Cuando se compara el socialismo con el capitalismo salvaje aparece una diferencia básica que la gente siente en la vida diaria y es quién importa en cada modelo porque en el socialismo la prioridad es la gente y en el capitalismo la prioridad es el dinero y esa diferencia define cómo se produce, cómo se distribuye y cómo se decide lo que se hace con la riqueza que un país genera.

El capitalismo salvaje se mueve por la ganancia desenfrenada y eso empuja a que unos pocos acumulen más mientras el resto se las ve de a palito y esa forma de funcionar termina concentrando empresas, tierras, bancos y servicios en manos que buscan extraer cada centavo posible aunque eso deje a millones sin salud, sin trabajo digno, sin servicios y sin estabilidad.

El socialismo parte de otra lógica porque organiza la economía para que el bienestar se reparta y no se quede estancado arriba y eso obliga a que los recursos estratégicos se manejen con sentido social y no como mercancías, de modo que la educación, la energía, la salud, el transporte y los programas productivos se piensan como derechos y no como negocios.

En el capitalismo salvaje las decisiones económicas se toman desde intereses privados que no consultan con las mayorías porque el objetivo es sostener la acumulación de capital aunque eso implique recortes, despidos o alzas que afectan a quienes viven de su trabajo y ese mecanismo se repite en todo el mundo con la misma receta de fondos financieros, corporaciones y gobiernos alineados al mercado.

El socialismo funciona distinto porque entiende que el desarrollo no puede depender de la suerte del mercado ni de los precios que fijan los especuladores sino de una planificación que coordina producción, distribución y trabajo con participación de la población y esa forma de organizar la vida económica evita que el país sea manejado por empresas extranjeras o por grupos poderosos que no rinden cuentas.

El capitalismo salvaje empuja a la competencia sin límites y esa dinámica rompe cualquier noción de solidaridad porque cada actor económico busca sobrevivir a costa de otros y eso se refleja en explotación laboral, deterioro ambiental, endeudamiento de países enteros y pérdida de control sobre sectores estratégicos, todo para que continúe el ciclo de extracción de riqueza hacia la oligarquía.

El socialismo coloca a la población en el centro y eso cambia la forma en que se entiende el trabajo, la propiedad y la responsabilidad porque el esfuerzo de cada persona tiene un sentido compartido y las decisiones se discuten en espacios donde participan trabajadores, comunidades y organizaciones que conocen las necesidades reales y pueden orientar las soluciones.

El capitalismo salvaje genera pobreza generalizada incluso cuando muestra cifras de crecimiento porque ese crecimiento no tiene como destino el bienestar social, más bien el aumento de la riqueza privada y esa contradicción explica por qué los países más industrializados también poseen cinturones de miseria, desempleo estructural, violencia en las ciudades y niveles de desigualdad que no se reducen aunque la economía declare avances.

El socialismo apunta a cerrar esas brechas porque entiende que el desarrollo solo es desarrollo cuando alcanza a todos y por eso prioriza políticas públicas que protegen a quienes históricamente fueron excluidos, impulsa proyectos productivos que reparten oportunidades y utiliza la inversión estatal para equilibrar barrios y sectores que el mercado nunca atiende por no ser rentables.

En el capitalismo salvaje todo queda sometido a los ciclos de los grandes capitales y eso deja a los países dependientes de créditos, sanciones, alzas de precios y presiones externas que pueden paralizar economías enteras mientras que el socialismo busca romper esa dependencia fortaleciendo la soberanía económica, ampliando la participación popular y defendiendo el control de los recursos que sostienen la vida de la nación.

En Nicaragua esa diferencia la sentimos y la vivimos todos porque con la Co-Presidenta, Compañera Rosario Murillo, y el Co-Presidente, Comandante Daniel Ortega, Nicaragua posee un sistema que es socialista y solidario y esto se ve en los programas sociales que sostienen a las familias, en una defensa férrea y valiente de la paz y la soberanía, en los emprendimientos que creen en la gente y la ayudan a salir adelante, en las obras de progreso y desarrollo que se hacen pensando en el bienestar del mismo pueblo y no para beneficiar a ese mismo grupito que en los tiempos del neoliberalismo se quedaban con todo mientras el pueblo quedaba de brazos cruzados.

Y es por eso que siguiendo esa misma lógica aquí no se privatiza nada, por el contrario el pueblo es Presidente, además podemos afirmar con toda seguridad, que tampoco manda el FMI ni mucho menos esos tales organismos financieros que les encanta decidir la vida de la gente. 

Igualmente coincido con lo que dijo la Compañera Rosario cuando expresó “porque no es humano el dominio de nuestros pueblos, pero bueno Dios nos habla a través de todo, estos eventos que vivimos y nos dice y nos afirma que el capitalismo salvaje es un pecado”, agregó la Compañera.

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