Quise iniciar está exposición con un video de “Juventud Presidente”, titulado “Así fue la Revolución Sandinista en Nicaragua” para hacer más comprensible el cómo llegamos al tema, que desde una iniciativa de la Asamblea Nacional de Nicaragua desarrollamos un grupo de Diputados ante universidades privadas donde nuestra historia como nación es parte de la formación profesional.
 
Todo país es lo que es por la marca de su historia. No hay forma de construir una nación si no tomamos de sus eventos, a lo largo de su existencia, los más memorables capítulos que fueron el nutriente, la base y el fundamento de su espíritu y de lo que es. La historia es un almacén inmenso de conocimientos y una biblioteca inagotable desde la cual estudiamos nuestro pasado que incluye por supuesto cada segundo que vamos dejando atrás para engrosar el expediente de nuestro quehacer como humanidad.

Dicho esto “octubre victorioso” es un detonante determinante en el proceso de liberación más grande de nuestro país a lo largo de toda una historia que tiene por factor común la resistencia desde la modalidad colonial o de la imperial. Siendo el colonialismo un sistema mediante el cual una potencia extranjera, la metrópoli, establece un dominio político, económico y cultural sobre otro territorio o pueblo, la colonia, para explotar sus recursos y obtener beneficios, mientras el imperialismo es una doctrina y una práctica política que consiste en la expansión del poder y el dominio de un Estado sobre otros territorios y pueblos, ya sea mediante la conquista directa, el control económico o la influencia cultural.

Contra eso, un pueblo como el nuestro, desde Diriangén, la primera manifestación de rebeldía contra la conquista; desde Nicarao, uno de los primeros héroes de la resistencia indígena y un símbolo de la identidad nicaragüense; desde Adiact, el más poderoso cacique del pueblo indígena de Subtiava, conocido por su valentía y resistencia contra la colonización española, todos, fuentes de inspiración, es que venimos y seguimos luchando hasta nuestros días.

“Octubre Victorioso” es el final de un proceso de lucha, en condiciones desiguales, contra un ejército pretoriano que  custodiaba a la dinástica de los Somoza apoyada por Estados Unidos, donde la vanguardia  político-militar del Frente Sandinista de Liberación Nacional, después de muchos años de batallar desde la montaña, en combates contra la Guardia Nacional que les fueron adversos, decide tras un largo proceso de análisis de sus dirigentes, iniciar una acción más directa y abandonar la tesis rural de apoyarse solo en la base social  campesina y pasar a enfrentar en la ciudad al somocismo, como  única vía para estimular a todos los actores políticos, económico y sociales reprimidos por la dictadura para alcanzar la liberación a través de una gran insurrección.  La insurrección es una rebelión armada para derribar por la fuerza al gobierno establecido lo que se califica como conflicto armado interno si cumple ciertas condiciones conforme al derecho internacional y es lo que sucedió cuando el pueblo de Nicaragua teniendo como vanguardia al FSLN derroca en 1979 a Anastasio Somoza Debayle, el tercero de una dinastía que nos masacró a lo largo de 45 años generando el asesinato de 50 mil nicaragüenses.    

Octubre de 1977 abrió hacia una decisión atrevida, incluso  para algunas tendencias dentro del mismo FSLN, que despertó la conciencia del pueblo, estremeció a los partidos políticos de izquierda y de derecha y puso de manifiesto la debilidad de la dictadura somocista de subestimar la capacidad de la vanguardia sandinista que hasta entonces se mantenía clandestina en la montaña convirtiendo sus derrotas en victorias políticas, que el pueblo celebraba solo en su intimidad dado, el miedo que imponía el régimen, pero que tampoco permitía convertir en actores de su propia liberación a los protagonistas dentro de los partidos, los intelectuales, los académicos, los empresarios, los sindicalistas, la juventud, todo un pueblo que en julio de 1979 materializó  una revolución apoyada por el mundo entero.

La estrategia de la Insurrección Popular Sandinista, puesta en marcha en octubre de 1977, se convirtió entonces en la mecha que encendió la guerra de liberación que, para efectos descriptivos, pero bien pragmáticos para la clandestinidad y la guerra de guerrillas en la montaña a la guerra convencional en las comarcas, municipios, ciudades y la suma de operaciones épicas y audaces.

