Muchos artificios van por el mundo que favorecidos por el desinterés aportado por la lejanía, o la indiferencia de algunas almas ante los acontecimientos, entran de contrabando en la realidad. Y la maltratan.

Algo de esto resultó en las inmediaciones del Consejo Supremo Electoral, donde medios de derecha, religiosamente cada semana, le dan un peso nacional que no tienen a unas siglas despobladas con sus actos de protesta contra ese poder del Estado.

En la última manifestación, sin embargo, la extrema minoría adquirió una proyección innecesaria gracias a la intervención de un antisocial que contribuyó eficazmente con la alquimia mediática, a darle calle al guión preelectoral de los mínimos líderes y al “protagonismo oportunista” del que habla el escritor Sergio Ramírez.

Aparece un individuo vestido de negro y con un gorro para el frío, no el frigio que, dicho sea en este mal paso, nadie ha visto jamás en Nicaragua, ni siquiera en el Mes de la Patria. Pues bien, el tipo en cuestión saca una pistola en el también centro artificial de Managua, y dispara solo que el único que cae fue él mismo: cayó como anillo al dedo a la menguada oposición conservadora.

De Ripley. Les llegó a salvar el round y contribuir sobremanera a provocar la “noticia” que no existía ese miércoles de rutina ni tampoco daba para el editorial del próximo día.

“Tensión en Nicaragua”, titulan diarios en otras partes de la Tierra. Y, en un alarde de falacia, al de la pistola lo quieren convertir en un “simpatizante” del Frente Sandinista.

Por supuesto que la oposición cuenta con todo el derecho de expresarse sin que ello signifique violentar el derecho de las mayorías a circular sin impedimentos.

Por razones de orden público, las autoridades deben acordonar ciertas áreas. Así se procede en cualquier ciudad del planeta. Pero debe actuar y prevenir cuando un sujeto, o varios, sea quien sea, saca un arma o se fabrica una delante la Policía con los tubos de hierro de una valla de seguridad como ya lo hizo la fracción ultraderechista del Partido Liberal Independiente.

En esta ocasión fue un maleante y no causó, paradójicamente, un solo rasguño. La vez anterior no eran delincuentes, sino altos funcionarios públicos de la Asamblea Nacional que sí dejaron a unos policías heridos, quebrados y hospitalizados, tras vapulearlos con todos los fierros.

¿A quién, entonces, beneficia este episodio? Saldrán los oenegés de siempre, los políticos de derechas con el sombrero de analistas “neutrales” y a rasgarse las vestiduras de papel periódico se ha dicho.

La Policía al mediodía redujo al pistolero, llamado Samir Antonio Matamoros, aunque los intereses opositores oenegistas apuntaban a otro nombre, puesto a navegar en el mar de especulaciones que agitaron. El colmo es que “dudaban” porque el rostro no “calzaba” al de la cédula presentada, como si ese documento se actualizara cada semana.

“La Prensa” no logró confirmar los rumores del PLI. Al utilizar la información policial, fue al barrio Milagro de Dios, donde vive el sujeto. Ahí comprobó, en el terreno, el comunicado de la Policía Nacional.

Al no tener más remedio que admitirlo, a regañadientes lo consigna al final de una larga nota, por la desgracia de ser el dato verídico que desarmaba toda la infamia derechista:

“…una vendedora lo reconoce: ‘Ayer lo vimos en las noticias. Todo el mundo aquí lo conoce como Guata. Son bandidos’, dice. Pero ahí nadie lo vincula a las estructuras del Gobierno”.

La Policía solo se había equivocado por una letra, “W”: “Wata”, por “Guata”.

Deformación

La gran deformación de los hechos es que se trata de embutir, peor que en una lata de sardinas, a toda Nicaragua en el perímetro del CSE, en Metrocentro.

La vida de toda una nación es superior a cualquier cosa que a los derechistas y los medios independientes de la veracidad se les ocurra difundir: por ejemplo, concluir que sus más de 6 millones de habitantes son 100 o 200 personas y que un sujeto con una pistola, que dispara contra una “manifestación” –donde nadie sale con un coscorrón– representa la “violencia política que vive el país centroamericano”.

Cierta agencia fabricó así su “noticia”: “Un desconocido abrió fuego hoy contra un grupo de manifestantes opositores que se reunieron en la capital de Nicaragua para exigir cambios en el Consejo Supremo Electoral (CSE)…”.

No es sino párrafos abajo donde se encuentra el dato real que desinfla la tremendista redacción elaborada para que el lector se imagine una terrible carnicería: “No se informó sobre personas lesionadas a causa de los disparos”.

Si se aprecia el ángulo que enfocó un fotógrafo de la AFP, se observa en primer plano el tipo con el arma, hay tres espectadores igual si se filmara una película, y uno más que camina como Pedro por su casa.

Nadie se tira al suelo, nadie se agacha, nadie trata de protegerse, nadie presenta un rostro de pánico, sobre todo ahora que la exigua minoría opositora parece probar suerte con sus “Miércoles de Carnaval” en que han derivado sus actos, a ver si así la gente les pone mente.

¿Por qué, pues, luce muy tranquilo este público si el malhechor, como dice otra agencia, “abrió fuego contra los manifestantes”? ¿Por qué no hay registro gráfico de las víctimas? Por la única verdad que quedó bien expuesta ese bendito día: Nicaragua posee uno de los mejores índices de seguridad ciudadana del continente y es de los países más estables del mundo.

Además, en esos momentos, ninguno de los ciudadanos de la foto leía los medios on-line de derecha o los sesgados despachos de prensa.

Simplemente vivían la realidad, no su distorsión.

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