A estas alturas lo que nos puede representar Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, a propósito de las muchas cosas que hemos dicho quienes lo detestamos, pero sobre todo él de si mismo, a través de la impresionante e inagotable fuente de mentiras, falacias, calumnias, ofensas o de cada bala o misil que sale de su boca cada vez y cuando expulsa el demencial odio que le caracteriza desde cualquier micrófono, siempre nos terminamos preguntamos y cómo  es que sigue ahí, no solo asesinando a la humanidad porque es lo que sabe hacer muy bien sino destruyendo implosivamente a la nación  que por efectos legales puede representar,  pero no así por lo moral y lo ético que lo convierte en materia abominable y repugnante y así lo demuestran sus ciudadanos que jamás imaginaron llegar a tener a un monstruo como ese gobernándoles.

Cuando el insolente y ahora convicto, criminal y proxeneta de Donald Trump dejó la Casa Blanca en enero de 2021 nadie apostaba por la posibilidad de que este regresara al punto de partida de la nada porque en su primer periodo lo único que hizo fue mostrar la punta del iceberg de la vanidad, el narcisismo, el egocentrismo y la auto publicidad de un yoísmo que ahora está tan multiplicado que ahora lo convierte en un loco que hay que llevar directamente al manicomio en camisa de fuerza.      

Donald Trump cuya naturaleza es la idiotez y la ignorancia absoluta, en cualquier tema que aborda, incapaz de sostener, aunque sea una sola frase con algún sentido de común, tuvo un promedio de popularidad a lo largo de sus cuatro años en su primer mandato del 41%, el más bajo que haya tenido cualquier presidente de EE.UU. desde el final de la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo con la empresa encuestadora Gallup y que al abandonar la presidencia su popularidad era aún peor: 34%, la más baja registrada durante todo su mandato.

A pesar de aquellos porcentajes que los estadounidenses estrellaban en el amargado rostro de Donald Trump, cuando este realiza que pierde las elecciones contra el demócrata Joe Biden, -otra tragedia sobre los Estados Unidos- es la negativa de magnate a reconocer su derrota en 2020 y entonces no solo ordena, sino que personalmente dirige el asalto al Capitolio protagonizado por sus seguidores el 6 de enero de 2021 y esta de rebelión contra el colegio electoral de su país lo  hace más aborrecible, pero aun así como  gato bravo hace movimientos para quedarse y al no poder, ensoberbecidamente huye haciendo cucharitas  y no asiste a la juramentación del viejito senil que en representación de los  demócratas terminó su mandato perdido en cualquier parte donde se encontrara, hablando locuritas y lo que es peor sin saber, creo yo, que había sido presidente porque está confirmado que, afectado por la demencia senil, no era quien tomaba las decisiones y que todo se circunscribía a firmas con bolígrafos automáticos que estampaban cinco de sus  funcionarios que dominaban la Casa Blanca.

Pese a todo, que el todo es cualquier cantidad de aberraciones originadas desde su caracterizada mentira, cuatro años volvió, lleva diez meses desde entonces, y es nuevamente en el jefe del Ejecutivo estadounidense. Esto fue posible gracias a una aberración jurídica en 2024 de la Corte Suprema, mayoritariamente conservadora, puesta por el mismo y que le concedió inmunidad parcial, léase impunidad, por actos en su primera presidencia. Sin embargo, ya en calidad de exmandatario, fue condenado posteriormente por 34 cargos de falsificación y registros contables relacionados con los pagos para lograr el silencio de Stormy Daniels sobre la relación que la actriz porno afirma que tuvo con él. Es decir, abordar cualquier tema de Donald Trump como presidente de Estados Unidos quien insinúa que por “aclamación” pudiera aspirar a un tercer período, es meterse a un laberinto incomprensible porque no debería estar ahí, porque oficialmente es un asesino de la humanidad que nos tiene a las puertas de una tercera guerra mundial.

Hoy Donald Trump, potenciadamente más loco  que en su primer periodo, es un farsante extremo de la venta que de él hace como pacificador desde un discurso hipócrita que pretendió, -idea que le vino desde la profundidad de su demencia- para venderse como receptor del Premio Nobel de la paz 2025, que por supuesto no lo recibió directamente, aunque sí indirecta porque se lo conceden a una traidora a su propia nación, la María Cochina Machado, que pide la invasión yanqui contra su país y tema del que nos ocuparemos después.  