Alcanzar o llegar a la determinación del paso de la montaña a la ciudad no fue el efecto de una decisión unilateral de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de entonces sino de un análisis profundo, que empujaba a acelerar la búsqueda de las condiciones políticas para llegar a la insurrección y eso es posible después de una de las más memorables derrotas del FSLN.   Un 27 de agosto de 1967, las montañas de Pancasán, fueron el escenario sangriente de uno de las batallas más heroicas y decisivas en la lucha contra la dictadura de los Somoza. Ahí un grupo de guerrilleros sandinistas, liderados por Silvio Mayorga, enfrenta a la Guardia Nacional en una batalla totalmente dispar de armas de cacería contra el poder de fuego de los Garand, de las M-30, de las Thompson, las granadas de fragmentación y la superioridad numérica del enemigo, que marcó un punto inflexión en la visión del liderazgo sandinista y por supuesto en la historia del país y ese memorable combate, conocido hasta nuestros día como la Gesta Heroica de Pancasán, encendió la llama de la insurrección según narra en su momento  el Comandante Daniel Ortega Saavedra,  no  solo  hoy el máximo dirigente del FSLN, sino que además su más grande y legítimo historiador.
 
La operación en Pancasán no era simplemente un acto de resistencia, representaba un esfuerzo por parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), para establecer bases de apoyo en la zona rural, donde la miseria y la explotación eran aún más profundas. Los guerrilleros, jóvenes comprometidos con la causa sandinista, llevaron más que armas rudimentarias, la esperanza de un futuro libre de opresión, no obstante la emboscada que sufrieron por parte de la Guardia Nacional resultó en la pérdida de muchos de estos héroes,  sin embargo a pesar del dolor y el sacrificio, la “Gesta de Pancasán” tuvo un impacto profundo  en el pueblo nicaragüense, en la medida que la osadía de los medios de comunicación, que siempre estuvieron bajo la lupa de la dictadura, empezó a describir aquella carnicería y la brutalidad del régimen quedó al desnudo y entonces el coraje de los caídos, su martirologio   inspiró a miles de nicaragüenses a unirse a la lucha por la liberación de las garras del régimen y por eso siempre recordamos a los mártires de Pancasán, que  lejos de ser olvidados, se convirtieron en símbolos de resistencia y determinación, levantando a todo un pueblo en contra de las atrocidades cometidas.

Hoy honramos la memoria de los héroes caídos que entregaron la vida por la libertad, recordamos sus nombres como símbolos de la lucha por la justicia social, Rigoberto Cruz «Pablo Úbeda», Silvio Mayorga, Óscar Danilo Rosales, Carlos Reyna, Fausto García, Otto Casco, Ernesto Fernández, Nicolás Sánchez, Carlos Tinoco, Francisco Moreno, Óscar Armando Flores, Fermín Díaz y Felipe Gaitán de quienes podemos decir fueron la chispa  que encendió  la mecha de aquel paso de la montaña a la ciudad para  alcanzar el proceso insurreccional.

El Comandante Daniel Ortega explica que fundado el FSLN en lo que se piensa es en dar la  batalla desde la montaña porque  las experiencias revolucionarias en otras partes del mundo  era esa y que lo más fresco y cerca que se tenía era Cuba que ve que Fidel Castro  desembarca y pasa a las montañas de Sierra Maestra a organizar las columnas del ejército  rebelde para posteriormente bajar a las ciudades y desde ellas generar la caída de Francisco Batista y en esa lógica estaba metido el  liderazgo sandinista que  teniendo a Pancasán en el centro del país, en una zona espesa, pero con mucho campesino, pretendía  establecer una base guerrillera.
     
Pancasán al final generó una decisión, la que condujo años más tarde a “Octubre Victorioso” de 1977. Sin embargo, decidir no fue fácil, generó un debate interno, de las distintas visiones y esto generó divisiones, aunque desde todas ópticas el fin era el mismo, derrocar a Somoza, la dinastía y la dictadura, pero difiriendo del cómo hacerlo.      

En el debate existieron aquellos que plantearon incluso que lo mejor era formar primero el partido y después de este pasar a otra etapa de lucha, la armada. Daniel Ortega explica que no se comprendía que el partido ya había nacido: Diriangén, con Andrés Castro, con Zeledón, con Sandino, con esa referencia de grandes hombres había nacido y era el Frente Sandinista encarnando todas las batallas, todas las luchas y la rebeldía del pueblo nicaragüense.

