Nosotros los nicas tenemos un floreado y característico estilo para traducir cosas que muchas veces contrastan con el significado que la Real Academia Española confiere a las palabras, es más los extranjeros que en calidad de turistas nos visitan, muchos de ellos youtuberos identifican tan peculiar nuestro lenguaje que se quedan usando muy fascinadamente expresiones como “deacachimba” para decir que se está feliz, “pijudo” para decir que está bien, “tuanis” o para decir que está bonito.
Pero también hay palabras que dependiendo cómo se digan, siendo la misma, pueden ser cosas distintas como cuando te dicen “sos una bestia”. En ese caso que se te diga eres una “bestia” puede ser hasta un reconocimiento a tu inteligencia, a tu talento, a tu fuerza, a tu liderazgo, aunque la verdadera traducción te conduzca al estado más indigente de la ignorancia.
Hago esta introducción porque este fin de semana junto a unos amigos estuve tratando de entender lo que Donald Trump, a pocos días de haber llegado a la Casa Blanca, por segunda vez, hacía con tantos desaguisados disparados en ráfaga contra el mundo, mientras que en su país va creando una peligrosa implosión que no creo resulte en nada bueno para él ni para Estados Unidos. La referencia común de aquella plática fue la coincidencia de que el “pelo de maíz” es una bestia, pero con el dolor en el alma de saber que estábamos ofendiendo a muchos animalitos.
Debería ser tan áspero en el uso del lenguaje para proyectar un tema que pretende tratar de entender la personalidad o el comportamiento de alguien que viste, nada más y nada menos, que el traje del 47 presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, pues francamente me censuro y acuso a mí mismo, pero la verdad verdadera es que no sé cómo hacerlo de otra forma porque hablar de este tipo es imposible sin aceptar objetivamente que nos introducimos al inframundo de la locura.
Para el supremacismo, que creíamos era una historia superada con la derrota del nacismo y del fascismo, el retorno de Donald Trump es el renacimiento de una secta que vigoriza el poder extremo y avasallante contra toda raza y origen que no sea el predominio de los blancos como dueños absolutos de todo espacio donde no hay cabida para los afros, los mestizos, los indígenas, los asiáticos contra quienes hoy por hoy existe una cacería indescriptible y repugnantemente deshumanizada.
Quien ha dictado tal política de exclusión es Donald Trump, que encarna a la bestia que es solo santificada por el Ku Klux Klan, un grupo de odio supremacista blanco estadounidense de extrema derecha, conocido por promover por medio de actos propagandísticos el racismo, la xenofobia, el antisemitismo, la homofobia, el anticatolicismo, el anticomunismo y agrupa a sociedades secreta, que con frecuencia han recurrido al terrorismo, la violencia y actos intimidatorios -el más famoso quizá la quema de cruces- para imponer su criterio y oprimir a sus víctimas.
Para el sector Ario de la supremacía blanca Donald Trump es su “bestia” y sumo Pontífice y él lo sabe tanto que se auto fascina proyectándose con una arrogancia y prepotencia inaudita; a pesar de su poderío económico falto de clase y tacto; sin más encanto que el que puede representar para su círculo de sádicos; desprovisto de credibilidad, de compasión, de sabiduría, de humildad, sensibilidad, que en su conjunto son atributos que nunca podrían estar en la naturaleza de un demonio como él.
Tristemente, debo reconocerlo, Donald Trump no es el diablo de las películas de terror de Hollywood, es peor que eso, existe, está en la Casa Blanca, es nuevamente presidente de su país y quiere serlo del planeta, es una realidad que tiene al mundo alterado y a los Estados Unidos en el curso de una guerra civil o de una implosión de dimensión insospechada que ya comenzó y que es tan inaudita que pareciera una broma que contrasta enormemente con aquella frase del “sueño americano, que de todas formas nunca fue, pero que ahora llegó al tope de la pesadilla y del espanto.
