Este 1° de agosto, Managua vuelve a llenarse de fe, de pueblo y de vida. Con cohetes al alba, tambores, danzas y gritos de promesantes, Santo Domingo de Guzmán baja de Las Sierritas con el rostro polvoso, la túnica sacudida por el fervor y el corazón contento: 

el pueblo lo recibe con paz, con trabajo, con dignidad.

Y no es casual. Esta no es cualquier bajada. 

Esta bajada viene cargada de historia, de contraste, de señales. Porque Santo Domingo baja en un país distinto, en una Managua distinta. Donde antes bajaba entre la incertidumbre y la miseria liberal, hoy desciende en una ciudad con calles pavimentadas, nuevos hospitales construidos  a lo largo y ancho del territorio nacional, con casas dignas para el pueblo, con más de 40 programas sociales activos, con subsidios en el transporte público, en el gas de cocinar y los combustible, en la energía entre otros, con una economía que crece, cumple metas y dinamiza la vida cotidiana de las familias nicaragüenses. 

Baja en un país con más inversión, más desarrollo, donde obras monumentales como el puente a desnivel de la Carretera Norte, Comandante Julio Buitrago, transforman el rostro de la capital y mejoran la vida del pueblo, y con el fortalecimiento de relaciones diplomáticas, de amistad y respeto mutuo con pueblos hermanos como China, Rusia, Irán, Venezuela, Cuba y muchos más. Baja con la paz garantizada, con la seguridad como escudo cotidiano, con un golpismo enterrado, con los traidores desenmascarados y superados por la voluntad de un pueblo que no se deja vencer, con una alegría que se vive, que se siente, que se celebra, con una aprobación altísima de la Copresidencia de la Compañera Rosario Murillo y el Comandante Daniel Ortega, reflejada tanto en las encuestas como en la realidad tangible. 

Baja en una Nicaragua con una economía sólida y en movimiento, donde las familias tienen oportunidades para alimentarse, vestirse, recrearse, emprender y salir adelante con esperanza y respaldo. Baja en una patria donde el Caribe y el Pacífico ya no están divididos, donde la unidad nacional avanza con obras reales, visibles, históricas.

El Ministerio del Trabajo, con sentido cristiano y compromiso social, decretó asueto remunerado los días 1 y 10 de agosto para los trabajadores del municipio de Managua, asegurando así que las familias puedan vivir juntas esta celebración, como comunidad, con tiempo, con tranquilidad, con respeto a su tradición.

Y para que la devoción no tenga obstáculos ni angustias, el Gobierno Sandinista garantizó el pago anticipado del salario de agosto a todos los trabajadores del Estado, comenzando por los sectores de salud y educación, y extendido a cada institución pública del país. Es una medida responsable y profundamente humana que permite a las familias celebrar con tranquilidad económica, honrar sus promesas religiosas y dinamizar la economía popular.

Gracias al Gobierno, podemos pagar los servicios básicos y participar con alegría en nuestras tradiciones culturales”, dice Rosa María García, del Ministerio del Trabajo. “Podemos comprar la canasta básica, el uniforme del niño, pagar el colegio, y aún así bailar con Santo Domingo”, agregó Joel López, servidor público.

Santo Domingo de Guzmán, el predicador que enfrentó la ignorancia con sabiduría, la herejía con palabra, la pobreza con desprendimiento, baja a una Managua que lo entiende, lo ama y lo abraza como símbolo vivo de unidad. 

Su imagen no es una estatua. Es un espejo de lo que el pueblo quiere ser: alegre, tenaz, creyente, resistente.

La historia lo cuenta: Santo Domingo nació en 1170 en Castilla. Fundó la Orden de Predicadores, los dominicos, y dedicó su vida a enseñar, ayudar, curar el alma y expandir el conocimiento. Fue canonizado en 1234 por el papa Gregorio IX. Su herencia no se mide solo en teología, sino en humanidad.

Hoy, en 2025, Santo Domingo también es símbolo de resistencia frente al odio y la injerencia extranjera. Porque donde otros quisieron convertir la fe del pueblo en herramienta de manipulación política, el Frente Sandinista la ha defendido como parte de nuestra identidad, como fuerza de unidad nacional. El pueblo sandinista no baja la cabeza ante imperios ni ante campañas de desestabilización. Baja a Santo Domingo con orgullo, con soberanía, con la frente en alto, sabiendo que la fe y la revolución no se contradicen, se abrazan en la defensa de la patria.

Y esa humanidad es la que hoy desborda Managua. En cada viva, en cada promesa, en cada paso de baile de los cargadores, está también la gratitud por los tiempos que se viven: tiempos de prosperidad, tiempos de paz, tiempos de buen gobierno. Donde antes había miedo, hay júbilo. Donde antes había abandono, hay Estado. Donde antes había represión, hay respaldo. Donde antes el pueblo caminaba solo, hoy camina con su Gobierno.

¡Viva Santo Domingo de Guzmán!
¡Viva el pueblo que celebra con alegría y dignidad!
¡Viva Nicaragua en paz, con trabajo y con fe!

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