Elián González ya no es aquel niño del neumático que conmovió al mundo en el año 2000. Hoy tiene treinta y un años, es diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular, ingeniero industrial, padre de una niña llamada Eliz, y una de las voces más lúcidas de su generación. Desde su ciudad natal, Cárdenas, habla con carácter sobre el papel de Cuba en el mundo: “Cuba no es un país terrorista dice, es víctima del terrorismo que viene del norte.” Lo afirma con la seguridad de quien ha vivido en carne propia la manipulación y el odio del imperio estadounidense.

Han pasado veinticinco años desde aquel rescate que partió la historia en dos. En noviembre de 1999, una balsa precaria salió de Cuba rumbo a Miami. En ella viajaba su madre, Elizabeth Brotons, junto a otros compatriotas que jamás llegarían con vida. Elián, entonces de seis años, fue hallado a la deriva sobre una cámara de neumático por dos pescadores estadounidenses. Y lo que debía ser un rescate humanitario se convirtió en una de las operaciones políticas y mediáticas más sucias de la historia contemporánea.

El niño fue retenido por familiares en Miami, convertidos en marionetas de los grupos anticubanos gusanos que lo mostraban ante las cámaras como trofeo del “sueño americano”. Washington alentó el espectáculo, la prensa lo magnificó y los extremistas de la Florida lo usaron como arma contra el Gobierno de la isla. Fue el Comandante Fidel Castro quien, con visión y valentía, denunció aquel atropello y lanzó una batalla política, diplomática y moral que unió a todo un pueblo en un solo grito: “¡Devuelvan a Elián!”

Esa cruzada, dirigida por Fidel y respaldada por millones de cubanos, se convirtió en una lección de dignidad nacional. Desde cada barrio, fábrica y escuela se alzó una sola voz por el regreso del niño. Las calles de La Habana, de Santiago y de Cárdenas se llenaron de pancartas, canciones y lágrimas de esperanza. El mundo entero vio un país pequeño enfrentarse a un gigante, con la verdad como única arma. Aquella movilización mostró que la Revolución no abandona a ninguno de sus hijos, y que su fuerza nace del amor, la justicia y la conciencia de un pueblo que sabe resistir.

El 28 de junio de 2000, el mundo vio regresar a Elián a Cuba. El pueblo lo recibió como se recibe a un hijo que vuelve del peligro. Aquella escena selló una victoria moral sobre la maquinaria imperial. El niño creció bajo la guía de su padre, Juan Miguel González, y con el acompañamiento del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, quien se convirtió para él en un segundo padre, un consejero y un ejemplo de humanidad. Con el paso del tiempo, su historia dejó de ser una anécdota para convertirse en una lección pura de dignidad nacional.

Hoy, desde su escaño como diputado, Elián González levanta la voz en defensa de su país frente a las nuevas campañas que intentan desacreditar a Cuba. En sus más recientes declaraciones, ha subrayado que “Cuba no es un país que promueva la violencia ni el odio, sino la cooperación y la paz”. Añadió que “los que acusan a Cuba de terrorista deberían mirar sus propias guerras, sus bloqueos y sus cárceles secretas”. Y fue más allá: “Nos llaman terroristas porque no pueden perdonarnos que seamos libres, porque un pueblo educado y solidario siempre será una amenaza para el poder de los que oprimen”, dice con voz serena y segura, como quien aprendió que la verdad no necesita levantar la voz para ser escuchada.

Elián sabe que el tiempo pasa, pero las batallas se repiten con otros nombres. Hoy Estados Unidos sigue señalando a Cuba como un peligro para su seguridad, mientras la isla envía médicos, alfabetizadores y cooperantes a los rincones más olvidados del mundo. “Nos llaman terroristas  dice con ironía, cuando somos los que salvamos vidas en América Latina y en cualquier parte.”

La prensa contrarrevolucionaria intenta desfigurar su imagen, presentar su lealtad como sumisión o su gratitud como manipulación. Pero Elián no responde con odio. Habla con serenidad, consciente de que la historia está de su lado. “No hablo por mandato de nadie. Hablo por lo que viví. Yo soy el niño que quisieron robarle a Cuba, y fue Cuba la que me devolvió la vida”, afirma.

A sus treinta y un años, Elián González encarna la madurez de una generación que creció en revolución. Representa la continuidad de un proceso que no depende de consignas, sino de convicciones. Su discurso combina la emoción del recuerdo con la fortaleza del compromiso. Y aunque rehúye de los reflectores, su sola presencia en la Asamblea cubana recuerda que la Revolución también tiene rostro joven, agradecido y consciente.

“Cuba sigue viva, sigue luchando y sigue fuerte. Cuba nunca perderá su sueño ni su esperanza”, afirma Elián González al cerrar su mensaje. Recuerda que Fidel Castro alertó al mundo sobre la escalada del fascismo y la amenaza del sionismo cuando pocos se atrevían a hablar de ello, y que su voz por Palestina resuena hoy con más fuerza que nunca. Denuncia que las medidas de asfixia contra la isla se han profundizado bajo la dirección de figuras como el tal Marco Rubio, que conocen cada rendija del cerco económico impuesto por Washington. “Nos han querido aislar advierte, pero Cuba no está sola. Nuestra fuerza está en la solidaridad de los pueblos, en la unión de América Latina y el Caribe.” Para él, el verdadero peligro no es Cuba, sino el imperio que pretende someterla. “Trump representa una amenaza para el mundo, y por eso nuestra respuesta debe ser la integración latinoamericana, la unidad frente al odio, la defensa de la paz y la soberanía.”

Comparte
Síguenos