Es bien sabido que Deadpool fue una película que tardó años en hacerse realidad, pues Ryan Reynolds, quien ya había interpretado al personaje en la malograda X-Men orígenes: Wolverine, estaba decidido a hacerle justicia en la pantalla grande al antihéroe, aun si ello le implicaba destinar lapsos considerables asegurando los mejores talentos para levantar el proyecto.

Una pieza clave para el éxito de la película fue el guion de Rhett Reese y Paul Wernick, quienes cobraron relevancia gracias al argumento de Tierra de zombies (2009) y se convirtieron en la opción ideal para escribir la cinta en solitario del mercenario bocón.

El presupuesto de Deadpool fue tan bajo (de apenas 60 millones de dólares, una suma minúscula si se consideran los 150-200 que cuesta en promedio una cinta de superhéroes) que 20th Century Fox decidió no destinar dinero a la presencia de los guionistas en el set de filmación, aspecto que Reynolds quiso cubierto desde un inicio para obtener un resultado ideal.

Ante la negativa del estudio, fue el propio Reynolds quien puso dinero de su propio bolsillo para tener a Reese y Wernick en el plató y dar pie a que pulieran el argumento sobre la marcha, atendiendo a circunstancias cambiantes o al surgimiento de nuevas ideas que se presentaran durante el rodaje.

En entrevista con Geeking Out, los guionistas dijeron “Estuvimos en el set todos los días. Interesantemente Ryan nos quería ahí, pues ya llevábamos en el proyecto seis años. En realidad fue un equipo creativo que nos incluyó a nosotros dos, a Ryan y al director Tim Miller. Fox no quería pagar para que nosotros estuviéramos en el set. Ryan Reynolds pagó con su propio dinero de su propio bolsillo”.

Una muestra más de la pasión desbordante con la que Reynolds observó siempre al proyecto. Toma nota, Hollywood.

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