Es difícil retratar la verdadera personalidad de Donald Trump en calidad de sumo pontífice de la supremacía blanca, de esa minoría que hoy dicta desde la casa Blanca, pero cuidado y ese maligno espíritu burlón que lo domina, jactancioso y saturado de insultos y descalificaciones para los que no son como él conduzca a magnicidios como los que acabaron con la vida de Abraham Lincoln, el 14 de abril de 1865; James Garfield, el 2 de julio de 1881; William McKinley, baleado un 6 de septiembre de 1901 y muerto a consecuencia de los dos disparos que recibió en el pecho ocho días después; John F. Kennedy asesinado el 22 de noviembre de 1963, mientras otros como Gerald Ford, Ronald Reagan y George Bush padre y hasta quienes fueron candidatos a presidente de ese país, igual o fueron asesinados o atentaron contra sus vidas.
Donald Trump en calidad de candidato el año pasado el 13 de julio fue víctima de un tirador, identificado como Thomas Matthew Crooks, que lo hirió levemente en la oreja derecha con un fusil semiautomático AR-15 y fue abatido por un integrante del equipo de respuesta rápida del Servicio Secreto.
¿Por muy “la bestia” que pueda ser Donald Trump para la supremacía blanca y por muy “bestia” que pueda ser para conducir al mundo a una tercera guerra mundial yo no le deseo ni a él ni a nadie la muerte, pero qué hace este demente por entender y comprender algo tan simple y tan pintado?
Donald Trump ni es valiente, ni es desvalido mentalmente, es todo lo contrario. Él es un matón perverso y lo categorizo con lo de perverso porque hasta en las mafias hay códigos que los capos respetan, pero este no porque es un alma vacía, es un ávaro de poder y riqueza y alguien que nunca se perturbará porque todos sepamos lo que es; un criminal convicto que es hoy presidente de los Estados Unidos, que con el afán de convertirla en la nación líder y poderosa del mundo ya la ubicó en el inalcanzable sitial de la nación más odiada y aborrecida del planeta porque cobardemente quien hoy la representa es un monstruo abominable que golpea bajo, que se ríe de la caballerosidad, que rompe todas las reglas, normas, principios y leyes para golpear a los a los vulnerables, a los que no tienen vos, a los que patea cuando están en el suelo.
Donald Trump hay que reconocer es un gran vendedor, es un hombre de negocio y sabe venderse ante un mercado que es propio de la decadencia de su país, imagínense llegó a ser presidente de su país en un primer mandato ya vestido como la bestia aria anglo y la ignorancia le aplaudió; se sabía que había un íntimo patrón de identidad entre Hitler y él y la ignorancia le aplaudió; se percibía que podía ser el mal de todos los males y la ignorancia le aplaudió; se sabía que no quería ser presidente de su país sino el emperador del mundo y la ignorancia le aplaudió; siempre supieron que era la encarnación de lo absoluto y la ignorancia lo aplaudió, pero hoy los ciudadanos de ese país, falso paradigma de la libertad y la democracia tienen miedo, los que fueron y aun creen ser sus aliados tienen miedo y en consecuencia es legítima la resistencia de un planeta de una bestia que como Donald Trump cree que lo puede todo con golpear la mesa, con pegar cuatro fritos, con firmar desde su oficina absurdos que hoy por hoy no son solo un tiro al pie contra sus propios apetitos de emperador, sino que con un hacha sin filo le está quebrando la columna a un país metido en serios problemas.
Donald Trump está lejos de ser un presidente chino como Xi Jinping o un presidente ruso como Vladimir Putin. Quiere igualadamente serlo, pero está a mil años luz y por eso ladra hacia afuera de sus fronteras para tratar de arreglar un problema interno que es serio y es que la economía norteamericana, que fue poderosa por el saqueo que hicieron a naciones como la nuestra, pero igualmente dilapidada por millonarios como él, por la industria militar que se benefició de las mil y una guerra que declararon contra el planeta, hoy está en el suelo, inflada, conectada a la maquinita de hacer billetes y quitando a sus ciudadanos hasta el derecho a vivir porque además estos se sustraen de su realidad siendo parte de una sociedad zombi suicidada por el Fentanilo, poderosa droga que crearon las farmacéuticas de Estados Unidos, pero que Donald Trump dice somos nosotros los latinos o los europeos los que se las metimos.
