Una revolución es un cambio profundo y radical en la estructura del poder o la organización a través de un proceso que van condicionando circunstancias y coyunturas para que, a través del tiempo, largo o corto, haya una voltereta absoluta al estado de cosas.

Una revolución cambia brusca y completamente todo un sistema empezando por un mandatario, su régimen y su estructura o modificar de manera radical una constitución existente como se hizo aquí en Nicaragua en 1987 sustituyendo esta a la somocista o la misma de 1987 que fue profundamente terminada de reformar el 30 de enero de este 2025. El origen de una revolución puede ser tecnológico, social o político para que una sociedad cambie radicalmente su estructura y gobierno como sucedió en 1979 en Nicaragua cuando nuestro pueblo y el FSLN derrocó al somocismo.

Las revoluciones pueden ser pacíficas, pero generalmente son violentas al enfrentarse partes entronizadas con aquellos que aspiran al cambio, o incluso entre los que aspiran a un nuevo sistema. Hoy por hoy las revoluciones son consideradas los puntos de inflexión de la historia, de los que parten la mayoría de sistemas políticos y sociales actuales.

En Nicaragua tenemos dos a lo largo de nuestra historia; la liberal encabezada por el General José Santos Zelaya en 1893 y la sandinista del 19 de Julio de 1979, teniendo al FSLN como vanguardia de un pueblo que decidió ser libre y sacudirse a través de las armas de la dictadura dinástica más sangrienta de América Latina y en ambas, en sus diferentes tiempos, la sociedad sufrió cambios profundos en todos los campos.

Mientras tanto la evolución es un principio inspirado en la búsqueda del bien común, en el beneficio hacia la sociedad y sus componentes desde un principio de igualdad que en nuestro caso ahora garantiza plenamente la recién reformada constitución política de Nicaragua.  

Ahora sí efectivamente están definidas las reglas de nuestro desarrollo y de nuestro futuro en igualdad ante la ley y en todo el país no hay privilegios de ninguna índole y solo rechazan esta realidad aquellos que desde su esencia contrarrevolucionaria y anti evolucionaria se quedaron como estatuas de sal, viendo hacia atrás, soñando absurdamente con un pasado elitista, de argollas y beneficios exclusivos y personales donde el pueblo era el único excluido.

Hoy nuestra revolución evolucionada no comulga en lo absoluto con la discriminación étnica, de género, de esas, de capacidades, de posición social, de condiciones de salud, religión, opinión, preferencias o estado civil y eso es posible porque esa obligación, impuesta por ley a través de nuestra carta magna impone decidir todas nuestras actividades por medios pacíficos y democráticos con la convicción de que esta es la mejor ruta para la construcción de una adecuada participación política nacional en la que decidimos todos los que amamos a nuestro país porque debemos estar claros también que los que mal quieren a la patria están auto excluidos.

Estamos conscientes que en Nicaragua tenemos problemas y tareas que exigen soluciones adecuadas y desde ese punto de vista, considerando que el país a lo largo de su historia ya perdió demasiado tiempo, queremos discutir propuestas y trabajar soluciones ciudadanas para los desafíos que enfrenta nuestra sociedad, por tal motivo motivamos a la participación conjunta para transformar a nuestro país desde una visión profundamente evolutiva.  

Por eso mismo la revolución que transforma y la evolución que establece modelos, además muy particulares por los sabores que aplicamos, nos invita a trabajar en conjunto con todos los ciudadanos y eso es lo que se hace en todo el territorio nacional con una celeridad tal que por eso el rostro de Nicaragua ahora sonríe sus victorias, muy contrario a aquel pasado donde solo lloraba sus tristezas y de ahí que veamos todos los días, los 24/7 al pueblo mismo en las calles llevando el mensaje de la transformación a través de innumerables programas sociales que llegaron no solo para quedarse sino para dignificar a todos los nicaragüenses.  
 
