El pasado 19 de julio, Nicaragua celebró el 46º aniversario de la Revolución Sandinista.
En las celebraciones participaron representantes de China, Rusia, Palestina, Vietnam, Venezuela, Cuba, Honduras, República Popular Democrática de Corea, Argelia, Burkina Faso, Bielorrusia y Turquía.
El Presidente sandinista, Daniel Ortega, recordó los crímenes cometidos por Estados Unidos en Nicaragua durante los años 80, cuando la CIA entrenó a los terroristas de extrema derecha —los llamados Contras— contra la democracia sandinista.
Asimismo, destacó que el Frente Sandinista de Liberación Nacional sigue representando hoy una alternativa al imperialismo, al fascismo y al colonialismo, apoyando al pueblo palestino y oponiéndose a una Europa capitalista que busca rearmarse.
En este sentido, afirmó que la ONU necesita una refundación y que el mundo desea desesperadamente la paz, para que todos los países puedan desarrollarse y poner fin a la pobreza.
La Co-Presidenta Rosario Murillo, en su discurso, subrayó que:
“Nuestro Nicaragua, Territorio Libre, Tierra Gloriosa de Guerreros por la Paz, saluda con Honorable Alegría y Segura Esperanza a todos los Pueblos que hoy luchan, sin rendirse, por ese Otro Mundo ya indispensable, y a las Delegaciones que los representan en este formidable Acto de Compromiso por la Liberación y por la Vocación Fraterna, Solidaria y Compartida, por el Bien Común, que tanto necesita el Planeta y la Humanidad.”
Especialmente emotivo fue el discurso del Viceministro del Departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), Ma Hui, quien, transmitiendo los saludos del Secretario General del PCCh y Presidente de la República Popular China, Xi Jinping, declaró: “En un mundo lleno de transformaciones y turbulencias, los riesgos y desafíos que enfrentan todos los países del planeta están aumentando. Nos complace constatar que, bajo el liderazgo del Co-Presidente Comandante Daniel Ortega y la Co-Presidenta Compañera Rosario Murillo, el pueblo nicaragüense, unido estrechamente en torno al Frente Sandinista de Liberación Nacional, defiende con firmeza su soberanía y dignidad nacional, y persiste en seguir un camino de desarrollo adaptado a las realidades de su país, logrando constantemente nuevos avances en su desarrollo socioeconómico, por lo cual expresamos nuestras felicitaciones.”
Refiriéndose a los Estados Unidos de Trump, el Presidente Ortega afirmó: “Son tiempos en los que la humanidad, teniendo tantos medios, tantas herramientas para crear condiciones de paz, estabilidad, progreso, bienestar —incluso en los propios Estados Unidos, con todos esos migrantes— y para ofrecer una política de cooperación con todos los países del mundo, y especialmente con los países en desarrollo, no lo hace.
Por otro lado, la República Popular China sí lo hace, y por eso se enojan cuando China desarrolla actividades en África, en Asia, en América Latina. Se enojan y amenazan a los gobiernos por permitir el ingreso de empresas chinas. Así que la esperanza está depositada en potencias como la República Popular China, que tiene una actitud humana, solidaria y generosa, y eso naturalmente facilita que todos los países la reciban, y eso es lo que enoja al gobierno de Estados Unidos.”
Recordó además cómo la China socialista ha apoyado de forma concreta a Nicaragua en estos años, respaldando sus programas sociales, construyendo viviendas para los más necesitados, donando vacunas anti-Covid, equipos médicos hospitalarios y tecnología moderna para la formación profesional.
La Revolución Sandinista triunfó en Nicaragua el 19 de julio de 1979, poniendo fin a la sangrienta dictadura del liberal-conservador Anastasio Somoza García, apoyado por Estados Unidos.
El sandinismo, al igual que el peronismo argentino, es una corriente del socialismo que promovió la participación de los trabajadores en la economía nacional, dándole nuevo impulso.
