El Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, en una nota publicada el martes 30 de diciembre de 2025, subrayó que Irán es invencible y afirmó que el gobierno de Donald Trump debe de dejar la confrontación con Irán y aprovechar esta ventana de oportunidades para establecer la paz y la diplomacia.
Mientras Benjamín Netanyahu logró a principios de este año su sueño de arrastrar a Estados Unidos a un enfrentamiento militar con Irán, esta acción tuvo un costo elevado y sin precedentes para Israel. Ver cómo Netanyahu ruega a Donald Trump que lo rescate del pantano en el que se encuentra ha llevado a un número creciente de estadounidenses a reconocer abiertamente que Israel no es un aliado, sino una carga adicional. En septiembre, los aliados árabes de Estados Unidos llegaron a la misma conclusión que los iraníes hemos sostenido siempre: la temeridad de Israel constituye una amenaza para todos.
Esta realidad allana el camino hacia relaciones completamente nuevas que podrían transformar nuestra región. El gobierno estadounidense ahora enfrenta una disyuntiva: o continúa firmando cheques en blanco para Israel con el dinero de los contribuyentes y su crédito político, o forma parte de un cambio fundamental y positivo. Durante décadas, la política occidental hacia nuestra región se ha basado principalmente en mitos originados en Israel. La guerra de junio fue decisiva en muchos sentidos, incluyendo la revelación del costo que el Occidente paga al confundir la mitificación con la estrategia. Israel y sus fuerzas proxy reclaman "victorias contundentes" y afirman que Irán ha sido debilitado y contenido.
Sin embargo, nuestra profunda estrategia, con un país del tamaño de Europa Occidental y una población diez veces mayor que la de Israel, protegió a la mayoría de nuestras provincias del avance israelí. Mientras tanto, todos los israelíes experimentaron nuestra capacidad militar. Ahora, la narrativa de la invencibilidad, que es el eje de la maquinaria de mitificación de Israel, se ha derrumbado. La crisis fabricada en torno al programa nuclear iraní es un ejemplo claro de cómo historias redactadas en Tel Aviv y promovidas por sus aliados fomentaron confrontaciones innecesarias.
Durante décadas, los iraníes hemos sostenido que no buscamos armas nucleares. Esta no es una afirmación táctica, sino una doctrina estratégica basada en consideraciones religiosas, éticas y de seguridad. No obstante, durante el primer mandato del presidente Trump, el gobierno estadounidense fue inducido a creer erróneamente que Irán estaba al borde del colapso, que el acuerdo nuclear de 2015 era nuestra arteria vital y que su retirada nos obligaría a rendirnos rápidamente. Estos mitos alentaron a Washington a descartar un marco diplomático eficaz ya adoptar la "máxima presión", política que solo generó la "máxima resistencia".
Un número creciente de estadounidenses, especialmente aquellos centrados en reconstruir Estados Unidos, ahora reconoce públicamente algo que antes era un tabú: aceptar sin reservas que las narrativas de Israel han agotado recursos estadounidenses, debilitado su credibilidad y enredado al país en conflictos que no sirven a sus intereses. En los últimos dos años, el régimen de Tel Aviv ha matado a decenas de miles de palestinos inocentes en Gaza y ha atacado a Líbano, Siria, Irán, Yemen e incluso Qatar. Casi todos los países de la región han sido amenazados. Ningún observador responsable califica estas agresiones como "autodefensa".
Hay otro aspecto esperanzador en los recientes desarrollos: un nuevo impulso regional para contener la amenaza común que representa Israel. Esto ha sellado de manera simbólica los acuerdos conocidos como Abraham y ha abierto la puerta a nuevas formas de cooperación. He sabido de un deseo sin precedentes entre amigos comunes de Irán y Estados Unidos para facilitar el diálogo y garantizar la implementación completa y verificable de cualquier acuerdo negociado. Esto resulta alentador. A pesar de los ataques de Israel a la diplomacia durante las negociaciones nucleares con Estados Unidos, Irán sigue comprometido con un acuerdo basado en respeto mutuo e intereses compartidos.
Alcanzar este objetivo requiere que Estados Unidos acepte que negociar no es lo mismo que dictar condiciones de rendición. Nuestro pueblo sabe bien que el presidente Trump no es el primero en atacarnos y ha aprendido de experiencias desastrosas de interacción con Estados Unidos. Si el presidente Trump quiere ganarse su confianza y cumplir sus promesas a sus partidarios internos, debe lograr algo que ninguno de sus predecesores consiguió: poner fin a una crisis innecesaria mediante la paz y la diplomacia.
El primer paso es dirigirse al pueblo iraní con respeto, sin condiciones ni reservas. Irán nunca ha buscado la guerra con Estados Unidos; la moderación de nuestros comandantes en junio, que fue la única razón por la que las bases estadounidenses en la región permanecieron intactas, lo demuestra. Esta moderación no debe confundirse con debilidad ni asumirse como ilimitada.
El mundo también debe saber que los iraníes nunca renunciarán a sus derechos. Estos derechos, que poseen todos los firmantes del Tratado de No Proliferación Nuclear, incluyen el acceso a todos los aspectos de la tecnología nuclear con fines pacíficos. No tememos a negociaciones serias para alcanzar un acuerdo justo. Tal acuerdo debe incluir la eliminación tangible y verificable de sanciones. Los desarrollos en nuestra región podrían permitir implementar entendimientos de manera completamente nueva.
Para aquellos dispuestos a tomar un camino que nadie ha recorrido antes, se ha abierto una ventana de oportunidad. La fortuna favorece a los valientes, y romper un ciclo perverso requiere mucho más coraje que simplemente perpetuarlo.