En nuestra democracia, en proceso de perfección permanente, el pueblo no sólo elige a sus gobernantes, sino que dirige el diseño de la política gubernamental desde el concepto cierto del “pueblo presidente” siendo este el centinela para que sus representantes cumplan la responsabilidad que depositaron en ellos, para que se observe la voluntad mayoritaria y se respete también el derecho de las minorías a tener su propia visión de nación, pero ubicándose en lo que determina la ley.

Planteado lo que representa o es la revolución y la evolución diré que la razón siempre será la fuente inagotable de la civilización y digo razón no para ubicar a quien pueda estar diciendo la verdad necesariamente, sino para invocar la facultad del ser humano de pensar, de reflexionar para poder aterrizar ideas destraumatizadas o de formar juicios sobre una determinada situación o cosa serenamente hablando. La razón, dependiendo de cómo se invoque puede tener muchas aristas, pero al final siempre será el argumento que una persona alega para probar algo y persuadir a otra porque es la causa determinante del proceder y de los hechos.

Por supuesto que tener la razón requiere también de bases intelectuales, pero su esencia, su practicidad, descansa en el pedestal de la sabiduría y conocimiento natural del ser humano que es en esencia el sentido común. La razón es un conocimiento sobreentendido, que no está escrito en ninguna parte, simplemente lo tenemos imperceptiblemente, desde el mismo día que nacemos. Este conocimiento de sentido común es algo que aprendemos por experiencia y curiosidad, sin ser consciente de ello. Y el volumen de conocimientos que acumulamos a lo largo nuestra vida es muy considerable y es lo que al aplicarlo se convierte en razón.

Puedes golpear, gritar, mentir, para imponer por cierta una mentira, pero la razón y el sentido común jamás convertirá la violencia de tu acción en una verdad. Puedes hacer uso de medios tecnológicamente poderosos y tener presupuestos inagotables para comprar conciencias y construir monumentos gigantescos a la falsedad, pero no por eso se te dará la razón porque como popular y coloquialmente dice el dicho “a huevo, ni los zapatos entran”.

Puedes hacer intentos por negar la realidad de un país y sus ciudadanos, puedes lograr externamente manchar la imagen de tu nación y esta ser pasto de la desinformación que creaste, porque desde afuera se cree en lo que se dice y no en lo que es, pero eso de ninguna manera incide en los que valen, que somos los que estamos adentro testificando la revolución y la evolución.

Los cambios amigos, en tiempos tan contemporáneos como los que vivimos, se logran por la razón que se tenga y no por la imposición que se pretenda y lo digo porque solo el enemigo de la humanidad, el imperio norteamericano, Estados Unidos, se quedó atrapado en el siglo XX en la política del “Gran Garrote”, aquella que impuso el emperador Franklin Delano Roosevelt para realizar negociaciones y pactos con sus adversarios internos y externos, pero siempre mostrando la posibilidad de una actuación violenta como modo de presión. Aquella insolente frase mostraba que el régimen de Roosevelt podía presionar a los países latinoamericanos, particularmente los ribereños del mar Caribe con una intervención armada.

Bajo ese pretendido América Latina comenzaría una ola de dominio político y económico estadounidense justificado en la pretendida extensión del "derecho" de Estados Unidos a intervenir en asuntos de otros países en defensa, dicen, de los intereses de ciudadanos estadounidenses, que al final solo eran mamparas del apetito neo colonial norteamericano.

Bajo la política del gran garrote o de esa proclama invasiva de “américa para los americanos” o de que “Latinoamérica es el patio trasero” de Estados Unidos, el mundo, pero particularmente el continente de la resistencia indígena, América Latina, ha sido pasto a sangre y fuego de quienes a nombre de la libertad y la democracia han sido peores que los Nazis porque aquellos fueron una mancha en la historia del planeta en tanto duró la segunda guerra mundial, pero el imperio norteamericano lo ha sido a lo largo de toda nuestra historia en calidad de enemigo de la humanidad sin importar quien sea de todas formas en las diferentes administraciones, republicanas o demócratas, el emperador.