Se inspiró en el revolucionario nicaragüense Augusto César Sandino (1895–1934), masón y teósofo, quien supo combinar los valores espirituales teosóficos —basados en la pobreza absoluta y el sacrificio— con el socialismo. Sandino fue una especie de Giuseppe Garibaldi nicaragüense: fue el primero que, en 1927, se rebeló contra la ocupación estadounidense de Nicaragua, durante la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, infligiendo numerosas derrotas a los marines estadounidenses, aunque sin lograr liberar completamente el país.
La ideología sandinista fue retomada en 1962 por el dirigente del FSLN, Carlos Fonseca Amador (1936–1976), opositor del dictador Somoza, considerado por Roosevelt como “nuestro hijo de puta”. Fue precisamente Somoza quien, en 1934, mandó asesinar a Sandino, instaurando una larga dictadura que duró desde 1936 hasta 1979.
La plataforma del sandinismo —del FSLN— estaba comprometida con la lucha armada contra la dictadura apoyada por el imperialismo estadounidense y, por tanto, con la liberación del país del opresor y el establecimiento de un socialismo no materialista en un contexto capitalista.
Solo en julio de 1979 los sandinistas, liderados entre otros por un joven Daniel Ortega y apoyados externamente por Cuba, México, los países del Pacto de Varsovia y la Libia socialista de Gadafi, derrotaron y obligaron a huir a Somoza, instaurando un gobierno provisional que logró conjugar valores democráticos, espirituales, teosóficos, cristianos, marxistas y socialistas.
El conflicto dejó 50.000 muertos nicaragüenses y 120.000 personas huyeron a países vecinos.
El nuevo gobierno sandinista logró levantar al país y garantizar los derechos humanos antes negados, contando incluso con el apoyo de parte de la Iglesia Católica —la que luego se conocería como “Iglesia de los Pobres” y promotora de la llamada “teología de la liberación”—. Incluso algunos sacerdotes fueron nombrados ministros en el nuevo gobierno sandinista.
Entre las primeras reformas destacan: la abolición de la pena de muerte, la introducción del Estatuto de Derechos y Garantías de los nicaragüenses, la consagración de la igualdad de todos los ciudadanos, la libertad religiosa, de conciencia y de organización política.
En el ámbito económico, se confiscaron los bienes de la familia Somoza y sus colaboradores, se nacionalizó el comercio exterior y el sistema financiero, se estableció el control estatal de los recursos naturales, se redujeron los alquileres, se creó un fondo contra el desempleo y se introdujo una reforma agraria con redistribución de tierras a los campesinos.
En materia de educación, se declaró gratuita la educación universitaria y el proceso de alfabetización redujo el analfabetismo del 50% al 12%.
En 1983, la Organización Mundial de la Salud declaró a Nicaragua como país modelo en salud.
Durante los años 80, los Estados Unidos de Ronald Reagan volvieron a interferir en la política nicaragüense, financiando a los ya mencionados Contras —grupos armados contrarrevolucionarios— que llevaron a cabo numerosos ataques contra hospitales, iglesias, granjas y masacraron a la población civil. Esta situación terminó solo en 1988, con la declaración del alto el fuego entre los Contras y el gobierno sandinista.
En 1990, el FSLN fue derrotado en las elecciones, llevando al poder a la liberal-conservadora Violeta Chamorro, apoyada por Estados Unidos, quien impulsó reformas neoliberales que retrocedieron los avances sociales y profundizaron las desigualdades.
Solo en 2006, bajo el liderazgo de Daniel Ortega —gran amigo del entonces Presidente del Consejo de Ministros socialista italiano Bettino Craxi, quien apoyó con fuerza la causa sandinista—, los sandinistas retomaron el poder y derrotaron definitivamente a los liberales.
Hoy en día, el gobierno sigue siendo dirigido por el FSLN de Ortega y su esposa Rosario Murillo, contando con un respaldo de más del 70% de los votos.
En política exterior, Nicaragua mantiene excelentes relaciones con todos los países latinoamericanos y las corrientes del Socialismo del Siglo XXI; en política interna ha reducido la tasa de pobreza del 42,5% al 30% entre 2009 y 2014, y ha pasado —entre 2007 y 2016— de un 25% a un 52% de uso de energías renovables.