Donald Trump no ha hecho otra cosa que asesinar al mundo a través de la promoción que de la guerra hace en representación de los más ambiciosos, egoístas y mezquinos intereses de la clase billonaria de la que es parte. Sin embargo, con aplomo, para impresionarnos con una falsa verdad que repite constantemente nos dice que hasta el momento ha detenido siete guerras cuando en realidad lo que hizo fue declarársela antes que a los demás a su propio país que vive en sus estados una total militarización.

Desde la oficina oval, ordinariamente y sin gusto maquillada de oro por un loco  que  ya superó  a cualquier emperador  romano, Donald Trump se proyecta como un super líder, como un iluminado que un día se graficó  digitalmente como “Sumo Pontífice” y que  afirma habernos concedido “la paz mundial”, pero, más allá del tapazo la verdad verdadera, la que pone los pies sobre la tierra, evidencia que todo es mentira, porque habla de países y actores que firman acuerdos que dejan  en suspenso las guerras que el propio  Estados Unidos genera, -eso  lo  calla- pero sin firmas, sin certificaciones internacionales que lo consignen, no hay noticias, no hay  nada al respecto, pero el tipo se traga un circo entero, incluidos  sus elefantes, afirmándolo y ufanándose de ello, como un  logro para la humanidad que asesina y eso lo convierte no en pacificador, -por favor-, pero sí en un manipulador de la ilusión, tema que lo consagra en un experto encanta serpientes porque hasta gente que uno creía era pensante y  respetable ha caído en el embobamiento de este que puede ser perfectamente el Anti Cristo bíblico.

Donald Trump ha hecho de la diplomacia y el derecho internacional papel higiénico y no solo se jacta por decirlo, sino que llama “papel higiénico” a los pocos aliados que tiene, a esos a los que los citó haciendo filas para que le lamieran y limpiaran el trasero. Aquella frase de que Estados Unidos se creía policía del mundo quedó diminuta, que va, este loco se cree el presidente del mundo y ha hecho de la payasada que hace todos los días y desde cualquier parte un espectáculo de televisión en el que quedó atrapado, haciéndose él solo la publicidad engañosa que únicamente a él convence.

A lo largo de mis 65 años pasaron por la Casa Blanca, desde Dwight Eisenhower, hasta el actual Donald Trump, 12 gerentes de la oficina oval, no menciono los de antes de 1960, porque no fueron en mi generación, pero de todos ellos, por la comprensión que me permite la historia de lo que hicieron y de lo que conscientemente constato, ninguno independientemente de lo malo o bueno que pudieron haber sido, tuvo un nivel de ignorancia a imbecilidad como al actual.  
       
Fíjense hasta dónde llega la ignorancia del convicto, criminal, proxeneta y prófugo de la justicia imperial y esto sin duda es materia de vergüenza para los estadounidenses y es que el tal Donald Trump afirma “haber hecho lo que nadie en tres mil años”; Haber logrado la paz en el Medio Oriente. Usted no necesita ser historiador, usted se mete a Google y se da cuenta que el conflicto entre los sionistas israelíes y los sufridos palestinos no tiene tres milenios, el origen es actual, con modalidades coloniales y por decisiones políticas aberradas tomadas en 1947, cuando la ONU, que no sirve para nada, que no influye en nada, santifica desmembrar Inglaterra, quitarle un pedazo de su dominio colonial y fundar el Estado de Israel y desde entonces nadie ha logrado conciliar a la región porque en tanto Palestina reclama legítimamente un lugar en el planeta como  nación soberana, libre e independiente, lo que va logrando poco a poco, los sionistas en Israel no solo la quieren para sí, sino que van por más y eso es algo que un ignorante como Donald Trump, que no  come zacate porque no le da la nuca, jamás va a lograr comprender.
 
Donald Trump está obsesionado por ser percibido por el mundo como un gran dirigente. No logra vencer sus insomnios porque no sabe como poner a Estados Unidos  a la altura de China, de Rusia y de Irán en todos los campos que estos dominan y a los que sin embargo los refiere como la triada geopolítica, pero de la misma forma un pinche ignorante como el tampoco se entiende con la almohada porque también quiere que sí o sí se le vea a él por encima de Xi Jinpin, de Vladímir Putin o del Ayatola Alí Hoseiní Jamenei, tres colosos que por cualquier cantidad de razones lo que hacen es sacudirse la molestia del pinche insecto que puede representar Donald Trump, que cree influir más cuando desde sus insomnios da rienda suelta a sus brutalidades dictando oficios “mediadores” en sus cómicos tuit que afirman que Armenia y Azerbaiyán; el Congo y Ruanda; Irán e Israel; India y Pakistán; Camboya y Tailandia; Etiopía y Egipto; Serbia y Kosovo alcanzaron la paz por órdenes de él o porque convenció con las bombas de su ejército, que además nunca dieron en el  blanco y ante toda esta sarta de mentiras nada de eso existió.

