Uno de los valores fundamentales de la vida indudablemente es la lealtad. Hablo de valor de la vida más que de valor del ser humano porque desde mi forma de verla es lo que te distingue como lo que realmente eres cuando defines hacía que, quien o quienes eres fiel. 

Si desde tu perspectiva de vida eres fiel al principio que te fundamenta como ser humano; si crees en todo aquello por lo cual eres capaz de luchar y defender hasta las últimas consecuencias; si haces de la perseverancia el camino para alcanzar tus propósitos, aunque muchas veces sientas que no lo estas logrando, pero insistes a pesar de los pesares; si comprendes la diferencia entre lo que es la forma con lo que es el fondo; si sabes que el camino del bien por el que debes andar está trazado y que no hay manera que alguien desde el camino malo te susurre al oído para sacarte de ese estado de fidelidad que te condujo al éxito, entonces sí eres leal.

La lealtad es el carácter de una persona o de un animal, que incluso, puede ser más fiel que cualquier individuo. La lealtad es respeto al compromiso asumido hacia un ideal, una persona, una comunidad, una organización y todo en su conjunto a los principios morales que construyen nuestra vida y eso es lo que nos empuja al cumplimiento, a la disciplina de sostenernos en la ruta de meta a pesar de los obstáculos y paredes que quieran detenernos en el afán del mal propósito por desviarnos de lo que nos representa una causa o una razón de lucha.

Por eso mismo aquel que es leal hace de la dedicación y del deber un valor que termina no solo siendo reconocido sino además un ejemplo a seguir por muchos que admiran  la tenacidad y persistencia de aquel que contra marea y pronóstico cree, va adelante y conquista con nobleza, bondad, rectitud y honestidad para desarrollar relaciones humanas y sociales desde la que se genera la confianza sólida y el liderazgo auténtico y verdadero que capas de impactar a otros sumen en el esfuerzo compartido para ir siempre de lo mejor a lo excelente.

Hay algunos enemigos de Nicaragua que no pueden entender de ninguna manera el significado de lo que representan y son los valores, dónde la lealtad juega un papel determinante desde cualquier punto de vista que se quiera ver. No lo entenderán nunca porque el sentido opuesto a la lealtad es la traición que es la negación a la palabra y a la fidelidad, es el engaño a Dios, a la patria, a la comunidad, a la familia, a la pareja y al amigo.

Las miserias humanas que merecidamente fueron desterradas y desnacionalizadas, que ya deben ir pensando en buscar qué hacer o cómo trabajar por primera vez porque siempre fueron vagos profesionales de la politiquería, han pretendido imponer, a los que estamos de este lado de la historia, que somos  camaleones, sapos o cualquier otra cosa porque la evolución de esta Nicaragua nos hace apoyar con fuerza, la concreción de las metas y de los ideales por los cuales luchamos y no a tapazos como lo hacen esos que de “valientes” no tienen nada, sino que hasta con las armas en las manos contra aquellos con los que ahora compartimos propósitos.

Esas escorias de las que hablo, poseídas todas por el odio, se quedaron en aquello de que si alguna vez fuiste mi enemigo, entonces esto debe ser una condición permanente para el resto de los días y que por ello, el “principio y el fundamento” de lo que creen es lo procedente, debe ser seguir de enemigos, seguir odiándonos, matar a quien no quiero, desaparecer a quien me cae mal, destruir el bien del contrario, porque según estos buitres de la maldad ese es el camino de la coherencia donde la reconciliación, el entendimiento, el diálogo y la paz son ambientes absolutamente non gratos.

Ni las criaturas pertenecientes al mundo animal, como por ejemplo los perros, los gatos o los caballos entre otras especies, que son por supuesto muy fieles, son capaces de vestirse con el ropaje de la mucha bestialidad que tienen aquellos que sobre abundan en la estreches mental de esa incapacidad que no le confiere al perdón el sitial preferencial que ocupa en la evolución que no es otra cosa que la transición que va de la guerra a la paz, del resentimiento a la amistad y del odio al amor que es lo que nos tiene donde estamos.

A mí me dicen traidor, porque no estoy donde está la traición y no estoy ahí porque mi lugar está en la lealtad con todo aquel ideal que me hace estar aquí desde mi escala de fidelidad que es primero con Dios, después con mi país y luego con mí hogar. En esa escala soy un agradecido con el Creador que me dio la vida; con la Nicaragua, la patria donde nací y me formó desde mi raíz y claro con la esposa con la que espero consumar mis últimos días sabiendo que a mis 63 años ya todo es ganancia, pero que sigo en la lucha y en el esfuerzo común de los mejores hijos de esta nación, por hacer de mi amado terruño algo mejor para los que vienen detrás de los que ya estamos listos a partir.

Para los necios que no lo quieren entender ahí les va otra vez el riendaso. Mi origen político es el FSLN y desde el luche contra Somoza: No me gustó lo que sucedió después con la revolución que había idealizado, entonces me fui a ARDE, donde proclamábamos con pañoletas roja y negras nuestro sandinismo: se abrió un proceso de incorporación basado en los acuerdos de Esquipulas II regresé y asumí un rol de periodista crítico.

