En Nicaragua la palabra pichurria ya no es solo un dicho colombiano, se volvió parte del lenguaje cotidiano, de la manera directa en que el pueblo habla sin adornos. En Colombia, pichurria significa individuo despreciable, traidor, mezquino, alguien sin palabra y de la peor calaña. Aquí, en cambio, pichurria tiene un significado más amplio: hablamos de mercenarios, terroristas, golpistas, asesinos, vendepatrias, delincuentes, prófugos, vendidos, apátridas, cerdos y toda esa plaga que intentó mancillar la Patria.
Y eso es exactamente lo que son los opositores golpistas de 2018: miserables sin moral, mercenarios baratos que pretendieron vender la tierra donde lamentablemente nacieron.
El empresario y excandidato presidencial don Enrique Quiñónez fue quien tuvo la claridad de bautizarlos así. Les dijo pichurrias y el pueblo lo hizo suyo, porque no había mejor manera de describirlos. Hoy, cuando en cualquier esquina se pronuncia esa palabra, todos saben que se habla de los mismos: de los traidores que sembraron el caos, trancaron el país y derramaron la sangre del pueblo, entregándose al imperio con tal de destruir la paz y la dignidad de Nicaragua.
La expresión se acuñó porque es justa.
Nunca fueron héroes, ni mártires, ni demócratas, ni pacíficos. Son pichurrias.
Gente de la peor calaña, sin raíces ni dignidad, que se prestaron para incendiar las calles, para matar inocentes y para abrirle la puerta al extranjero. Su único mérito fue haber confirmado que por unos cuantos dólares cualquiera de ellos era capaz de entregar hasta a la madre que los parió con todo y cinta de regalos.
La justicia nicaragüense no se quedó con los brazos cruzados. En febrero de 2023, en estricto cumplimiento de la Ley 1145 y la Ley 1055, se les declaró traidores a la Patria. Fueron 222 en total, desnacionalizados por haber encabezado o financiado actos terroristas, por pedir sanciones y bloqueos, por rogar intervenciones militares contra su propio país.
Quien intenta vender a Nicaragua no puede seguir llamándose nicaragüense.
En la sentencia leída por el entonces magistrado Octavio Rothschuh Andino, quedó detallado el catálogo de delitos cometidos por los pichurrias: encabezar y financiar un golpe de Estado, alterar el orden constitucional, fomentar actos terroristas, menoscabar la independencia y la autodeterminación, pedir la injerencia extranjera y hasta intervenciones militares, organizarse con financiamiento de potencias extranjeras para ejecutar terrorismo, promover bloqueos económicos y aplaudir sanciones contra el pueblo. Todo esto, contemplado como traición en nuestras leyes, fue la base para despojarlos de una nacionalidad que jamás merecieron.
El 09 de febrero de este 2025, se cumplieron dos años de aquel vuelo que marcó la historia reciente.
El avión gringo procedente de Washington, que aterrizó en Managua para recoger a los traidores, partió luego desde nuestro aeropuerto cargado con los 222 expulsados. No llevaba presos políticos, llevaba pichurrias derrotados. La misma delincuencial oposición lo quiso llamar “vuelo de la libertad”, pero la verdad es otra: fue el vuelo de los terroristas.
El pueblo, con su ironía sabia, resumió todo con una sola frase: “Ahí van los pichurrias, a servirle al amo que los parió”.
Los golpistas quisieron presentarse como víctimas en medios extranjeros, se inventaron cuentos de tortura y persecución, pero hasta entre ellos mismos se delataron. Algunos reconocieron que en las cárceles tuvieron comida, visitas familiares, médicos y hasta privilegios. Lo que no pudieron maquillar es lo esencial: su traición. No se fueron por pensar distinto, se fueron por ser traidores, por vender su alma y querer vender Nicaragua al imperio yanqui.
El daño que dejaron fue enorme. Los cálculos oficiales hablan de casi 28 mil millones de dólares en pérdidas entre 2018 y 2023, 198 muertos, más de mil 200 heridos, edificios destruidos, carreteras dañadas, centros de salud saqueados, universidades y alcaldías quemadas. Esa es la herencia que dejaron los pichurrias. No construyeron nada, solo destruyeron lo que el Buen Gobierno Sandinista y el pueblo levantó con sudor.
Pero no pudieron ni podrán. Frente a su odio se levantó el verdadero pueblo: los barrios, los campesinos, los trabajadores, los que saben lo que cuesta ganarse la vida y por eso defienden su país hasta con los dientes. El sandinismo, lejos de ser derrotado, salió más fuerte. Y los pichurrias, que soñaban con el poder, terminaron como cucarachas expulsadas de la casa.
En febrero de este 2025, se cumplieron dos años de aquel vuelo que marcó la historia reciente. El término pichurria se consolidó como parte de la memoria de los nicas.
No hace falta dar discursos largos para desenmascarar a los traidores: basta esa palabra. Cada vez que se dice, se reafirma la condena moral del pueblo contra los que pretendieron vender la Patria y se reafirma también la certeza de que aquí no se rinde nadie.
Los 222 pichurrias se fueron, y con ellos se les murió la ilusión de que podían doblegar a Nicaragua. La tierra quedó limpia de esa escoria y aquí seguimos en paz, este pueblo continúa caminando de la mano de la Compañera Rosario y del Comandante Daniel, inaugurando escuelas, pasos a desnivel, hospitales, carreteras, viviendas y tantas obras de progreso que levantan la vida de nuestra gente humilde, que vive feliz y que es mil veces victoriosa...