Sobre este tema se conversó ampliamente con Carlos Fonseca y se le plantea que había que pasar a un tipo de lucha donde el pueblo no siguiera viendo al Frente Sandinista como algo solo heroico, dando la batalla, luchando como David ante Goliat, imaginándose que el FSLN estaba ganando batallas que no ganaba donde el pueblo era solo un observador y colaborador en las ciudades

La idea de sustraer la lucha de la montaña para llevarla a la ciudad tuvo entonces la acción de crear las condiciones de una insurrección popular con el fin de que el pueblo fuera su propio liberador y que no estuviera esperando que lo liberaran, sino que cada nicaragüense fuera un combatiente de su propia liberación.

El Comandante Daniel Ortega refiere como decisiva la salida de la de la montaña para formar unidades de combate, ir a la toma de los cuarteles de la Guardia Somocista y tomando los cuarteles hacerse de las armas de la GN y hacer crecer el ejército del pueblo.

De aquel Octubre Victorioso de 1977 a esta parte han pasado 48 años y debemos describirlo como una acción simultánea, inesperada e insospechada, metódicamente bien planificada y que retumbó nacionalmente, pero por su arrojo igualmente ante el mundo porque tuvo un efecto  desencadenante y el comienzo de la pesadilla para el último marine  y su dictadura  porque aquella insurrección armada era  la expresión superior de la acción revolucionaria, que marcaba el camino correcto de la liberación y que como imán atrajo la atención de los más escépticos  que se habían cruzado de brazos.

El 13 de octubre de 1977, 38 jóvenes que conformaban una columna dirigida por el actual copresidente de la República, comandante Daniel Ortega, en los alrededores de la hacienda San Fabián, ubicada a cinco kilómetros de Ocotal lista para ejecutar los planes de atacar y tomar el cuartel somocista; sin embargo, debido a la delación de un soplón los guardias interceptaron a los guerrilleros, dándose un cruento combate que se extendió por varias horas en la hacienda San Fabián.

Mientras eso sucedía en San Carlos y Masaya otros comandos guerrilleros se lanzaron contra los cuarteles de la guardia somocista de ambas ciudades, constituyendo estas acciones y la de Ocotal lo que posteriormente se conocería como la gesta de “Octubre Victorioso”.

Aquella acción político militar del FSLN generó  la coronación de la actividad propia de las masas explotadas: iniciaron las huelgas generales pacíficas, la comprensión de la insuficiencia como medio directo en la lucha política porque había que ir a más y entonces explotaron las manifestaciones populares espontaneas, las acciones de recuperación económica era por todos lados, los combates callejeros y las pintas en los barrios denunciando a la dictadura sangrienta, las huelgas políticas, las luchas de barricadas, la formación de destacamentos del ejército revolucionario fue vertiginoso e inmediato.

Tal panorama político, en el centro de una profunda crisis económica que afectó a todos por igual evidenció la existencia de condiciones claras y determinantes de una situación clave y revolucionaria que pone al frente en condición de vanguardia al Frente Sandinista de Liberación Nacional que desde el Patria Libre o Morir lanza y posiciona en la conciencia nacional la consigna de la insurrección armada que despega desde el “Octubre Victorioso” de 1977 y no para porque  el pueblo de Nicaragua percibe que el dictador está tocado y su libertad muy próxima.

Lo que siguió después fueron los levantamientos de septiembre en Managua. Las principales ciudades del país, fueron el escenario del ascenso ininterrumpido de las luchas; hubo un paro nacional -huelga de manos caídas le llamaron- convocado por el Frente Amplio Opositor (FAO) en el que estaban las dos grandes centrales sindicales del país y en medio de la crisis económica de la propia dictadura esto se prolongó  por más de quince días, la huelga de los empleados hospitalarios ya duraba un mes en demanda de mejoras salariales, pero obteniendo como respuesta la persecución a los dirigentes sindicales y la militarización de los hospitales, la declaratoria de huelga por parte del SCAAS en solidaridad con los trabajadores de la salud, el incremento de los paros docentes-estudiantiles, que desembocó a través del FER, Frente Estudiantil Revolucionario, del FES, Frente Estudiantil  de Secundaria, de las tomas a nivel nacional de universidades y centros educativos.

Esto fue para todo lo que representaba el régimen somocista algo insospechado y fuera de sus cálculos porque siempre en dictador creyó que el poder de sus armas y bayonetas serían más que la imperiosa libertad de un pueblo al que se le había privado del derecho a la vida.
 
