Tanto a nivel interno como en su política exterior la actual administración del presidente Donald Trump ha demostrado ser todavía más criminal que los gobiernos norteamericanos anteriores. La paulatina intensificación de las medidas de represión y censura contra la población norteamericana, especialmente las familias migrantes, corresponde a la pérdida gradual del anterior poder e influencia norteamericana alrededor del mundo. Las élites gobernantes no pueden satisfacer las aspiraciones y necesidades de su población sin una redistribución del poder político y la riqueza nacional del país y tampoco pueden compensar las secuelas del declive de su influencia alrededor del mundo sin un cambio radical de su visión internacional.
Sin embargo, es evidente que las élites norteamericanas y sus aliados europeos no tienen la menor intención ni de cambiar su guerra de clase contraproducente a nivel interno ni aceptar pacíficamente las secuelas de su declive a nivel mundial. En el ámbito internacional, no van a renunciar a sus acciones para sabotear el desarrollo del mundo mayoritario liderado por China, India y Rusia. El mismo presidente Donald Trump ha reclamado que el grupo de países BRICS+ es una iniciativa dirigida contra su país, específicamente “un ataque al dólar”. Hace poco declaró, “A cualquier país que se alinee con las políticas anti-estadounidenses de los BRICS se le cobrará un arancel adicional del 10%. No habrá excepciones a esta política”.
De hecho, el presidente Trump es la perfecta caricatura de la hipocresía, cinismo y narcisismo típico de las élites gobernantes del Occidente colectivo. Aunque Donald Trump es un extremo ejemplo de esta mentalidad, estás élites creen que el mundo siempre debe girar alrededor de sus egoístas intereses y mezquinas preocupaciones. Creen tener el derecho de castigar a gobiernos y pueblos recalcitrantes que rehúsan obedecer su voluntad o que no priorizan los intereses occidentales por encima del bien de sus propios pueblos. Para su desgracia, la fallida guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania y el fracaso de la guerra de aranceles del gobierno norteamericano contra la República Popular China han demostrado que el mundo ha cambiado para siempre.
Los marcadores generales de esta nueva realidad mundial son:
-la derrota estratégica político-militar sufrida por los países de la OTAN en Ucrania que ha agotado los inventarios militares europeos y demostrado la obsolescencia de su tecnología militar;
-el fracaso de las miles de medidas económicas coercitivas ilegales occidentales contra Rusia que ha intensificado la falta de competitividad del comercio europeo y desprestigiado su sistema financiero;
-la derrota comercial y tecnológica del Occidente colectivo a manos de China que ha superado todas las medidas desleales occidentales para frenar el desarrollo de su sector de la alta tecnología;
-la irrelevancia del poder naval occidental ante las nuevas rutas comerciales terrestres en el continente eurasiático y la nueva ruta marítima en el Ártico.;
-la creciente influencia en África de China y Rusia y las alianzas estratégicas, tanto de facto como formales, con países como Cuba, Corea Democrática, Irán, Nicaragua y Venezuela;
-la integración cada vez más estrecha de la enorme región eurasiática y el creciente desarrollo de la cooperación Sur-Sur a través de estructuras de integración regional y global como BRICS+.
Aparte de la derrota de la OTAN en Ucrania y el fracaso de sus desleales medidas comerciales contra China, el Occidente colectivo también tiene que tomar en cuenta los efectos del fracaso de su traicionera agresión militar contra Irán llevada a cabo en medio de un proceso de negociación sobre su legítimo programa de energía nuclear. La extrema mala fe norteamericana y europea ha demostrado al mundo mayoritario que es imposible confiar en cualquier acuerdo alcanzado por la vía diplomática con un grupo de poderes tan desesperados para mantener su injusto antiguo predominio mundial. En el caso de África por ejemplo, mientras el presidente Trump amenaza a sus países con injustos nuevos aranceles, China, India, Rusia y los países árabes del Golfo Pérsico fomentan cada vez mayor intercambio comercial y cooperación para el desarrollo.
Ante la incontrovertible realidad de su declive en varios ámbitos importantes relativos a China, India y Rusia, las élites norteamericanas y europeas parecen ser incapaces de escapar de su complejo de superioridad. El error que repiten una y otra vez sigue siendo tomar por debilidad la disposición al diálogo de los líderes de países como Rusia, China, Irán o Venezuela quienes defienden su dignidad nacional y soberanía dentro del marco del derecho internacional. Las fascistas élites del Occidente colectivo toma toda señal de buena voluntad como una confesión de debilidad y toda acción independiente y soberana como un desafío que requiere ser aplastado.
La cultura política occidental ha abandonado la menor pretensión de ser comprometido con la democracia o los derechos humanos. Ahora sus clases gobernantes expresan el fascismo clásico de la fusión del poder político con los intereses de las grandes empresas. Han ignorado y reprimido el sentir de sus pueblos contra el apoyo al genocidio sionista en Palestina y contra la militarización en preparación para la guerra contra Rusia u otra de sus percibidas amenazas. En verdad, la amenaza principal al Occidente colectivo es el rechazo por sus élites gobernantes de las normas del derecho internacional de la no agresión y la no intervención. El mayor desafío para las élites occidentales es que entren en razón.
