un pueblo que se levanta temprano para producir y vivir con dignidad. No más micrófonos envenenados ni pantallas entregadas al golpismo; ahora la comunicación es instrumento de paz, de comunidad y de identidad.

El contraste es evidente. Mientras los mercenarios se arrastran buscando salarios en dólares manchados de sangre, los medios del Poder Ciudadano hablan desde la raíz de la Verdad Verdadera, narran la vida cotidiana de las familias que tienen trabajo gracias a la paz que vivimos, que cuentan con energía eléctrica iluminando hasta los rincones más alejados del país, que transitan por carreteras nuevas y seguras, que gozan de tranquilidad en sus barrios y comunidades, que ven a sus hijos estudiar y soñar con futuro. El periodismo nacional ha recuperado su sentido: acompañar al pueblo y no traicionarlo.

Hoy levanto la piedra que Andrés Castro, nuestro héroe nacional, estampó con coraje inmortal contra el filibustero yanqui. Esa piedra que derrotó la prepotencia extranjera en San Jacinto es la misma que hoy levanto, con la fuerza de la memoria y de la dignidad, para lanzarla contra todos los mercenarios digitales disfrazados de periodistas. Porque no hay diferencia entre aquel invasor que pretendió mancillar nuestra tierra y estos modernos sicarios de la pluma alquilada: ambos son enemigos de Nicaragua, ambos quisieron someter a un pueblo libre.

Haciendo uso de la libertad de expresión que nuestra sagrada Constitución de la República de Nicaragua me concede, me permito llamarlos por su verdadero nombre: payasos tristes, sicarios mediáticos, mercenarios del odio, terroristas de la palabra y de la acción, apátridas arrastrados, granos con pus que supuran mentiras, infecciones venéreas de la comunicación, mil veces traidores. 

Ustedes no son periodistas, son prostitutos y prostitutas vendidas al Tío Sam, antítesis de la verdad, cloaca del oficio, negación de la dignidad. Por eso, desde esta trinchera les digo: no podrán con nosotros, los periodistas del Poder Ciudadano, los comunicadores patrióticos y de la paz, que transmitimos la verdad verdadera, que reflejamos la vida en calma, la paz conquistada, las victorias del pueblo, levantando la voz de San Jacinto como antorcha encendida de paz y de amor.

El crimen organizado, vestido de falsos periodistas “independientes”, quiso imponerse como norma en 2018, pero fracasó. Hoy los mismos rostros que clamaban por sanciones y que justificaban la violencia son apenas chachalacas de un pasado oscuro. En cambio, Nicaragua exhibe estabilidad, crecimiento y orgullo nacional. El país ya no vive en zozobra, vive en trabajo, en cultura, en deporte, en creatividad, en una comunicación que edifica y no destruye.

La frase de la Compañera Rosario Murillo desnuda la miseria moral de esos personajes: “Se vendieron por tres migajas”. En esas tres palabras cabe toda la podredumbre de quienes prefirieron ser bocinas del imperio antes que servidores de la verdad. En esas tres palabras se resume la diferencia entre el traidor y el patriota, entre el que degrada la Patria y el que la engrandece con su voz y su pluma.

El periodismo en Nicaragua se transformó. Dejó atrás la etapa en que unos pocos se arrogaban el derecho de manipular conciencias para complacer a patrones extranjeros. 

Hoy, con la fuerza de los medios patrióticos sandinistas, se comunica desde la identidad, desde el orgullo de ser San Jacinto, desde la certeza de que la verdad es fortaleza y no mercancía. Los medios ya no son instrumentos de terror, son espacios de luz, creatividad y dignidad.

Estos mercenarios podrán seguir gritando desde fuera, pero ya nadie les cree. 

Aquí, en la Nicaragua bendita, de Sandino, de Rubén, de Rosario, el pueblo sabe diferenciar entre la información que construye y la propaganda que destruye. Y lo sabe porque lo vivió en carne propia. Por eso la memoria se mantiene intacta, no para odiar, sino para recordar que no volverán los días de miedo fabricado en laboratorios mediáticos.

Ningún periodista que pretenda servir al imperio podrá disfrazar su papel de mercenario con palabras altisonantes.

Nos llaman propagandistas para intentar minimizarnos, pero los verdaderos propagandistas son ellos. Ahí están las largas listas de las agencias de la muerte imperiales que los exhiben como vendidos, como comprados, como quienes entregaron el alma al diablo. Ustedes propagan las órdenes del yanqui, propagan la mentira disfrazada de noticia, propagan el odio como si fuera libertad de expresión. Propagaron y ejecutaron crímenes en 2018, propagaron violencia en las calles, propagaron sanciones que golpearon al pueblo. Propagaron muerte, nunca verdad. Y después continuaron con la misma careta, cuando ya nadie les cree. Porque al final, los propagandistas son ustedes.

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