Desde su programa The Tucker Carlson Show, seguido y visto por millones dentro y fuera de Estados Unidos, Carlson plantea que la guerra en Ucrania fue preparada desde tiempo atrás, cuando en 2014 se impulsó en Kiev un cambio de Gobierno promovido desde Washington. 
A partir de ese momento, según su lectura, Ucrania quedó atada a intereses externos y dejó de decidir su propio rumbo. 

Carlson explica que esa pérdida de autonomía no se produjo de golpe, contrariamente sería por una cadena de decisiones que, con el paso de los años, empujó al país hacia el escenario actual, donde la población carga con las consecuencias de decisiones tomadas lejos de sus fronteras.

Su planteamiento cae pesado entre quienes repiten el discurso prefabricado de “buenos contra malos” que se instaló como verdad automática en las cadenas gringas de la ultraderecha. Pero Carlson rompe con ese libreto y señala que, detrás de esas declaraciones que parecen "patrióticas y morales", lo que realmente se mueve son intereses muy claros: la riqueza minera de Ucrania, sus enormes reservas de gas natural, el control de tierras fértiles, negocios con armas y alianzas que dependen de que la guerra continúe. Desde su posición, Carlson afirma que ese conflicto no se sostiene por valores, mucho menos principios, en realidad es porque a Washington y a la OTAN les resulta útil mantener un territorio estratégico abierto a sus empresas y a su influencia y como una latente amenaza a Rusia. En fin el costo humano queda del lado del pueblo y las ganancias, del lado de los mismos de siempre.

Tucker Carlson es un periodista estadounidense que durante años habló a millones de espectadores desde Fox News, donde construyó una audiencia fiel que lo siguió incluso después de su salida del Canal. Militó en el Partido Demócrata entre 2006 y 2020 y, desde 2020 en adelante, se inscribió como miembro del Partido Republicano. 

Su presencia entre la audiencia no depende de cargos políticos ni partidarios, sino de su capacidad para leer los movimientos del poder y expresar lo que una parte considerable de la población siente pero rara vez ve representado en los medios tradicionales. Ahora, desde plataformas digitales propias y con mayor libertad, Carlson se ha convertido en una voz que cuestiona de frente decisiones que antes se daban por intocables.

Carlson, desde su Podcast, acusa a los grandes medios estadounidenses de imponer una narrativa única sobre Rusia: se repite una sola versión y quien se atreve a cuestionarla queda señalado de inmediato como traidor o “pro-ruso”. Lo que plantea es simple: en lugar de discusión, lo que existe es una consigna. 

Se dice lo mismo, se cita lo mismo y se ataca al que pregunte por qué. Se uniforma el discurso, se cierran las dudas y se castiga a cualquiera que examine los costos reales de la guerra.

Carlson señaló además que la muerte de Charlie Kirk, activista conservador y fundador de Turning Point USA, se convirtió en terreno para maniobras políticas dentro del propio Gobierno de Trump. Dijo que “si pueden decirte qué palabras usar, también pueden decirte qué pensar” y que el asesinato no debía servir para justificar leyes que castiguen posiciones contrarias al discurso oficial. Recordó que Kirk defendía la libre expresión y que usar su nombre para imponer límites sería traicionarlo. Apuntó contra la Fiscal General Pam Bondi por advertir que habría consecuencias legales para quienes “insultaran” o cuestionaran a Kirk. Según Carlson, eso equivale a abrir la puerta a perseguir al disidente: primero se etiqueta una opinión como odio, luego se convierte en delito. Carlson cerró diciendo que si el Estado se atribuye el poder de decidir qué se puede decir y qué no, lo que está en juego no es el debate político, es la condición humana de cada persona que abre la boca.

En uno de los momentos más tensos en Medio Oriente, Carlson había enfrentado al Senador Ted Cruz y le preguntó por qué insistía en empujar a Estados Unidos a una guerra con Irán sin ni siquiera conocer la realidad del país que quería bombardear. Cruz habló de “amenazas” y “principios”, y al final de esa línea el Imperio terminó lanzando ataques contra supuestas instalaciones nucleares subterráneas, presentadas como laboratorios secretos de desarrollo atómico, sin una sola evidencia pública que lo demostrara. Todo como de costumbre se hizo sin mostrar pruebas claras al país.

Por otra parte, Tucker Carlson contó recientemente que Lachlan Murdoch, actual cabeza de Fox Corporation, lo buscó después de que lo sacaran del horario estelar y le ofreció algo que sería mayor: meterlo a la contienda Presidencial para bloquear el regreso de Donald Trump. Según Carlson, Murdoch le dijo: “Deberías lanzarte. Te vamos a respaldar con todo”, mencionando a Fox News, The Wall Street Journal, el New York Post y hasta The Times de Londres como parte del aparato disponible para impulsarlo. “Los Murdoch odian de verdad a Trump. Nadie lo odia más que ellos”, afirmó Carlson. Y aquí está la clave: lo querían como títere de un bloque empresarial que ya había usado a Trump en su primer mandato, pero que no estaba dispuesto a tolerarlo con poder propio en el segundo.

En conclusión lo que Tucker Carlson desnuda en toda esta cronología, es el funcionamiento podrido del poder estadounidense. Un sistema que necesita guerras para sostenerse y enemigos para justificarse. Y eso molesta, porque señala lo que muchos saben pero casi nadie se atreve a decir en voz alta.

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