Me impuse hoy, aunque temeroso de no lograrlo, describir a un animal que ofende a las bestias. Se trata de un maniático, de la personificación de un imbécil que narciso y ególatra de su propia locura es una amenaza para el planeta y una vergüenza para su país del cual es un inmigrante más.
Francamente no creo que a lo largo de la humanidad haya existido alguna vez un monstruo a la altura de su especie, y tanto, que si me dicen que es producto de una cana al aire de Adolfo Hitler me lo creería porque es de esos que junta a todos los deseos del mundo para que caiga o para que lo maten.
Es un “Chimoltrufio” que cuando dice una cosa dice otra para asustar, como lo hizo seguramente al comienzo de la caca que vomitó amenazante contra todos, pero solo para terminar, a la luz de la realidad, arrinconado, aislado y detestado por un mundo que descubrió en él a un perro rabioso y desdentado del que no todo es malo porque nos hizo el gran favor de acabar desde adentro al imperio, siendo él seguramente el último emperador.
Hasta aquellos que atormentados por el “miedo”, que en algún momento se angustiaron, terminaron buscando alianzas de libre comercio, con respeto y de igual a igual, para no “besar el culo” de aquel que dijo literalmente que tras sus nalgas habían colas suplicantes de gobiernos que le pedían cacao, lo que resultó una de sus más repetidas mentiras pues esos ahora son parte de un mundo unido contra el pelo de maíz.
Pobre pueblo el de Estados Unidos porque con el último de sus emperadores está sufriendo lo mismo y en carne propia de lo que sus presidentes desde la Casa Negra nos hicieron a otros que con profunda satisfacción le tiramos la puerta y en la cara a esa vulgaridad hedionda, prepotente y arrogante como es el convicto y criminal de Donald Trump.
No podemos hablar de un presidente, de un multimillonario, a él lo describe el traje del mafioso, del sicario, que se imaginó ser el dueño de un mundo que nadie tenga duda se cansó de ser yunque y ahora es el partillo que le está partiendo la cabeza a un bicho que como este que desata vómitos con solo verlo.
Este violador de la dignidad de las mujeres, principalmente la de su esposa que nunca le acompaña por razones que sobran explicar, es la cobardía pura de aquel perro que ladra y no muerde que superó y por amplio margen a Payasos como Volodímir Zelenski de Ucrania, como Javier Milei de Argentina, José Raúl Mulino de Panamá y hasta el mismo Nayib Bukele de El Salvador, Rodrigo Chávez de Costa Rica, y cómo no , si al finales a esos a los que refiere cuando habla de los que hacen fila para ya saben qué con su trasero.
Ese perro que ladra se estrelló contra el mundo que se volvió una jauría que hoy lo despedaza y que sabe que la bravuconada de este tapudo y mentiroso solo representa el momento justo para arrancarle la cabeza al Dragón imperial para que nunca más calcine a los pueblos como hasta ahora hacía.
Es tal la irracionalidad animal de esta culebra que impuso para Estados Unidos quedar atrapados entre dos naciones que por vecindad siempre debió tener como amigos y hoy Canadá y México quieren mantenerlo desde largo porque cualquier cosa que venga del emperador Trump es cuita de alto octanaje que ni los propios “american citizen” quieren.
Lo anterior no son percepciones antojadizas sino la opinión de los ciudadanos estadounidenses que hoy califican al maniático de Donald Trump como el presidente del peor calificado en meta de salida entre todos los 47 que han pasado por la oficina oval.
Es detestable no solo por lo que hace sino por cómo lo hace. Su lenguaje corporal, la descomposición fisionómica y la gesticulación de cada eructo que sale de sus fauces es simplemente una erupción de arrogancia para venderse ante los incautos y los tontos que si le temen es porque no se dan cuenta, seguramente por el miedo que infunde que este payaso no es ni la estampa de un espanta pájaros.
Este criminal convicto con mucha naturalidad humilla a las mujeres o igual a persona discapacitada, al mismo papa Francisco o cualquiera que ose criticarle. Lampasea el suelo públicamente con miembros de su propio gabinete y hasta del partido que usó como medio para un nuevo período. Esta bestia humilla a jefes de gobierno y líderes mundiales con un lenguaje insultante y denigrante. Insultó al líder norcoreano Kim Jong-un con el apodo bélico de "Hombre Cohete", compareció ante la ONU. Se ha lanzado contra la soberanía de muchos países a los que ahora tiene en contra. Ha envalentonado y apoyado tácitamente las acciones violentas de los supremacistas blancos, alentando a matones de derecha a atacar a los disidentes, especialmente a las personas de color. Declaró que pagaría las costas legales de un simpatizante que atacara a un manifestante negro.
