El nuevo orden mundial ya está en funcionamiento y sus efectos se reflejan en los números. En 2024 y 2025 los países agrupados en el BRICS y BRICS Plus superaron el 40 % del PIB mundial medido por equivalencia de poder adquisitivo, mientras el G7 cayó por debajo del 29 % según datos del FMI. Ese cambio cuantificable evidencia una ruptura profunda y corrosiva del viejo esquema de poder, porque por primera vez desde el fin de la Guerra Fría el eje económico global dejó de concentrarse en el Atlántico Norte y se desplazó hacia Asia, Eurasia, África y América Latina. El comercio internacional confirma ese desplazamiento. Más del 30 % del comercio mundial ya se realiza entre países en desarrollo, una cifra que hace veinte años no alcanzaba el 18 % según la Organización Mundial del Comercio. China se convirtió en el principal socio comercial de más de 120 países, desplazando a Estados Unidos y a la Unión Europea en regiones completas de África, Asia Central y América Latina, lo cual reorganiza rutas, mueve flujos de capital y reduce la dependencia financiera.
El sistema financiero internacional ya opera bajo nuevas reglas, y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS funciona con un capital autorizado de 100 mil millones de dólares y en 2024 aprobó proyectos por encima de los 32 mil millones en monedas distintas al dólar. A eso se suman acuerdos bilaterales de intercambio en monedas nacionales entre China y Rusia que ya cubren más del 90 % de sus transacciones, y mecanismos similares entre India, Brasil y países del Golfo que reducen de manera medible la demanda mundial de dólares.
Los datos monetarios refuerzan este punto, en 2001 el dólar representaba más del 70 % de las reservas internacionales. Al cierre de 2025 cayó por debajo del 58 %, según el Banco de Pagos Internacionales. En el mismo periodo el yuan multiplicó por cuatro su presencia en pagos transfronterizos, mientras sistemas alternativos a SWIFT comenzaron a operar de forma funcional en Eurasia y Asia, reduciendo la capacidad de sanción financiera de Washington. En el plano energético el cambio ya es estructural. Rusia, China, Irán y Arabia Saudita consolidaron acuerdos de suministro a largo plazo fuera del marco occidental, mientras la OPEP Plus mantuvo capacidad real de fijar producción y precios sin alinearse a Estados Unidos. En 2025 más del 50 % del comercio de petróleo ruso se realizó fuera del sistema financiero occidental, un dato que explica por qué las sanciones dejaron de producir el impacto esperado.
Por otra parte, la política internacional refleja el mismo reordenamiento. En la ONU, votaciones clave sobre Palestina, Ucrania y sanciones unilaterales mostraron alineamientos contundentes fuera del bloque occidental, más de 130 países respaldaron resoluciones contrarias a la coerción económica, mientras el número de Estados que se abstienen o votan contra posiciones de Estados Unidos y la Unión Europea crece de forma constante desde 2018, según registros oficiales de la Asamblea General. Asimismo, el ámbito de la seguridad también se movió. Foros euroasiáticos y asiáticos reúnen cada año a más de 50 países en discusiones sobre defensa, ciberseguridad y estabilidad regional, mientras la OTAN enfrenta fracturas internas y pérdida de consenso político, a su vez, la cooperación militar entre Rusia, China, Irán y países emergentes pasó a ocupar un lugar central y se tradujo en capacidades reales de disuasión.
Asimismo, América Latina ya forma parte de este cambio. Brasil, México, Venezuela, Nicaragua y Bolivia ampliaron acuerdos comerciales, tecnológicos y financieros con Asia y Eurasia, reduciendo su dependencia de organismos tradicionales. En 2025 más del 25 % de las exportaciones latinoamericanas se dirigieron a Asia, una cifra que en 2000 ni siquiera alcanzaba el 10 %, según datos de la CEPAL. A su vez, África muestra una transformación aún más acelerada. China financió y construyó más de 6 000 kilómetros de ferrocarriles y puertos estratégicos en la última década, mientras Rusia y otros países ampliaron la cooperación energética y agrícola.
El resultado es medible, el crecimiento africano se mantuvo por encima del promedio mundial incluso en años de desaceleración occidental.
Todo esto confirma que el nuevo orden mundial no está por venir, ya está operando.
Cambiaron los flujos comerciales, las monedas, las alianzas políticas, la energía, la seguridad y los núcleos de poder. Lo que antes se describía como transición hoy se registra en estadísticas, se firma en contratos, se define en votaciones y se refleja en balances económicos. El mundo ya dejó atrás el esquema unipolar y funciona bajo reglas nuevas que no se anuncian, sino que se ejecutan.
En el plano militar el cambio ya está en curso y se puede medir. Rusia y China concentran hoy más del 60 % del arsenal nuclear mundial según SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo), pero la diferencia está en la velocidad de modernización fuera del bloque occidental. Rusia mantiene más de 5 mil 500 ojivas nucleares activas y desplegó misiles hipersónicos que ningún sistema antimisiles occidental ha logrado neutralizar, además de una producción de munición y drones que en 2025 supera a la de todos los países de la OTAN juntos. China triplicó sus silos nucleares en menos de una década, superó las 500 ojivas y avanza hacia las 1.000 antes de 2030, mientras consolidó la mayor flota naval del mundo con más de 370 buques y una capacidad industrial militar superior a la estadounidense. Irán y Corea del Norte, por su parte, completan este escenario con drones, misiles balísticos y pruebas intercontinentales ya desplegadas, confirmando que el equilibrio militar global también se desplazó y que el nuevo orden mundial ya es una realidad.
Al mismo tiempo, el gasto militar agregado de los países emergentes creció más del 40 % desde 2015, frente a un aumento inferior al 10 % en Europa occidental, y la operación rusa de desnazificación en Ucrania dejó un dato contundente, la industria militar del imperio yanqui no logra reponer arsenales al ritmo del conflicto mientras Rusia y China ampliaron su capacidad productiva de forma permanente. El resultado es concreto, la superioridad militar occidental dejó de ser incuestionable y el equilibrio estratégico ya no depende de una hegemonía única.