Más adelante desde el ejercicio periodístico que tiene una relación muy íntima con la política fui fundador del Partido Resistencia Nicaragüense que ante sus profundas contradicciones abandoné y me incorporé al PLC que de liberal tuvo poco y de corrupto mucho y cada una de estas etapas se agotaron siempre buscando el ideal correcto, el paradigma deseado, la realización de mi estado de confort que era la democracia, pero no la democracia política, sino la democracia plena, porque la lealtad a mis principios e ideales no era solo por elegir a alguien para que gobernara si al final Violeta, Arnoldo y Mr Henry, nos saquearon; no era solo para que se respetaron los derechos humanos que ahora son solo un cliché de propaganda en la boca de sus más conspicuos violadores; ni para que desde un micrófono pudiera decir cualquier barbaridad contra el que me cayera mal, NOOOO yo luchaba para que se hiciera lo que hoy se está haciendo y jamás para que como antes del 2007 aquí los gobernantes y sus respectivas argollas, que una vez llegaron al poder con camisas prestadas, al final resultaron ser poderosos millonarios a costo de los que fuimos empobrecidos.

Mi lealtad entonces no fue hacia la politiquería, mi lealtad fue a la ciencia política de ser parte de la solución a los tantos problemas que por la cobardía de los timoratos nunca fueron capaces de constituirse en verdaderos gobernantes porque estos no son los que se cuelgan una banda presidencial en el pecho en esos fastuosos ceremoniales donde recibe un mando que no manda, sino que gobernante es quien gobierna, quien ejerce el poder para servir y no para aprovecharse de él.

¿Ustedes creen, viniendo de dónde venimos en calidad de vencedores de la maldad que representan los traidores, que pueda ser posible que las miserias humanas puedan algún día comprender el alto valor que de la lealtad que tenemos los que estamos de este lado de la historia?

Lo pongo en modo interrogante porque ciertamente el traidor sí puede ser leal, pero a quien le financia la destrucción de aquel país en el que equívocamente nació y contra el cual, motivado por el odio y el resentimiento, generó un oceánico derramamiento de sangre.

Entendamos entonces que la lealtad una virtud que nace en la conciencia del hombre o mujer de bien que asume un compromiso de defender y ser fiel a todo aquello en lo que cree o creemos y esto solo será posible si cada propósito trazado en el andar de la vida es sincero y franco.

Por supuesto que la lealtad es más activa cuando en la acción de la conquista de nuestros sueños nos permite ir materializando cada uno de nuestros propósitos, pero cuando llegue el día en que dejemos de hacer lo que estamos haciendo, porque nos alcanzó el relevo o porque no tuvimos la misma energía, porque nos enfermamos más frecuentemente, nuestra lealtad debe pasar a ser educativa, a ser heredada para que nunca devalúe el tesoro que representa siempre la oportunidad que tuvimos o que nos dieron para ser parte de hermosa realidad como nos representa la Nicaragua de hoy que en la lealtad visionaria que tiene de su futuro nos quiere ver juntos, unidos, reconciliados y derrotando todos en un solo haz de voluntades a los que nos desean atrapados en un pasado salpicado de sangre y gobernado por el odio, la avaricia y la lujuria.

Paulo Coelho  dice que “Donde hay lealtad, las armas no sirven” y qué razón tiene porque esa misma lealtad a los principios y valores es lo que mantiene a una Nicaragua constantemente atacada, agredida y vilipendiada por esos traidores que no fueron fieles ni a sus propias madres, esposas, esposos e hijos, porque a todos esos vínculos sentimentales, a los que faltaron el respeto, también los arrastraron a esa aventura pendenciera que es la que los tiene donde están, ahogados y sepultados en el fracaso, la derrota y el olvido.         
    
En Nicaragua la lealtad es una marca social, política, económica y cultural que produce hospitales, escuelas, universidades, educación tecnológica, desarrollo municipal, clínicas maternas y móviles, energía, carreteras de primer mundo, comunicación, vivienda, deporte, turismo, esparcimiento y todo lo que por añadidura represente Derecho Humano como la paz, como el desarrollo integran de la nación y de sus ciudadanos y todo eso desde la gerencia administrativa de un gobierno que es leal a un liderazgo que por primera vez en su historia se preocupó por atender los verdaderos problemas de la patria.

Muchos que somos leales a este proyecto, que no observamos desde las graderías, sino que somos parte decisoria desde el terreno de juego, venimos de ser enemigos y adversarios serios de quien hoy ejerce la primera magistratura de este país y hoy fieles a los principios por los que hemos luchado siempre somos leales al espíritu constructor que hace de nuestro país la mejor patria de toda la historia con la seguridad que la de mañana será mejor que la de hoy porque detrás de Daniel Ortega, Rosario Murillo y el FSLN, hay un pueblo del que también son parte otras expresiones ideológicas y políticas que no ocultan la realidad de una Nicaragua totalmente revolucionada y evolucionada.

Alla aquella brutalidad que cree que la lealtad es con la destrucción, con el odio, con la muerte, la tortura y la anarquía. Los que así se lo creen no están aquí, los mandamos al basurero dónde la basura debe estar y sin esos estorbos vamos hacia adelante leales al bien, leales a la vida y firmes contra todo antinatura que proclame la muerte.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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