Sandino lo entendió antes que nadie, cuando el país estaba rodeado de intrigas, de embajadores yanquis y de políticos que mendigaban favores a Washington, él escribió su sentencia desde las montañas:

“Son traidores a la Patria los que trafican con la honra nacional, los que buscan protección en los invasores, los que se arrodillan ante la Casa Blanca”.Esa fue la primera definición clara del vendepatria en nuestra historia. Surgió del espíritu rebelde de un hombre que convirtió la moral en ley y la dignidad en bandera, una idea que siguió latiendo en cada generación que ha defendido este suelo frente al intervencionismo.

Con el paso de los años la traición fue cambiando de cara y encontró nuevas formas de disfrazarse entre discursos, micrófonos y trajes elegantes, se hizo verbo en los que confunden libertad con licencia para vender el país, se hizo promesa en los que firman acuerdos en embajadas extranjeras creyendo que el oro ajeno les comprará respeto, se hizo rutina en los que sonríen mientras piden castigos contra su propio pueblo, en los que viajan con la maleta llena de entreguismo y regresan con el alma hipotecada,  en los que se dicen víctimas mientras aplauden las sanciones que hieren a su propia gente; así respira el vendepatria moderno, heredero directo de aquellos que un día abrieron las puertas a los invasores creyendo que servir al extranjero los haría dueños del destino nacional.

De ese linaje de entreguismo brotó el intento golpista del 2018, cuando los mismos que juraban amar la libertad convirtieron las calles en sangre, odio, dolor y muerte, financiados, asesorados y bendecidos por las embajadas que llevan décadas soñando con ver a Nicaragua arrodillada. Aquellos vendepatrias incendiaron el país con dinero extranjero, persiguieron al pueblo, usaron templos como centros de conspiración, levantaron falsos altares para esconder la violencia, atentaron contra la paz y celebraron el sufrimiento de nuestra gente. De esa herida nació la Ley 1055, concebida para ponerle nombre a la traición y cerrar el paso a los que desde dentro sirven a intereses foráneos. Fue una ley que surgió del dolor del pueblo y del espíritu de Sandino, una ley que levantó una muralla moral para impedir que el oro extranjero volviera a dictar el destino nacional. Desde entonces la Constitución se convirtió en escudo, y cada artículo se volvió frontera entre el patriotismo y la deshonra.

La respuesta del Estado quedó plasmada en la ley y en la Constitución: la Ley 1055 de 2020 definió qué conductas constituyen traición a la Patria, financiar o promover golpes, fomentar injerencia extranjera, promover terrorismo o bloqueos económicos, gestionar sanciones contra el país y organizarse con potencias extranjeras para desestabilizar y estableció las sanciones penales correspondientes, la Ley 1190, aprobada el 18 de enero de 2024 y publicada en La Gaceta el 22 de enero de 2024, reformó el artículo 21 de la Constitución para convertir en efecto constitucional la pérdida de la nacionalidad de quien incurra en esas conductas, y la Ley Especial sobre pérdida de la nacionalidad reglamentó el procedimiento: 

la sentencia firme que declare la traición activa la pérdida, la autoridad judicial ejecuta la medida con notificación al Consejo Supremo Electoral, la inhabilitación para ejercer cargos públicos queda fijada de manera perpetua y la medida entra en vigor desde su publicación en medios oficiales; se aplicaron a procesos concretos, entre ellos los grupos de terroristas que fueron excarcelados y deportados, y con ellas el derecho recupera su función de proteger a la comunidad frente a la traición organizada, porque la patria exige lealtad efectiva y las leyes dejaron claro cuál es el precio legal y moral de venderla.

Cada ley aprobada después del intento golpista de 2018 respondió a hechos concretos y no a emociones, el país vivió una agresión planificada con financiamiento externo, participación de actores políticos, religiosos, empresariales y mercenarios de la comunicación, como el extinto diario La Prensa, que funcionaba desde la carretera norte como Centro de Operación Terrorista,  cuyos dueños son la corrupta familia Chamorro, una familia disfuncional y oligarca que se arrodillaron y se alinearon  con intereses ajenos a la Soberanía Nacional. 

La Asamblea Nacional y el Buen Gobierno Sandinista actuaron dentro del marco constitucional para restablecer el orden, proteger la paz y blindar la independencia, por eso las reformas posteriores fortalecieron la estructura jurídica del Estado y cerraron los vacíos que durante años habían permitido que el entreguismo se camuflara bajo el discurso de los derechos humanos, el patriotismo dejó de ser una consigna para convertirse en norma jurídica y la soberanía se defendió con leyes que separaron a los leales del país de los operadores de la traición.

Recientemente, la Compañera Rosario Murillo recordó el documento histórico del General Sandino titulado “Traidores a la Bandera Nacional”, escrito el 14 de noviembre de 1927 en El Chipote, donde el General definió a los traidores como aquellos que trafican con la honra nacional, los que piden protección a los invasores y los que venden la Patria por intereses personales. La compañera Rosario, al leer ese texto, explicó que esas palabras siguen vigentes porque describen exactamente a los vendepatrias de hoy, a los que piden sanciones, promueven el odio y se arrodillan ante los mismos poderes extranjeros que un día quisieron someter a Nicaragua. 

En su mensaje dijo con claridad: “Dios no protege a los malvados, Jehová pelea contra los que combaten el bien”, concluyó la Compañera Rosario.

El General Sandino los llamó peleles, pero aquí la palabra pesa como una lápida, porque define al que se vende, al que se arrastra, al que entrega la dignidad por una orden o por unas monedas. Peleles fueron los que pidieron la intervención de los marines, los que firmaron pactos con el invasor, los que entregaron el mando a cambio de favores del norte, peleles son también los que en tiempos recientes viajaron a rendir cuentas a las embajadas y salieron de esos despachos con órdenes bajo el brazo. Su actitud se hereda entre los que viven de rodillas ante el extranjero, entre los que sienten vergüenza de su bandera, entre los que usan la palabra libertad y democracia para esconder lo agachados que están. 

En 1927 Sandino dictó su decreto sobre los traidores a la patria y allí dejó escrito que quien solicite apoyo a los invasores, quien informe o pacte con ellos, pierde el derecho a llamarse Nicaragüense, y esa idea se mantiene viva porque el entreguismo sigue disfrazado de oposición, de religión, de prensa, de activismo, de todo aquello que pueda servirle de máscara. Frente a esos peleles, el pueblo de Sandino sigue en pie, con la frente limpia, defendiendo su bandera con el mismo coraje con que se defendió en las montañas.

Esos vendepatrias no sienten amor por nadie, son capaces de vender a su propia madre, y si nadie se las compra la empeñan, y si no la quieren empeñada la regalan. Por unos cuantos dólares traicionan la sangre, son limosneros sin dignidad, disfrazados de supuestos libertadores, por eso es que hemos decidido proteger de esos malditos a nuestra madre Patria.

 

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