Al contrario, actúan en constante violación del derecho internacional a base de la ilusión que van a poder frenar el progresivo declive de su poder global relativo a China y Rusia y así impedir la consolidación exitosa del nuevo orden mundial. Desde esta demente perspectiva, la irracional lógica imperial interpreta el desarrollo por los pueblos del mundo mayoritario de relaciones comerciales y financieras independientes del sistema económico occidental como un comportamiento insolente por países subalternos y pueblos inferiores. Este sentir es lo que subyace el genocida bloqueo de Cuba, el extremo chovinismo contra Rusia, el abierto temor a China, la racista complicidad en el genocidio del pueblo palestino, el traicionero cinismo contra Irán y la sistemática criminalidad contra Venezuela, entre muchos otros ejemplos.
Las clases gobernantes occidentales son incapaces de una respuesta racional a su nueva situación de desventaja y revierten como zombis inconscientes al patrón histórico que siempre les ha servido en el pasado. Abusan su poder en las instituciones internacionales, ignoran la normas fundamentales del derecho internacional, ingenian destructivas maquinaciones desleales en sus relaciones bilaterales y aplican genocida agresión directa contra blancos fáciles. En el actual contexto global el Occidente colectivo enfrenta los múltiples desafíos identificados por su paranoia con su acostumbrada agresión porque sus líderes no pueden liberarse de los reflejos inculcados por su complejo de superioridad durante siglos de genocida conquista y esclavismo.
Entre las acciones del zombi Occidente colectivo más evidentes en este momento son sus intentos de:
-promover inestabilidad y cambios de régimen en países susceptibles a sus estrategias de subversión especialmente en regiones de proyectos de la Iniciativa de la Franja y Ruta alrededor del mundo;
-profundizar la dependencia económica y sumisión política de las economías de países vasallos como Japón, Corea del Sur, Australia y los países miembros de la OTAN;
-retener la lealtad del mundo árabe ante el avance de la integración eurasiática que ofrece ambientes más ventajosas de inversión y cooperación en comparación con las alternativas occidentales;
-asegurar la continuidad del sistema genocida de la ilegal ocupación sionista de Palestina para hostigar a los países árabes vecinos y amedrentar al Eje de Resistencia contra la ocupación;
-desestabilizar o derrocar el gobierno de Irán para sabotear el Corredor de Transporte Internacional Norte-Sur que es estratégico para Rusia e India;
-alentar acciones desestabilizadores alrededor de la rebelde provincia china de Taiwán, en el Mar Meridional China y en las fronteras de la Corea Democrática;
-presionar a la India a soltar su relación histórica con Rusia y disuadir su acercamiento con China;
-desestabilizar o derrocar los gobiernos revolucionarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela para profundizar y consolidar el control occidental de América Latina y el Caribe ;
-desestabilizar o derrocar los gobiernos independientes en África como Burkina Faso, Etiopía, Guinea-Bissau, Mali, Níger o Zimbabue para sabotear e impedir las iniciativas continentales hacia la emancipación.
Sin embargo, la fuerza y cohesión del Occidente colectivo a nivel doméstico y en su política exterior ya no es suficiente para la realización completa de todas estas y otras ambiciones. Además, los países del mundo mayoritario observan los cambios en camino y cautelosamente cubren sus apuestas para aprovechar las nuevas oportunidades de comercio y cooperación en el nuevo orden mundial, sin antagonizar las narcisistas élites occidentales. Es una realidad con tendencias claras y prácticamente inevitables por motivo de la fragilidad de las economías occidentales. En el grado que enfrentan esta realidad en la práctica, las élites gobernantes occidentales, en vez de reflexionar y recapacitar, simplemente profundizan su instintiva regresión al fascismo o a lo que el destacado economista Michael Hudson ha llamado el neo-feudalismo.
El terrible costo humano de la brutal y sádica reacción del zombi Occidente colectivo a su relativo declive solo fortalece y consolida el apoyo mayoritario popular a la visión y práctica de las fuerzas políticas del mundo mayoritario que desarrollan el tremendo potencial de sus pueblos. Se refleja este fenómeno en todos los países atacados por el gobierno norteamericano y sus aliados porque los gobiernos de estos países priorizan el Bien Común de sus mayorías y quieren un mundo de justicia y paz basado en el respeto mutuo. Como ha dicho nuestra Copresidenta Compañera Rosario se trata de una “Gran Fraternidad que lucha y vence, que hemos luchado y estamos venciendo, creando Junt@s un Mundo Nuevo, Mejor, de Alegría, Justicia, Trabajo, Amistad. Un Mundo de Paz, Paz, Paz...!”.