Trump utiliza la violencia para llamar la atención sobre sí mismo como el tipo duro por excelencia. Actuó como un mafioso dispuesto a recurrir a la violencia como acto de venganza y castigo contra quienes se negaban a aceptar su nacionalismo retrógrado, su militarismo regresivo y su sadismo siendo estos sólo algunos ejemplos de las muchas formas en que Trump repetidamente da licencia a su base y a otros para cometer actos de violencia y por eso disfruta de las representaciones de violencia, sugiriendo en una ocasión que es una buena manera de lidiar con las noticias falsas. En una ocasión Tuiteó un video editado que lo muestra golpeando y golpeando a un hombre con el logo de CNN superpuesto en la cabeza durante un combate de lucha libre.
El desprecio de Trump por la vida humana se evidencia en diversas políticas. Estas incluyen la retirada del Acuerdo de París sobre el cambio climático, la reducción drástica de empleos en la Agencia de Protección Ambiental (EPA), la eliminación de los programas de prevención del embarazo adolescente y la eliminación de los fondos para combatir la supremacía blanca y otros grupos de odio. Muchos jóvenes, ancianos y poblaciones vulnerables pagarán con sus vidas porque Trump haya aceptado esta forma de terrorismo interno.
Ha añadido una nueva dimensión de crueldad a las políticas que afectan a la infancia, especialmente a los pobres. Trump apoya recortar los programas de cupones de alimentos recortar el presupuesto del Programa de Seguro de Salud para Niños que ayuda a millones de niños; propone desfinanciar las escuelas públicas y eliminar una serie de programas asistidos por la comunidad para los pobres y los jóvenes.
Trump es el cerebro en jefe que ha desenfrenado la “cultura” de las armas, la brutalidad policial, una máquina de guerra, una hiper masculinidad violenta y un orden político y social que expande los límites del abandono social y la política de lo descartable, especialmente para aquellos marginados por raza y clase. Ha reforzado la idea de que la violencia es la única respuesta política viable a los problemas sociales y, al hacerlo, normaliza la violencia.
A medida que la memoria se desvanece, la violencia como toxina se transforma en entretenimiento, políticas y visiones del mundo y lo que distingue a Trump es que se deleita en el uso de la violencia y la brutalidad belicista para infligir humillación y dolor a la gente. Desvela una cultura sistémica de crueldad y un estado de encarcelamiento masivo con tintes raciales. Celebra públicamente su propia sádica inversión en la violencia como fuente de placer.
En este momento, puede parecer imposible ofrecer resistencia a este autoritarismo emergente sin hablar de la violencia, cómo funciona, quién se beneficia de ella, a quién afecta y por qué se ha vuelto tan normalizada.
El público estadounidense necesita una nueva comprensión de cómo las instituciones cívicas se derrumban bajo la fuerza de la violencia estatal, cómo el lenguaje se vuelve burdo al servicio de la matanza, cómo una cultura se endurece en una sociedad de mercado hasta el punto de fomentar el desprecio por la compasión mientras exalta una cultura de crueldad.
Donald Trump ha firmado en los pocos meses de su segundo mandato como 47 presidente de los Estados Unidos una gran cantidad de “órdenes ejecutivas” que han desmantelado o mejor diría lampaceado con lo que el imperio decía era “su orgullo”; la aplicación de la justicia y ahora la Corte Suprema de su país batalla contra la violación que de diversos temas hace hoy un criminal convicto que dicta desde la Casa Blanca, entre eso:
• La aplicación de la pena de muerte, siempre que sea posible
• Retirada de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
• Retirada del Acuerdo de París
• Prórroga para TikTok
• Restaurar la “verdad biológica”
• Restablecer la libertad de expresión
• Proteger el significado y el valor de la ciudadanía estadounidense
• Expulsión de personas venezolanas a El Salvador desde EE.UU.
• Prohibir que las niñas y mujeres transgénero compitan en equipos deportivos
• Reinstauración de ley mordaza global
• Paralización de la ayuda exterior y desmantelamiento de USAID
• Retirada del Consejo de Derechos Humanos de la ONU
• Sanciones contra la Corte Penal Internacional (la CPI)
• Recortes del 50% en el Departamento de Educación.
¿El asunto aquí sin embargo o más bien la pregunta es cómo terminará todo esto para Donald Trump? El sentido común debería indicar que mal y por mal seguramente entender que, destituido o renunciado, algo que solo, y por muchísimo menos, de lo hecho por este monstruo, le sucedió a Richard Nixon a raíz del espionaje del Watergate o muerto por el mismo establishment del imperio o desde afuera porque la pura verdad es que este tipo lo único real que hizo fue unir al mundo en su contra, pero unirlo con mucho odio a su repugnante soberbia.
A este rollo sin embargo le falta película porque tenemos que llegar a ver, y no está largo, las otras y más poderosas humillaciones que se le vienen a un loco y demente al que todo, absolutamente todo le sale mal y lo peor es que aquello de que haría grande a américa se enanizó al extremo del más penoso ridículo de la garra de un pigmeo mental que al final ni como carne muerta servirá para los buitres porque hasta estos tienen gustos refinados.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.