La creación de la Procuraduría General de Justicia no es un trámite burocrático ni un simple cambio de nombre. Es un golpe directo a los cimientos de la corrupción que durante décadas se metió y se acomodó en las estructuras del Estado bajo 16 años de gobiernos neoliberales. Es una institución que nace con el sello del pueblo y bajo la conducción firme y sabia de la Copresidencia de la República, liderada por la compañera Rosario Murillo y el Comandante Daniel Ortega, para garantizar que la justicia y la transparencia dejen de ser discursos huecos y se conviertan en práctica cotidiana.
No es casualidad que, apenas anunciada la reforma, los mismos de siempre los opositores sin moral, los periodistas vendidos a la agenda extranjera y los organismos que viven del chantaje político hayan dirigido sus ataques contra la Procuradora, doctora Wendy Morales. Intentan ensuciar su nombre, atacarla física y profesionalmente, hasta caer en la misoginia, porque saben que esta funcionaria encarna la voluntad de un Estado decidido a erradicar la impunidad. Pero se equivocan: Morales no es un blanco aislado, ella representa a una institución robusta, al Buen Gobierno Sandinista y a un pueblo que no está dispuesto a retroceder.
Cuando la derecha apunta contra una mujer honesta, cuando la prensa carroñera busca desgarrar su reputación, lo que realmente se evidencia es el miedo de los corruptos.
Quienes hoy ladran y atacan lo hacen porque esta ley les arde como sal en la herida. Durante dieciséis años de neoliberalismo vivieron cómodos, protegidos por un sistema podrido que les permitía saquear los recursos nacionales y hacer a su gusto y antojo todos sus chanchullos. Ahora, con la Procuraduría de Justicia, se les acabó el festín.
La Procuraduría viene a unificar funciones, a eliminar duplicidades y a cerrar vacíos legales que eran aprovechados por los que veían en el Estado un botín personal. Ya no hay espacio para cuentas pendientes sin cobrar, para juicios que se pierden en el olvido ni para ladrones de cuello blanco, para los de apellidos rimbombantes, también para los que se creían intocables porque alguna vez dijeron defender al pueblo, pero en el camino se torcieron, se corrompieron y se dejaron llevar por los vicios capitalistas que ya conocemos. Y al final terminaron convirtiéndose en uno más de ellos. El mensaje es claro: cada córdoba malversado será perseguido, cada centavo robado será recuperado y devuelto al pueblo en forma de calles, hospitales y escuelas.
Lo más revelador es que estos ataques no son meramente contra una persona o una oficina: en realidad, el ataque a Wendy Morales no es a ella como individuo, sino a la institucionalidad del Estado nicaragüense. Es declarar la guerra a un modelo de honestidad pública que impulsa la Revolución Sandinista. En ese espejo quedan retratados los opositores: no combaten a una figura, sino a la esencia misma de un Gobierno que decidió ponerle punto final a la corrupción.
La Copresidenta Rosario Murillo, quien dirige esta cruzada contra la corrupción, lo advirtió con la claridad que la caracteriza: vivimos en un mundo contaminado por un tsunami de corrupción, pero Nicaragua no se rendirá a esa ola sucia. Aquí se levanta una muralla ética y jurídica, sostenida por una ley que no deja fisuras para el robo ni el encubrimiento.
Es una cruzada nacional, permanente, que exige responsabilidad, honradez e integridad.
Cada palabra de los detractores, cada campaña mediática contra la Procuraduría de Justicia, confirma que la reforma golpeó donde más duele. El poder económico y político de los corruptos se tambalea, y por eso reaccionan con rabia. Es la reacción típica del ladrón sorprendido con las manos en la masa, o en este caso en los reales del pueblo: grita, acusa, inventa. Pero por más ruido que hagan, el pueblo ya entendió que detrás de esos ataques no hay principios, sino miedo a perder privilegios malhabidos.
Hoy Nicaragua se coloca a la vanguardia en la defensa del interés público. Mientras en otros países se institucionaliza la impunidad, aquí se construye una Procuraduría de Justicia fuerte, con auditores en tiempo real, con especialistas comprometidos y con el respaldo absoluto de la Constitución reformada. El país entero puede sentirse orgulloso de dar este paso, porque significa blindar al pueblo contra el virus más dañino: la corrupción, venga de donde venga.
Queda claro, entonces, que los ataques a Wendy Morales son la confesión más transparente de quienes siempre vivieron del saqueo. Son la pataleta de los corruptos y de sus cómplices. La Procuraduría General de Justicia no es un nombre nuevo, es un parteaguas histórico: de aquí en adelante, ningún corrupto podrá dormir tranquilo. Nicaragua decidió que la honestidad es ley, y el Buen Gobierno Sandinista la respalda con todo su poder.