Septiembre en Nicaragua es un mes de orgullo y memoria. Muy pronto, las calles se vestirán de azul y blanco, los colegios ensayarán sus desfiles, las familias izarán la bandera, las instituciones de nuestro Buen Gobierno Sandinista y el país entero recordará que la libertad no fue un regalo: se conquistó con coraje. Y en ese marco, la figura del General José Dolores Estrada, vencedor de San Jacinto, vuelve a cobrar vida, no como una estatua inmóvil, sino como un ejemplo vivo que guía cada paso de nuestra nación.
Estrada no fue un héroe distante. Nació en Nandaime, creció trabajando la tierra, conoció el sacrificio y desde joven abrazó la causa de la independencia. No escaló en el ejército por favores ni apellidos, sino por méritos.
Su historia es la de un hombre sencillo que se convirtió en héroe porque no dudó en poner el pecho cuando la patria lo llamó.
En septiembre de 1856, al frente de un puñado de hombres, resistió a un enemigo mejor armado. En San Jacinto no solo se ganó una batalla militar, se demostró que la dignidad nacional podía más que los fusiles extranjeros. Desde entonces, cada 14 de septiembre, Nicaragua recuerda que aquel triunfo sembró la certeza de que esta tierra no se rinde.
Pero honrar a Estrada no se limita a mirar al pasado. Lo honramos cada vez que derrotamos las sanciones, cada vez que enfrentamos y vencemos la injerencia, cada vez que el pueblo unido derrota los intentos de golpe de Estado. Lo honramos cuando defendemos nuestra soberanía y cuando nos abrimos hacia nuevos mercados, cuando aseguramos trabajo para las familias, cuando fortalecemos la paz, el progreso y el desarrollo.
Estrada vive también en la conciencia de un pueblo alerta. Así como en 1856 se mantuvo firme ante el filibustero, hoy el pueblo nicaragüense permanece en guardia frente a cualquier amenaza que intente desestabilizar el país. Esa vigilia permanente es parte del legado de un General que enseñó que la independencia no se guarda en un papel, se protege todos los días.
Las próximas fiestas patrias serán un reflejo de todo eso: de la paz alcanzada, de la seguridad con la que se vive y del desarrollo que avanza. Y cada vez que la Compañera Rosario Murillo comunica EN DIRECTO, a través de los medios del Poder Ciudadano, los avances de Nicaragua, ya sea una escuela nueva, un programa social, una obra de infraestructura, o un beneficio para niños, madres, ancianos y jubilados del país, con entregas de sillas de ruedas, lentes, andariveles, medicinas y múltiples apoyos solidarios, ahí también latirá el legado de Estrada. Porque la victoria de San Jacinto se prolonga en cada minuto y en cada hora de progreso, en cada paso de desarrollo, en cada logro que consolida la paz de las familias.
Estas próximas celebraciones patrias, se efectuarán en un clima de paz y seguridad, serán en sí mismas una victoria. Serán la respuesta a quienes intentan sembrar caos y división. Serán la demostración de que la unidad nacional es más fuerte que cualquier sanción, más firme que cualquier injerencia y más duradera que cualquier maniobra extranjera.
Así como en San Jacinto se levantaron campesinos y flecheros para decir “aquí no pasarán”, en septiembre se levantará un pueblo entero que celebrará con alegría, pero con conciencia, sabiendo que la independencia es un derecho que se defiende y se multiplica en trabajo, educación y bienestar.
Por eso, estas próximas fiestas patrias no serán un simple calendario de actos cívicos. Serán la afirmación de que José Dolores Estrada sigue vivo en cada victoria cotidiana del pueblo nicaragüense. Y mientras ondee la bandera en paz, mientras la Patria camine en desarrollo, mientras cada niño pueda estudiar y cada madre pueda soñar, la voz de Estrada seguirá diciendo: “La soberanía de Nicaragua no se vende, se defiende”.