Donald Trump es un presumido que sin miedo al que dirán, tal es su desfachatez, incendia al mundo, pero haciéndolo ante los ojos del planeta por testigo, te dice entonces que lo está salvando cuando la grita de la humanidad es que la liberen de la angustia y miedo que semejante bestia le impone, porque la locura de este accidente de la historia, producto  también del quiebre moral de la misma sociedad corrompida de su país donde no hay principios ni  valores, piensa que sus  enemigos están en Moscú, en Pekín, en Irán o donde exista un pensamiento, una idea o una voluntad contraria a la suya, pero la verdad es que el verdadero  enemigo  que  tiene es el mismo. La lista de sus peleas es extensa. Él va contra los jueces de todas las instancias en su país, es más amenazó a los jueces de la Corte Internacional de Justicia de la HAYA y les llegó a ordenar a algunos que renunciaran; Tiene una relación fatal con los periodistas y hasta con las cadenas de televisión que son de su propiedad y recientemente le botaron una demanda de 15 millones de dólares contra el New York Times; Es un cobarde, cochón suena mejor, que pelea contra mujeres.
   
No se le escapa la constitución que como  buen criminal viola cada vez y cuando quiere; el le ladra al  FBI; se va contra los inmigrantes que siembran y levantan la cosecha alimenticia que da de comer a ese país; persigue a los latinos que  trabajan en la construcción, en el comercio y la industria siendo los que sostienen la economía estadounidense que desbarató en ocho meses; mete presos a congresistas, gobernadores y alcaldes que no piensan como  él; Pasa encima del Congreso y el  senado que ya inició un juicio político en su contra, esperamos que algo de eso funcione; amenaza al ejército y a los generales imperiales; aplica sanciones a naciones que son las proveedoras de productos y materia prima para el mismo  Estados Unidos y así, así de simple, la brutalidad pura, la imbecilidad, la estupidez, la ignorancia está generando un proceso de implosión interna que ya tiene a la supuesta y más representativa democracia del mundo al borde de una guerra civil, atizada por el odio y por la indiscriminada venta de armas entre sus ciudadanos que todos los días da por resultados masacres incontrolables en cualquier estado  de la unión americana.

Eso si el “valiente” de Donald Trump no pelea con asesinos como Benjamín Netanyahu el más grande genocida del pueblo palestino, por el contrario, él mata la inocencia, en calidad de abastecedor y cómplice, de los niños en Gaza que si sobreviven están condenados a ver la esperanza de lejos porque lo que algún día fue su pueblo o su hogar terminó fundido por el poder de las bombas norteamericanas cedidas al sionista de Israel.          

Donald Trump sabe en el fondo, no por inteligente, sino por todo lo  malo que le reclama lo poco o nada que queda de su conciencia, que llegó a un punto  sin retorno de tal manera que a través del miedo que infunde quiere imponer el respeto que exige desde sus incendiarias, incoherentes e inconsistentes peroratas, que siempre resultan ser, no planteamientos serios y responsables, sino misiles con ojivas del más rancio y refinado odio contra la paz, porque el tipo goza cuando amenaza, disfruta cuando  ofende la dignidad de quien sea porque como  ya hemos visto ni Melania, su propia mujer escapa de sus bajezas.  
     
Donald Trump entonces no hizo nada de lo que afirma haber hecho. Es un conspicuo falaz y mentiroso que desde la investidura que le quedó inmensamente grande lo único que le podemos aceptar es que tiene al mundo al borde de una tercera guerra mundial y a Estados Unidos en el fondo de un pozo cuya sondaleza y balde también tiró hasta ahogar.

Su herencia, si es que vale para graficarla, porque viniendo de él nadie quiere nada, no es la paz del mundo, sino el acabose de toda expresión de liderazgo  en su país, porque el problema no es lo  que hizo contra él, sino también la existencia de los que le permitieron que lo hiciera, porque el tipo ahí está, como si nada lo pudiera derrumbar aunque no olvidemos que ya antes un  franco tirador quiso  deshacerse de este Anti Cristo que tiene miedo a ser ajusticiado y metido en un ataúd redondo para que lo lleven a patadas al cementerio.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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