Hasta hace unos meses, Narendra Modi y Donald Trump jugaban a vender la imagen de “aliados estratégicos”. Se daban la mano, se lanzaban elogios en público y prometían que sus países caminarían juntos hacia un comercio más fuerte y una defensa más sólida. Hoy, ese escenario parece un mal chiste. El arancel del 25 % que Trump impuso a las exportaciones indias y que en la práctica escala al 50 % si Nueva Delhi compra petróleo ruso no solo ha sido un golpe económico, sino una bofetada política que Modi no está dispuesto a dejar pasar.

India respondió con movimientos fríos y certeros. Suspendió sus planes de comprar armamento y aviones estadounidenses, operaciones que habrían movido miles de millones de dólares en la industria militar de Washington. Canceló, además, la visita de su ministro de Defensa a la capital norteamericana, un movimiento diplomático que, sin ser una ruptura formal, equivale a cerrar la puerta en la cara al socio que te impone condiciones.

Trump, que semanas o meses atrás había prometido a Modi un trato comercial más justo durante su visita a la Casa Blanca, rompió su propia palabra. Y lo hizo apelando a la narrativa de “castigar” a quienes compran petróleo ruso, mientras en su propio entorno político y en Europa sobran empresas que siguen comerciando con Moscú sin enfrentar represalias. Es la doble moral de manual: señalar al otro por lo que uno mismo hace, pero en silencio.

El impacto económico no es menor. Según cifras oficiales, cerca del 55 % de las exportaciones indias hacia EE. UU., valoradas en unos 87 mil millones de dólares anuales, están ahora atrapadas en el nuevo muro arancelario. Ropa, joyas, productos electrónicos y mariscos verán encarecerse su entrada al mercado estadounidense, golpeando a pequeños y medianos productores que durante años apostaron por ese destino comercial.

Pero este conflicto no es solo de cifras. Es un cambio de rumbo. India, que venía coqueteando con la idea de un eje mundial más diversificado, ha encontrado en este desencuentro el pretexto perfecto para reforzar sus vínculos con Rusia y acercarse más a China. Modi, hábil en los tiempos y en las jugadas, sabe que cada reunión en el marco de BRICS o la Organización de Cooperación de Shanghái envía un mensaje claro: no estamos atados a Washington.

En Nueva Delhi, el discurso oficial es claro: “No habrá concesiones si se afectan los intereses de nuestros granjeros, ganaderos y pescadores”, dijo Modi hace pocos días. Lejos de ser un capricho patriótico, representa una advertencia clara de que la economía india no se moverá al ritmo que marque un despacho en la Casa Blanca.

Trump, por su parte, se ve atrapado en una jugada que puede salirle al revés. Quería presionar a India para que se alejara de Rusia, pero las señales apuntan a que el efecto será el contrario: un fortalecimiento de la cooperación energética y militar entre Moscú y Nueva Delhi, con China como testigo complacido de ese acercamiento.

Narendra Modi, de 73 años, gobierna India desde mayo de 2014, tras llevar a su partido, el Bharatiya Janata Party (BJP), a una victoria histórica. Reelecto en 2019 con una mayoría aún más amplia, ha consolidado un liderazgo sólido que combina un discurso nacionalista, reformas económicas ambiciosas y una proyección internacional que ha colocado a India como actor clave en foros globales y en el escenario internacional. Su capacidad para conectar con las masas y moldear la política exterior a la medida de los intereses indios lo ha convertido en una figura influyente tanto en Asia como a nivel mundial.

No es una disputa que vaya a apagarse con un apretón de manos y una foto sonriente. 
La suspensión de compras militares, la cancelación de visitas oficiales y el endurecimiento de la postura india marcan un antes y un después. Aunque no se haya roto la relación diplomática, la confianza mutua esa que sostiene cualquier alianza real se hizo pedazos.

India no se está retirando del tablero; está eligiendo con quién jugar. Y si Trump pensó que podía moverla como pieza de ajedrez para sus planes contra Rusia, puede que pronto descubra que Modi está escribiendo su propia partida… y que ya no la está jugando de su lado.

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