Precisamente por la necesidad de cambiar esos patrones de conducta de quienes por sus pistolas imperialmente se erigieron como el “dómino” del mundo sin que nadie se lo pidiera o los llamara, es que la civilización está imponiendo desde métodos pacíficos los cambios necesarios para reducir a la embriagada estupidez de los norteamericanos, que son la causa del mal causado en tantos y tantos pueblos agobiados por la sed de sangre y saqueo de todo inquilino que ha pasado y llegado a la Casa Blanca o mejor dicho Casa Negra.

Los métodos de cambiar las cosas ya no son los que antes decidía el Departamento de Estado de los Estados Unidos; ya no es la CIA la que con el concurso de los traidores nacionales generaba condiciones para que la infantería de marina, desde las sedes diplomáticas del imperio en cada uno de nuestros países actuaba para derrocar a los gobiernos que con dignidad se atrevían a golpearles la mesa y ahora más porque los propios emperadores, como el de turno Nerón Trump, se han encargado de acelerar el aborrecimiento contra Estados Unidos.  

Hoy los pueblos hemos tomado la decisión de interpretar y definir la naturaleza de nuestras propias contradicciones y lo hacemos levantando como estandarte la razón, el sentido común, la ley, el orden, la estabilidad y por encima de todo, privilegiando el derecho de las mayorías por encima de aquellas minorías que desadaptadas por no respetar las reglas del juego, a través de elecciones como único medio para poner y quitar gobiernos, ante su visible incapacidad, lo que hacen es coludirse con el agresor, en este caso Estados Unidos, para ser cómplices ejecutores de golpes de estado que siempre dejaron en nuestros países heridas muy difíciles de cerrar.

Actualmente hay una reacción contra esas políticas del gran garrote, no solo por parte de los pueblos en sí o hasta de gobiernos que han sido aliados del imperio en “x o y” circunstancias, sino que es una repulsa entre los mismos círculos de poder de los Estados Unidos que hace un poco más de cuatro atrás recordaban con horror la rabia creada por ellos que llegó a tomarse el mismísimo congreso en Washington.

Aquí en Nicaragua el terrorismo durante tres largos meses destruyó el país en el 2018 y lo y fueron amnistiados por eso y por querer seguir haciéndolo en el 2019 y 2020, aun con la pandemia encima, fueron procesados, juzgados, sentenciados y finalmente desterrados para que se fueran a su verdadera patria, Estados Unidos, a quemarla si quieren, pero no la nuestra.
 
Esa oleada terrorista fue tristemente bendecida incluso desde las falsas santidades que visten algunos bajo una sotana, plenamente identificados y por eso los templos católicos se mantienen vacíos, apenas visitados por beatas y beatos que asisten a los sotanudos y que en total soledad hacen bulto en las iglesias para rezar sin entusiasmo un Rosario sin la fe y la pasión de otros tiempos porque ahora los sacerdotes usan lacónicas grabaciones en las iglesias para que el ingenuo feligrés repitan las letanías bajo la ausencia física del supuesto guía espiritual que a lo mejor andan conspirando, haciendo politiquería como si ese fuera su rol o haciendo negocios porque financieramente la iglesia católica está quebrada.  
 
Yo quisiera ver en los representantes del clero católico nicaragüense a profesionales de la fe comprometidos verdaderamente con la paz.  Yo quisiera que fueran puentes de unión y no paredes que se levantan contra la esperanza de un pueblo que siempre quiso para sí la dignidad humana que ahora tiene.  Yo quisiera ver en un Cardenal, en un arzobispo, en un Obispo, en uno sacerdote, en un vicario, en un diacono, que tras bambalinas son acaudalados empresarios, a un pastor que propugna por la verdadera opción preferencial por los pobres que son la esencia de nuestra revolución y de nuestra evolución y eso es lo que sí nosotros abrazamos porque estamos en la vía de la civilización y de la humanidad que todos nos deberíamos conferir en beneficio del mismo país que nos vio nacer para que nunca jamás ruja la voz del cañón ni se tiña con sangre de hermanos el glorioso pendón bicolor.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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