En 2024, el Gobierno de la República Islámica de Irán dio un paso que quedará registrado en su historia política moderna: nombró por primera vez a una mujer como portavoz oficial del Ejecutivo. Su nombre es Fatemeh Mohajerani, y su designación marcó un hecho sin precedentes en un país donde, durante décadas, los medios occidentales han insistido en retratar a las mujeres como figuras sin derechos, sometidas y sin voz.
Nacida en 1970 en la ciudad de Arak, Mohajerani pertenece a una generación de mujeres formadas en los años posteriores a la Revolución Islámica, un proceso que amplió el acceso femenino a la educación y al trabajo técnico. Se graduó con Doctorado en Administración de Empresas en la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo, Escocia, y su formación le permitió abrirse camino en la gestión universitaria, en un entorno tradicionalmente dirigido por hombres.
Antes de llegar a su cargo actual, dirigió la Universidad Técnica y Profesional Shariati, una institución orientada a la educación de mujeres en áreas científicas y tecnológicas. Su labor se distinguió por el impulso a programas de capacitación técnica, liderazgo estudiantil y desarrollo de talento femenino. En 2017 fue nombrada directora del Centro Nacional de Talentos Brillantes, dependiente del Ministerio de Educación, donde promovió la innovación y el fortalecimiento académico.
El Presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, la designó portavoz del Gobierno el 28 de agosto de 2024, convirtiéndola en la primera mujer en ocupar un cargo de comunicación oficial de ese nivel desde la Revolución de 1979. Fue una decisión valiente, coherente y con un significado político de gran trascendencia. Desde entonces, Mohajerani se ha convertido en la voz del Consejo de Ministros, ofreciendo conferencias de prensa, declaraciones internacionales y comunicados sobre los temas más sensibles del país: sanciones, diplomacia, economía y defensa.
Ubicado en el corazón de Asia Occidental, Irán es una potencia energética y estratégica de primer orden. Posee una de las mayores reservas de gas natural del planeta, más de una décima parte del total mundial y extensos yacimientos de petróleo que alimentan tanto su economía interna como sus exportaciones a Asia y Europa. Su Compañía Nacional de Petróleo (NIOC) y el gigantesco campo gasífero de South Pars (Pars-e Jonubí) lo convierten en actor esencial del equilibrio energético mundial.
A estas riquezas se suma una poderosa industria petroquímica, minas de cobre, oro y uranio, producción de acero, automóviles, textiles y las célebres alfombras persas que son símbolo de identidad y arte. Con puertos estratégicos en el Golfo Pérsico y el Golfo de Omán, redes ferroviarias que enlazan con Turquía y Asia Central, y un desarrollo eléctrico que abarca energía hidráulica y nuclear, Irán no solamente es un país religioso e histórico: es además un pilar económico y geopolítico.
Por eso, que una mujer como Fatemeh Mohajerani sea la portavoz del Gobierno iraní tiene un valor doble: representa a una nación de enorme influencia y demuestra que la inteligencia femenina puede liderar desde el corazón mismo de una potencia energética y cultural. Su nombramiento se inscribe en una etapa de mayor participación de la mujer en la vida institucional iraní, junto a figuras como Shina Ansari, jefa del Departamento de Medio Ambiente, y Farzaneh Sadeq Malvajard, ministra de Carreteras y Desarrollo Urbano.
Estas designaciones muestran que, dentro del sistema político iraní, las mujeres ya no son una excepción. La Revolución Islámica que consolidó la identidad religiosa del Estado también abrió caminos a la educación y a la preparación profesional de millones de mujeres que hoy destacan en ciencia, cultura, docencia y administración pública.
Occidente, sin embargo, continúa presentando una versión reducida de la realidad iraní. Con frecuencia, los grandes medios, apéndices de los imperialistas y los neocolonialistas, describen a Irán como un país donde la mujer está oprimida y sin participación pública, pero la figura de Fatemeh Mohajerani desmiente esa visión equivocada. Ella es el reflejo claro de que la capacidad, la inteligencia y la disciplina femenina tienen un lugar legítimo dentro del sistema islámico.
Irán no es el país que algunos desean mostrar desde la distancia: es una nación con profundas raíces religiosas, pero también con dinamismo, recursos y una cultura política en evolución que, como ocurre en todas las sociedades, crea sus propios caminos de renovación.
En sus comparecencias ha defendido con convicción el principio de soberanía nacional, ha reclamado el fin de las sanciones internacionales y ha sostenido que Irán mantiene disposición al diálogo, pero siempre desde la dignidad. Su forma de expresarse es directa, clara y respetuosa, lo que le ha ganado reconocimiento incluso entre analistas que antes descartaban cualquier liderazgo de alguna mujer en la estructura estatal iraní.
Este es un país con enormes reservas de gas y petróleo, una ubicación estratégica en el Golfo Pérsico y un peso decisivo en la política energética mundial. Es por eso que la voz de Mohajerani representa un cambio de era.
La República Islámica no solo conserva su identidad religiosa, sino que también apuesta por mostrar al mundo que puede combinar fe, ciencia, desarrollo y liderazgo femenino sin renunciar a sus valores. Respecto al tema del velo islámico (hiyab), que tanto debate provoca fuera de Irán, la ley continúa vigente en 2025. No ha sido derogada ni prohibida, como se ha difundido en medios extranjeros.
Lo que sí ha ocurrido es una relajación en la aplicación de las sanciones en algunas ciudades, permitiendo que las mujeres se presenten sin velo en determinados espacios sin ser penalizadas. Esta práctica refleja una realidad más matizada que los titulares occidentales: el país mantiene sus normas religiosas, pero también reconoce los cambios sociales que surgen desde las nuevas generaciones urbanas y educadas.
El valor histórico del nombramiento de Fatemeh Mohajerani radica en que rompe un paradigma interno sin necesidad de imitar modelos ajenos. Ella no representa una ruptura contra el sistema, sino una evolución dentro de él. Es el ejemplo de que las mujeres iraníes avanzan sin pedir permiso a nadie, con inteligencia, fe y patriotismo.
En definitiva, Mohajerani, madre, esposa y funcionaria representa el rostro de un Irán moderno, preparado y consciente de su poder. Un país que no necesita agacharse ante la injerencia para definir su camino, porque su mayor riqueza no solo está en el petróleo y la energía, sino también en el talento y la determinación de sus hijas.