La Asamblea Nacional tomó una decisión histórica: a partir de ahora, la Policía Nacional tendrá dos jefes con igual poder, sin importar si son hombres o mujeres. Una innovación institucional que marca un antes y un después en el modelo de seguridad ciudadana nicaragüense.
Lejos de ser un simple trámite parlamentario, esta reforma llega en un momento crucial.
La Policía Nacional cumple 46 años de existencia y lo hace en un proceso constante de profesionalización. En estas más de cuatro décadas, ha sabido construir un modelo propio, enraizado en la comunidad, cercano al pueblo y basado en la prevención. Ese modelo hoy se estudia en varias partes del mundo como ejemplo de eficacia y de respeto al orden social con enfoque ciudadano.
Detrás de esta reforma hay una voluntad política clara: fue la Copresidenta Compañera Rosario Murillo y el Copresidente Comandante Daniel Ortega quienes remitieron la iniciativa de ley a la Asamblea Nacional, subrayando su preocupación por fortalecer la seguridad ciudadana y garantizar al pueblo nicaragüense un modelo policial aún más sólido. La reforma fue aprobada en primera legislatura, a la espera de su ratificación definitiva, y establece que la ley entrará en vigencia tras su publicación en La Gaceta.
En términos prácticos, la normativa define que los dos jefes de las Fuerzas Policiales serán elegidos entre los miembros de la Jefatura Nacional con grado de Comisionado o Comisionada General, nombrados por la Copresidencia por un período de seis años.
Los nombramientos se realizarán cada 26 de diciembre y la toma de posesión ocurrirá el 26 de febrero del año siguiente. Además, la Copresidencia tendrá la facultad de prorrogar dichos mandatos según los intereses de la nación, y al vencimiento del periodo los jefes se mantendrán en funciones hasta que sus sucesores asuman el cargo.
Ahora bien, ¿qué significa tener dos jefes? Para empezar, significa balance. Significa que el mando de la institución se comparte y que las decisiones no se concentran en una sola figura, sino que se enriquecen con dos cabezas, dos visiones, dos estilos de liderazgo. Es una manera de garantizar estabilidad, continuidad y mayor control interno.
También tiene un fuerte simbolismo.
La posibilidad de que una mujer pueda ocupar ese cargo al lado de un hombre abre una puerta importante hacia la inclusión de género en la dirección policial. Es un mensaje que trasciende lo legal: reconoce que la seguridad ciudadana también necesita sensibilidad, escucha y pluralidad de miradas.
Esta decisión es inédita en América Latina.
Pocos países del mundo se han atrevido a establecer una jefatura policial compartida, y Nicaragua lo hace con un enfoque propio, a la medida de su experiencia histórica. Somos un país que ha demostrado que puede innovar en seguridad sin imitar moldes extranjeros y sin caer en recetas que, en otros lugares, han fracasado.
Hay quienes podrían ver riesgos: tensiones, rivalidades, duplicidad de funciones. Pero la clave está en la corresponsabilidad. Dos jefes que trabajan juntos pueden ofrecer mayores garantías de transparencia, de control y de servicio al ciudadano. Es como tener dos guardianes que velan porque la institución no se desvíe de su misión esencial: proteger la vida, preservar el orden social y garantizar la paz.
La Policía Nacional de Nicaragua ya tiene un prestigio ganado: en su historial no tiene violaciones a derechos humanos, es de las instituciones que acumula más experiencia en la región, es la que menos militarizada está, y es la que más cercana se mantiene al tejido social. Esta reforma no la debilita, la potencia. La proyecta como una institución más sólida, más moderna y más adaptable a los desafíos del presente.
No es casual que Nicaragua sea el país más seguro de Centroamérica y uno de los más seguros de toda la región. Esa realidad no surge por pura chiripa, sino por un modelo policial coherente, preventivo y profundamente articulado con la comunidad. La decisión de contar con dos jefes se inscribe dentro de ese mismo camino: el de blindar la seguridad como derecho humano y como garantía de estabilidad social.
A 46 años de su fundación, nuestra Policía Nacional sigue siendo ejemplo y vanguardia. Ahora, con esta reforma, da un salto audaz que puede marcar tendencia más allá de nuestras fronteras. El tiempo dirá cómo se acomoda esta nueva estructura, pero de entrada ya podemos afirmar algo: Nicaragua sigue innovando, sigue cuidando a su gente y sigue mostrando que es posible vivir en paz, con orden y seguridad ciudadana.