Anastasio Somoza Debayle, el último y tercero de la dinastía, ante su inexorable caída busca un reagrupamiento  en el seno de la clase dominante que buscaba una solución a la crisis, pero una solución que garantizara sus intereses, no los del pueblo ni la liberación de este; Somoza y su camarilla, por su lado, a la par de reforzar la Guardia Nacional y de asegurarse su control total, dicta medidas de excepción, estado de sitio, en un intento vano de controlar la situación económica: El Congreso Nacional informa del nuevo Estado de Emergencia Económica cuyo efecto es nulo ante la decisión sí o sí de que la ruta hacia la liberación no tendría desvío.

La gran experiencia insurreccional para el derrocamiento de la dictadura somocista no podía esperar, y el FSLN condujo de manera indiscutible y certera los levantamientos armados. La respuesta del pueblo sandinista fue total; es la única razón que explica el control del ejercito por las fuerzas revolucionarias durante varios días sobre ciudades enteras ante los ataques de un enemigo feroz y mil veces mejor armado y entrenado donde los habitantes se sumaron directa o indirectamente o se integraron totalmente al Frente Sandinista de Liberación nacional.
 
Las masas explotadas, incluso las no organizadas, reconocieron en el Frente Sandinista de Liberación Nacional su campo político de acción, la simpatía fue absoluta, la aptitud del pueblo se transformó de una manera insospechada en colaboración heroica, al reconocer en la propia acción contra la dictadura, los gérmenes de su propio poder.

La Insurrección Popular Sandinista, desde el hostigamiento que podemos conceptualizar como  eventos pequeños, quizá una pinta,  una acción de recuperación económica, un grito en la madrugada de Patria Libre o Morir que  se volvió cotidiano, el sonar de cacerolas por parte de las familias desde el interior de sus casas en horas específicas concertadas entre los mismos vecinos,  hasta los enfrentamientos directos,  que ya eran acciones militarmente planificadas, con objetivos específicos, estudiados a través de métodos de inteligencia donde los correos jugaron un factor determinante para saber cómo  estaba en su posición el enemigo, la Guardia Nacional que estaba siendo  sometida a un gran estrés y cansancio en todo el país, lo que reducía su capacidad de reacción, fue una condición vital para ir construyendo el triunfo de la revolución en Nicaragua.

Políticamente no  faltaron sectores que ante el avance sin retroceso de los combatientes a los que el pueblo  llamaba “los muchachos” intentaron plantear soluciones “pacíficas” a la crisis nicaragüense, pero  el  origen era de los ideólogos burgueses, de los oportunistas, de los comparsas del poder dictatorial que sabían que la insurrección armada de un pueblo entero por su libertad a esas alturas del juego no iba a declinar jamás porque el ahora o nunca había llegado con la convicción añadida que la sangre de los mártires era la semilla de la paz y entonces  la guerra civil en Nicaragua fue una necesidad histórica y una condición indispensable para la implantación del poder popular.

En el entre tanto hubo largos, profundos, filosóficos y hasta violentos debates sobre si lo que debía proseguir a “Pancasán” era la formación de un partido desde el fragmentado liderazgo sandinista que en algún momento tuvo tres tendencias; la GPP, Guerra Popular Prolongada, que proponía desgastar desde la montaña al tirano; los proletarios que concebían que solo  con los obreros y campesinos se llegaría hasta el fin; y los terceristas, liderados por Daniel Ortega, que plantearon -tesis que al final  predomina- involucrar a todos los sectores del país contra la dictadura de Somoza.

Sin embargo la tesis de hacer de la lucha sandinistas un partido fue abrumadoramente descartada porque Diriangén, Nicarao, Adiact, Rubén, Zeledón, Sandino, desde el pensamiento nacionalista de cada uno de ellos, ya había hecho del FSLN un partido, una opción, una preferencia histórica, una ruta de liberación y  redención y esa convicción conduce a la unidad de todas sus tendencias,  la GPP maoísta, los Proletarios marxistas-leninistas, los Terceristas que somos nacionalismo de izquierda, social demócratas  y  creyentes de la teología de la liberación, el  8 de marzo de 1979 como un homenaje a las mujeres nicaragüenses, en un claro y justo reconocimiento a las heroicas madres de héroes y mártires, a las combatientes valientes, a las novias, a las esposas, hermanas, hijas y compañeras que contribuyeron en la lucha de liberación hasta derrocar a la dictadura somocista y eso explica porque el  celo hoy del FSLN como gobierno y máxima expresión política y social del país de dar a la mujer el lugar que tiene desde el concepto de la equidad de género por lo que esa unidad, a cuatro meses del 19 de Julio de 1979 fue determinante, como  representa toda unidad, para poner de rodillas al más grande dictador que alguna vez tuvo América latina.

