Este lunes 1 de septiembre, Nicaragua se alista para conmemorar un hecho que marcó para siempre nuestra historia. 

El 2 de septiembre de 1927, en las montañas de Las Segovias, nació el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN), bajo el mando del General de Hombres y Mujeres Libres, Augusto C. Sandino. Este martes se cumplen 98 años de aquella decisión que convirtió la dignidad de un puñado de patriotas en bandera de combate contra la ocupación yanqui y la traición oligárquica.

La traición del Pacto del Espino Negro pretendía entregar a Nicaragua atada de pies y manos al imperialismo. Pero en El Chipote, entre nubes y piedras, Sandino levantó su espada y pronunció juramento: “Juro ante la Patria y ante la Historia que mi espada defenderá el decoro nacional y será redención para los oprimidos”.

Apenas treinta guerrilleros iniciaron aquella epopeya, hombres y mujeres humildes, campesinos y trabajadores, que decidieron no rendirse. Con ellos se selló la primera chispa que pronto se encendería en todo el país. 
A esos nombres fundadores se sumaron cientos y luego miles, hasta forjar un ejército popular de más de 6 mil combatientes, organizados en columnas que se desplegaron por el norte, occidente y el Caribe.

Un ejército con alma y con himno

El EDSNN fue también corazón y espíritu. En medio de la dureza de la montaña, la lucha se acompañaba de símbolos que daban fuerza y esperanza. La heroína nacional Blanca Estela Aráuz, compañera de vida de Sandino, escribió el Himno del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, que hasta hoy se entona con el mismo respeto y fervor patriótico:

Himno del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN)

A la gloria llevemos de frente,
la bandera de blanco y zafir,
que se ponga de pie el Continente
para vernos vencer o morir.

La montaña nos dio su regazo,
cobijó nuestra fe con amor,
cualquier árbol dábanos su brazo,
si colgamos en él al traidor.

A la gloria marchemos de frente,
nuestro paso alfombró el invasor,
que se ponga de pie el Continente
para ver redimir el honor.

Nada puede la extraña bandera,
sus cadenas Sandino rompió,
nada puede la guerra extranjera,
ante el cóndor, el águila huyó.

Todo el oro que tiene el pirata
nunca pudo infundirle valor,
y la misma manigua lo mata
y lo mata el insecto y la flor.

A la gloria marchemos de frente,
¡bandoleros, clarín y tambores!
que se ponga de pie el Continente
para vernos morir con honor.

¡Patria y Libertad!

Este himno, entonado en cada acto militar y cada conmemoración, recuerda que el EDSN no fue un grupo aislado, sino una fuerza con visión continental, que inspiró a generaciones revolucionarias desde Cuba hasta China.

Entre 1927 y 1933 el EDSN libró más de 500 combates contra los marines norteamericanos. Ocotal, San Fernando, Las Flores, Bonanza, El Guanacaste, Palacagüina, Limay y Somoto son nombres que resuenan como páginas de gloria en nuestra historia. 

En cada batalla se demostró que la dignidad pesa más que el oro del invasor y que el campesino armado de valor podía doblegar al ejército más moderno de su tiempo.

Los marines no fueron derrotados en una sola batalla, sino en una guerra de desgaste que no pudieron ganar. La resistencia campesina, la organización en columnas móviles, el conocimiento del terreno y la moral inquebrantable de los sandinistas convirtieron cada montaña en un muro y cada río en una trinchera. Así, tras seis años de combates y pérdidas, el 1 de enero de 1933 los invasores yanquis tuvieron que abandonar Nicaragua

Se fueron humillados, incapaces de doblegar a un pueblo que eligió morir antes que rendirse.

Hoy, a las puertas del 98 aniversario de su fundación, el ejemplo del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional sigue siendo presente de lucha y bandera de soberanía. Su estirpe no se apagó, se multiplicó en la conciencia de generaciones enteras. Su bandera roja y negra sigue ondeando en el alma nacional, con la certeza de que Nicaragua jamás se arrodillará ante el yanqui, enemigo de la humanidad.

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