Hay algo que indiscutiblemente debemos reconocer al emperador Donald Trump y es que logró unir al mundo, pero logró unirlo contra él, porque cada estupidez firmada desde su despacho se le está revirtiendo. 25% de aranceles contra Canadá y 25% de aranceles contra México y con eso el que nos saqueó cree poder arreglar los problemas económicos que dejaron sus guerritas por el mundo, además guerras que por cobardes jamás fueron capaces de pelear porque pusieron a los tontos, a los babosos, a los pendejos a lucharlas por ellos.
Trump, no es que con sus brutalidades se pegó un tiro en la rodilla, se lo pego en la cabeza, porque esos inmigrantes a los que como animales y esposados de pie y manos como si de tratasen de delincuentes son los que siembran y levantas las cosechas del campo; esos inmigrantes son los que no están trabajando en los supermercados, centros comerciales e industrias; son los que en calidad de consumidores no están comprando en los restaurantes, tiendas o cualquier tipo de negocios; son los que no están en los hospitales como enfermeros o auxiliares limpiando al blanco las cuitas que el ario es incapaz de hacer; esos inmigrantes son los que dejaron casas, apartamentos y vehículos abandonados que no serán más nunca pagados porque hoy huyen de la supremacía blanca.
Esos inmigrantes son los que fueron arrancados imperdonablemente del vínculo íntimo con la familia; es la mano de obra barata que se ensucia con la tierra, la que arma las máquinas en la industria estadounidense, es la que llena los estantes de los supermercados, es la que recoge los huevos de las avícolas que además encarecieron tanto que una docena de ellos está llegando a costar hoy por hoy hasta 15 dólares la docena, porque en Estados Unidos no hay huevos.
Donald Trump le está imponiendo aranceles a México, un país que le vende todo lo que come y por lo que come; lo hace con Canadá un país por el que parte de su energía es que grandes ciudades del imperio tienen luz; está amenazando a todos los socios del BRISC con tazas de hasta el 100% por la osadía de estos de supuestamente amenazar a un dólar que está más lullido que una prostituta; está amenazando con recuperar un Canal de Panamá que no les pertenece y está gestando un golpe de Estado en Colombia por la retórica de un Petro que debió haber hecho suya desde siempre.
Es decir Míster Donald Trump, “El pelo de maíz” en su hiperbólica brutalidad no sabe con qué tusa se está rascando y los Estados Unidos, la sociedad que nada tiene que ver con la supremacía Aria, menos mal lo comienza a identificar y por eso es que hablo de una “implosión” en el imperio que huele a una guerra civil porque hasta las expresiones de condena, en las mismas fuerzas armadas estadounidenses, se han hecho públicas entre sus altísimos rangos que advierten de la locura y el peligro al que está siendo conducida esa nación.
Hoy en Estados Unidos se olfatea una gran rebelión porque entró en conflictos con China ante quien está embargada; porque creó alianzas que hasta hace unos años eran insospechadas contra ellos; porque mientras en Berlín cayeron los muros, en plena era moderna él los levanta, no para detener a los mexicanos o a los centroamericanos, sino para aislar al decadente imperio del planeta y es que la “Bestia” podrá ser dictador, millonario, emperador, juez de la tierra, podrá tener su propio One Force Trump, podrá ser el diablo, pero el cargo le quedó sumamente grande.
QUE DIOS SALVE AL MUNDO DE LA AMENAZA DE ESTE MONSTRUO Y BENDIGA A NICARAGUA.