En Venezuela, el programa Con el Mazo Dando se ha convertido en una de las tribunas más poderosas del poder revolucionario. Polémico, controversial, irreverente, sí. Pero también chavista, patriótico, defensor del pueblo, protector de la soberanía y látigo de los traidores. Millones de compatriotas lo defienden porque en él encuentran una voz fuerte contra la entrega de la patria.
El mazo no perdona: habla claro, señala sin vacilar y hace temblar a los opositores más arrogantes.
Detrás de ese mazo está el Compañero Diosdado Cabello, una figura central del chavismo, siempre en primera línea junto al Comandante Chávez y ahora baluarte del Presidente Nicolás Maduro. Fue Presidente de la Asamblea Nacional, Vicepresidente del PSUV y figura clave en los gobiernos bolivarianos. Y desde el 27 de agosto de 2024, encabeza además el Ministerio del Interior, Justicia y Paz, sumando a su repertorio la responsabilidad de dirigir la seguridad ciudadana, el sistema policial y el combate a la subversión interna.
Para Estados Unidos y sus aliados, Cabello representa un obstáculo poderoso: lo han sancionado, lo han difamado, incluso han puesto recompensa por su captura. Pero eso solo ha reforzado su posición interna. Para el chavismo, es más que un ministro: es el escudo, el defensor, el ojo vigilante de la Revolución.
Con el Mazo Dando, nació en 2014 como un programa militante desde la pantalla: sin filtros, sin adornos, con pruebas, acusaciones y verdades desenmascaradas. Lo que otros medios callan o maquillan, allí se exhibe al desnudo. Desde entonces, semana a semana, el mazo golpea contra los traidores, vende-patrias y golpistas que acechan desde las sombras.
Ese mismo año, el Compañero Diosdado Cabello estuvo en Nicaragua encabezando una delegación venezolana de alto nivel, en un contexto marcado por la actividad sísmica que afectaba al país. Se reunió con la Compañera Rosario Murillo y con el Comandante Daniel Ortega, y dejó clara la hermandad entre ambos pueblos. En esa ocasión, Cabello manifestó de manera íntegra:
“Moralmente el pueblo de Venezuela está obligado con el pueblo nicaragüense, con la Compañera Rosario, con el Comandante Daniel, con todo el pueblo, obligado moralmente por la amistad sincera leal y real de ustedes con el Comandante Chávez, esa hermandad de todos estos años y para mí es un honor enorme estar aquí en Nicaragua, en la tierra de Sandino, tratando de aportar un poco para ayudar en lo que podamos.La solidaridad nuestra con ustedes no es obligada, es de corazón, nos lo enseñó el Comandante Chávez”.
Una de las armas más populares y efectivas de Con el Mazo Dando, son los apodos. Con ironía punzante y humor popular, Diosdado bautiza a los opositores para desarmar su arrogancia.
A Juan Guaidó lo apodó “Juanito Alimaña” (como la salsa de Héctor Lavoe), a María Corina Machado la llamó “María la Loca” o “Caucho liso”, a Henry Ramos Allup lo bautizó como “Nido de Paloma” y también “Motor Viejo”, y a Leopoldo López lo recordó como “El Monstruo de Ramo Verde”. Tampoco se salva Luis Almagro, a quien Cabello llama “Luis Almugre”, ni el opositor Edmundo González, a quien despectivamente bautizó como “Inmundo”. Cada sobrenombre es un golpe político que queda grabado en el pueblo.
Gracias a eso, esos apodos ya no son solo frases: son parte del lenguaje callejero, de los barrios, de los caceríos y de los pueblos.
Son poderosos y provocan risas, dudas, temores. Son la marca del mazo.
Y ahora, como Ministro del Interior y Justicia, Cabello lleva ese mazo del lenguaje a las instituciones: dirige la Policía Nacional Bolivariana, la inteligencia, el sistema penitenciario, la prevención y la soberanía interna. Así, combina la furia mediática con el poder institucional para mantener la guardia en alto.
El mazo no es solo un símbolo televisivo: es la voz de una Revolución que defiende su idea de justicia, soberanía y moral pública.
Para la oposición es un monstruo mediático; para los patriotas, es un escudo que fortalece la resistencia, que los protege de la traición, de las sanciones, del intervencionismo y de la injerencia.
Cuando suena el mazo del Compañero Diosdado, no es solo política: es un golpe que marca la historia. Y ahora también lo hace desde los pasillos del Ministerio del Interior. La patria está vigilada. Y el mazo, cada vez más fuerte, sigue retumbando en el corazón de Venezuela.