Mientras miles de niños palestinos son asesinados bajo los misiles de Israel, Alemania continúa enviando armas, avalando políticas de exterminio y tapándose los oídos frente a los gritos de un pueblo masacrado. Esa es la verdad incómoda que muchos Gobiernos eluden. Pero Nicaragua no. Nicaragua ha tenido la firmeza de señalar lo que salta a la vista: el Estado alemán está violando gravemente el derecho internacional al respaldar al Estado de Israel en su campaña de destrucción total contra Gaza.
La denuncia presentada por nuestro Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional ante la Corte Internacional de Justicia es clara y frontal. Nicaragua acusa a Alemania de financiar con armas, dinero y respaldo político al aparato genocida israelí, el mismo que ha convertido hospitales en cementerios, escuelas en escombros y barrios enteros en polvo. En su memoria, Nicaragua sustenta que Alemania ha incumplido su obligación de garantizar el respeto al derecho internacional humanitario, ha violado el deber de no asistir ni facilitar crímenes como el apartheid y la colonización ilegal, y ha contribuido activamente a la negación del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino.
También denuncia el retiro de fondos alemanes a la UNRWA como una medida que agrava deliberadamente la catástrofe humanitaria. Nicaragua exige que Alemania cese inmediatamente el suministro de armamento, haga distinciones claras entre Israel y los territorios ocupados, acepte medidas de no repetición, repare a las víctimas palestinas y cumpla las órdenes provisionales emitidas por la CIJ en abril de 2024.
Alemania, el país que hace apenas ocho décadas desató el peor genocidio del siglo XX bajo el mando de Adolf Hitler, parece haber olvidado sus propios crímenes.
Fue responsable del exterminio sistemático de más de seis millones de judíos, gitanos, comunistas, discapacitados y pueblos enteros que fueron arrasados, torturados, esclavizados. Fue el régimen nazi quien construyó cámaras de gas, campos de concentración y hornos crematorios. Y fue la Unión Soviética, bajo el liderazgo de Stalin, la que le partió la columna vertebral al fascismo alemán en la batalla de Stalingrado. Hoy, esa misma Alemania que juró “nunca más”, vuelve a empuñar el fusil, pero esta vez para entregárselo al verdugo de Gaza.
El documento entregado por Nicaragua a la CIJ es claro y demoledor. Expone cómo Alemania ha ignorado tratados internacionales, pisoteado las resoluciones de la ONU y violado principios elementales del derecho humanitario. Lejos de abstenerse, ha participado de forma directa e indirecta en la maquinaria israelí del apartheid, la limpieza étnica y el genocidio.
¿Y cuál ha sido la respuesta de Berlín? Cortar fondos a la UNRWA, agencia que alimenta a millones de niños palestinos desplazados.
Esa no es una decisión administrativa, es un crimen deliberado. Porque quitarles comida, agua y refugio a quienes ya están siendo bombardeados, es colaborar con su aniquilación.
Israel, por su parte, sigue actuando como Estado por encima de toda ley. Se escuda en el discurso de la “autodefensa” para justificar la masacre sistemática de civiles. No distingue entre combatientes y bebés. No respeta hospitales, ni iglesias, ni acuerdos. Y Alemania le aplaude. Le provee. Le entrega herramientas para matar.
La demanda de Nicaragua exige medidas concretas: que Alemania suspenda inmediatamente el envío de armamento, que distinga entre Israel y los territorios ocupados, que repare a las víctimas y que nunca más repita semejante barbarie. Pero que quede claro aquí no estamos suplicando nada.
Es una exigencia basada en el derecho y en la dignidad humana.
Si la Corte Internacional de Justicia actúa con honestidad, este proceso marcará un punto de quiebre. Porque por primera vez en décadas, un país del Sur se atreve a acusar a una potencia europea de complicidad directa en un genocidio en curso. Y lo hace con pruebas, con argumentos, con valor. Nicaragua no ha guardado silencio. Y en tiempos de cobardía diplomática, eso la engrandece.