Hablar de paz en nuestra Nicaragua significa hablar de una realidad que se construye día a día. Es la base de la vida en común, el motor de los sueños y la garantía de un futuro compartido.

La paz se siente cuando una madre manda a su hijo a la escuela con merienda segura. Cuando un obrero recibe su salario completo y sabe que con eso sostendrá a su familia. Cuando el campesino puede llevar su cosecha al mercado por carreteras transitables y venderla sin miedo a extorsiones. Cuando los jovenes caminan de noche y regresan tranquilos a su casa.

Se refleja en la atención médica gratuita, en los hospitales que salvan vidas, en las casas nuevas para el pueblo que reemplazan la precariedad. Está en la electrificación de cada comunidad, en las aulas abiertas y en la posibilidad de circular por el país sin amenazas ni tranques.

Mandela decía que la paz es crear condiciones para que todos prosperen. Gandhi recordaba que la paz es el camino mismo. Martin Luther King afirmaba que no hay paz auténtica sin justicia. Y en Nicaragua, la Compañera Rosario ha dicho con claridad: “La Paz que reina, la Paz legado de nuestro pueblo heroico, la Paz que Jesucristo, el Príncipe, el Rey de la concordia y del amor, nos deja y nos responsabiliza porque es nuestro deber no solo celebrarla, sino conservarla, defenderla, resguardarla como tesoro preciado y como la base de todo lo que hacemos para alcanzar el bienestar. Nuestro derecho, nuestro derecho es la Paz; nuestro derecho es vivir con dignidad, con bienestar”.

La paz también se reconoce en lo cotidiano: 

En el vecino que comparte agua con otro, en la comunidad que organiza la limpieza de los andenes, en los niños que juegan libres en una plaza iluminada. Se palpa cuando un abuelo camina seguro a cobrar su pensión al INSS. cuando una madre lleva a su hijo al centro de salud y encuentra atención y medicinas sin costo, cuando en las escuelas hay pupitres, maestros y merienda escolar asegurada, cuando las familias disfrutan de espacios recreativos nuevos en sus barrios, cuando el agua llega puntualmente a los hogares y la electricidad ilumina hasta la última comarca. 

Es paz también caminar sin temor por las calles porque ya no hay pandillas, es paz ver los mercados populares llenos de vida y productos a precios justos, y que la juventud estudie, juegue fútbol o participe en actividades culturales en lugar de ser arrastrada a las drogas o a la violencia. 

La paz también es cuando hay trabajo y el pueblo puede llevar la comida a la mesa de su hogar; cuando un padre llega a casa con el salario en la bolsa y puede comprar los cuadernos de sus hijos; cuando los agricultores reciben precios justos por su cosecha; cuando las mujeres emprendedoras logran levantar sus negocios; cuando las familias se reúnen los domingos en los parques sin miedo; cuando los barrios se llenan de luces navideñas en diciembre; cuando las ferias promovidas por nuestro buen Gobierno ofrecen productos accesibles a todos; cuando el transporte rural llega hasta las comunidades más alejadas; cuando los jóvenes pueden soñar con estudiar en la universidad; cuando los hospitales atienden partos seguros y las madres regresan con su bebé sano a casa; cuando los medios de comunicación dicen la verdad, propagan las buenas nuevas, reconocen y destacan las obras de progreso y desarrollo de nuestro país.

La paz también se celebra en la cultura y en el deporte: cuando Nicaragua Diseña abre espacio a nuevos emprendedores creativos; cuando artistas internacionales vienen a cantarle a nuestro pueblo; cuando en el Polideportivo Alexis Argüello se realizan competencias y actividades deportivas que unen a las familias; cuando el concurso Reina Nicaragua es inclusivo y participan jóvenes de todo el país; cuando se levantan ferias, festivales y conciertos que llenan de alegría en los barrios, los municipios, comarcas y ciudadades; cuando la juventud encuentra escenarios para mostrar su talento en vez de caer en la violencia.

La paz exige cuidado y determinación. 

No se entrega a quienes quisieron destruirla ni se pone en riesgo por ambiciones disfrazadas de buenas intenciones. Se resguarda con conciencia porque de ella depende todo lo demás. Hoy Nicaragua avanza sobre esa base. Cada carretera, cada escuela, cada proyecto productivo y social es fruto de la paz defendida y cultivada. Es la obra de un pueblo que decidió caminar unido y no retroceder.

Y que quede claro: con la paz no se juega. 

La paz de Nicaragua fue amenazada en 2018 por jerarcas de la iglesia católica que tocaron campanas convocando al odio, por mercenarios de la comunicación que sembraron el terror desde sus fake news, por políticos de la derecha que promovieron destrucción, y por empresarios corruptos y oligarcas que traicionaron la confianza de la gente. 

Todos ellos cometieron crímenes contra la vida y contra la estabilidad del país, financiados y respaldados por Estados Unidos y Europa en su intento de imponer un golpe de Estado. 

Frente a los tranques de la muerte, el derramamiento de sangre y la barbarie, Nicaragua resistió y venció. Hoy la paz no es concesión de nadie: es una conquista legítima que se defiende con dignidad y nunca más estará al alcance de criminales ni de traidores para que pretendan mancillarla, y quiero cerrar este artículo parafraseando a la Compañera Rosario: ¡No pudieron, ni podrán!

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