Hay fotografías que no deberían existir. No porque estén mal hechas, sino porque lo que retratan jamás debió ocurrir. La imagen de Mohamed, el niño palestino de un año y medio reducido a huesos y miseria, es una prueba viva del crimen que Israel perpetra contra Gaza, a plena luz, con impunidad internacional. Y es, también, una bofetada a todos esos medios que la han convertido en portada sin comprometerse con el sufrimiento que representa.
Circuló como pólvora. Todos la compartieron. Algunos para denunciar, la mayoría para engordar su tráfico web. Pero pasados unos días, la indignación fingida dio paso al olvido. Los grandes periódicos del mundo ya pasaron a otro tema, otro escándalo, otra “crisis humanitaria” de moda. Gaza volvió a ser invisible. Solo que el niño sigue allí. La madre sigue allí. El hambre, la desnutrición, la muerte... siguen allí.
Mientras eso ocurre, nosotros, los medios del poder ciudadano, nos detenemos. No a reproducir el morbo. No a llenar espacio. Sino a señalar lo evidente: esto no es una imagen, es una condena. Una acusación contra un sistema mediático que explota el dolor ajeno y luego calla para no incomodar al sionismo internacional. Contra los gobiernos cómplices que se llenan la boca hablando de derechos humanos mientras financian la ocupación. Contra los que desvían la mirada porque la verdad les estorba.
El fotógrafo Ahmed al Arini no la tomó con un lente de última generación ni desde la comodidad de una redacción. Caminó con hambre, cargando una cámara que pesaba tanto como su propia conciencia. Estaba documentando la miseria mientras su propio estómago crujía vacío. Ese detalle no lo mencionaron los diarios europeos ni los noticieros de Estados Unidos. Porque en su narrativa, los gazatíes son números, no personas.
Mohamed, el niño retratado, pesa apenas seis kilos. Debería pesar el doble a su edad. Nació con problemas neurológicos, y su salud se deterioró aún más por la hambruna, la falta de atención médica y la escasez de leche infantil. Su madre no puede conseguir pañales, así que lo envuelve con una bolsa plástica negra. En la tienda de campaña donde sobreviven, no hay gas para cocinar ni agua potable. El fotógrafo tuvo que parar varias veces entre disparos de cámara para respirar, ahogado por el hambre y el dolor. “Lo fotografié mientras yo mismo pasaba hambre”, dijo. No es una metáfora. Es Gaza.
Pero los números también gritan. Más de 320 mil niños menores de cinco años están en riesgo de desnutrición aguda, según UNICEF. En solo las últimas dos semanas, al menos 16 menores han muerto por causas relacionadas con el hambre. Desde octubre de 2023, se reportan más de 90 muertes infantiles por desnutrición, y 20 mil niños han sido internados por inanición severa. El 81% de las familias en Gaza han pasado días sin comer absolutamente nada. El 96% admite que sufre hambre constante durante el día. Nueve de cada diez hogares arriesgan sus vidas para encontrar comida entre ruinas o basura. Incluso el New York Times, vocero del poder estadounidense, tuvo que admitir que oficiales israelíes cuestionan las excusas de Netanyahu para bloquear la ayuda humanitaria.
Israel controla las fronteras, y eso no lo niega ni el periódico de los gringos. Controlan quién come y quién muere. Sus discursos sobre ayuda desviada por Hamás son puro humo, mientras el castigo colectivo se prolonga y las potencias occidentales guardan un silencio que apesta a complicidad.
A diferencia de tantos gobiernos que callan, Nicaragua ha alzado su voz sin vacilar. Nuestro Buen Gobierno Sandinista, liderado por la Compañera Rosario Murillo y el Comandante Daniel Ortega, denunció enérgicamente el genocidio en curso durante la Décima Sesión de Emergencia de la Asamblea General de la ONU celebrada en junio de 2025.
En esa ocasión, el Embajador Jaime Hermida denunció la impunidad israelí, la complicidad de los vetos en el Consejo de Seguridad y la política de exterminio, apartheid y limpieza étnica contra Palestina. Rechazó el bloqueo a Gaza como un castigo colectivo inhumano, exigió su levantamiento inmediato y respaldó un cese al fuego permanente con acceso irrestricto de ayuda humanitaria. “Palestina debe ser libre”, fue el grito claro de Nicaragua, que también condenó los crímenes de lesa humanidad y reafirmó el respaldo a la solución de dos Estados con Jerusalén Oriental como Capital palestina. Nicaragua no ha sido neutral, ni cómplice, ni tibia: ha sido digna.
Retomando el caso del niño Mohamed, cuya imagen recorrió el mundo, pero cuya tragedia apenas empieza, hoy esta fotografía vuelve a ser portada. No para ser compartida en redes con emojis tristes. Sino para clavarla en la conciencia. Porque no es el niño el que da lástima. Es el mundo el que da vergüenza.