El FSLN para el pueblo que desesperadamente buscaba liberarse del tirano y del sistema que lo oprimía fue conceptualizado siempre con un halo de heroicidad que le permitió contar con una gran base social de apoyo. “Los muchachos” como les llamaban destacaban como una especie de “Robin Hood” porque les caracterizaba la convicción de sus ideas y cada vez y cuando eran capturados por la guardia y eran expuestos ante la sociedad como terroristas o delincuentes la opinión del pueblo era de apoyo a estos y así lo vimos entre varios casos con los comandantes Carlos Fonseca Amador, Daniel Ortega, preso por siete años y Tomas Borge Martínez. Aquellos que caían presos salían solo muertos y los que lograron sobrevivir es porque fueron liberados a través de acciones ejecutadas con limpieza absoluta por sandinistas que con precisión quirúrgica probaron que la dictadura que no era invencible aspecto que fue determinante como  factor de motivación e inspiración tal como sucedió con el 27 de diciembre de 1974 cuando un comando del Frente Sandinista de Liberación Nacional se tomó la casa del ministro somocista José María “Chema” Castillo, propinando de esta manera uno de los golpes más duros a la dictadura somocista.

La acción guerrillera consistió en asaltar la casa de Chema Castillo y tomar como rehenes a los invitados a una fiesta de fin de año, entre los que se encontraba el embajador norteamericano de turno, así como políticos y ministros del régimen somocista. Como resultado de la acción una serie de guerrilleros y líderes sandinistas entre los que destacaba el comandante Daniel Ortega Saavedra, fueron puestos en libertad. La misión fue exitosa. Somoza accedió a la mayoría de peticiones, los presos políticos fueron liberados y junto a los miembros del comando fueron trasladados en un microbús junto al cardenal Miguel Obando y Bravo, que sirvió de mediador y posteriormente de garante, junto con otros embajadores. Todos fueron llevados al aeropuerto y trasladados en avión hacia Cuba.

De más envergadura aún y de más trascendencia nacional e internacional, por la profundidad de su impacto y osadía y jamás sospechada, fue sin duda alguna la “Operación Chanchera” es el nombre que asume la acción de tomar el Palacio Nacional de Nicaragua, en el momento en el que se celebraba una sesión del Congreso Nacional, realizada por un comando guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional el 22 de agosto de 1978.

El nombre oficial del operativo era “Muerte al Somocismo, Carlos Fonseca Amador” pero Edén Pastora el célebre Comandante Cero, lo denominó “Operación Chanchera” ya que popularmente se veía a los miembros del Congreso Nacional como chanchos y por ende al Palacio Nacional como una pocilga.

El comando denominado “Rigoberto López Pérez”, compuesto de 25 guerrilleros vestidos con los uniformes de la Escuela de Entrenamiento Básicos de Infantería (EEBI) (cuerpo élite de la Guardia Nacional) y liderados por Edén Pastora, Walter Ferreti entre otros, irrumpió en el salón donde se celebraba la sesión conjunta del Congreso de Diputados y del Senado a mediodía de 22 de agosto de 1978 secuestrando a senadores, diputados y otras figuras relevantes del régimen de Anastasio Somoza Debayle. La acción, encuadrada en la lucha armada del FSLN, concluyo 2 días después y logro: Liberación de 50 presos políticos, entre los que se encontraban Tomás Borge, René Núñez Téllez, Doris María Tijerino, la difusión de varios comunicados del FSLN en los medios escritos, hablados y televisados del país, pago de medio millón de dólares, garantía de salida del país de los componentes del comando.

El comando retuvo como rehenes a más de 3.000 personas que fueron liberando poco a poco en el transcurso de las negociaciones, en las que participaron como mediadores los miembros de la jerarquía de la Iglesia Católica en Nicaragua, el arzobispo de Managua Miguel Obando y Bravo, el obispo de León Manuel Salazar Espinoza y el de Granada Leovigildo López Fitoria, así como varios embajadores. La crisis se mantuvo durante 45 horas.

En el antes, durante y después de la acción desprendida del “Octubre Victorioso” de 1977 lo que desata la insurrección que explota firme en septiembre de 1978 es lo que conduce al triunfo de la Revolución Popular Sandinista que ya es otro tema de análisis y comprensión y por supuesto cargado de una inmensa riqueza para la posteridad de los tiempos.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

“OCTUBRE VICTORIOSO”

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