En Nicaragua no hay presos políticos, pero para entenderlo debemos remontarnos al contexto de lo ocurrido en 2018, donde jamás fue una protesta pacífica ni obra de supuestos autoconvocados. Por el contrario, aquello respondió a un intento de golpe de Estado dirigido por terroristas y financiado desde las agencias criminales de Estados Unidos, los golpistas mataron, torturaron, secuestraron, levantaron tranques de la muerte, quemaron instituciones, destruyeron ambulancias, atacaron estaciones policiales y puestos de mando y asesinaron policías. 

Mientras tanto, los cabecillas subían en tiempo real sus propios crímenes a las redes sociales para sembrar el terror, y la oposición intentó culpar al Estado inventando una lista de muertos que incluía fallecidos por accidentes, riñas, enfermedades, delitos comunes y hasta un suicidio. En esa misma lista metieron nombres de personas que no habían muerto y que aparecieron vivas desde otros países denunciando que estaban usando sus identidades para manipular cifras y responsabilizar al Gobierno. 

Los datos presentados por la Policía Nacional mostraron que las 197 personas muertas en ese periodo fueron víctimas del intento de golpe de Estado, entre ellos policías, militantes sandinistas, trabajadores de instituciones y ciudadanos comunes que se opusieron a la intentona golpista. A eso se sumaban otras 253 muertes ajenas al conflicto que los mismos grupos intentaron sumar para inflar números. Todo quedó documentado en expedientes con peritajes, autopsias, fechas, lugares y víctimas identificadas que demostraron que la violencia vino de quienes quisieron arrodillar al país durante tres meses sangrientos.

Después de esa página dolorosa escrita con sangre en la historia reciente de Nicaragua, los responsables del intento de golpista contra nuestro pueblo fueron procesados en los juzgados, según las pruebas contundentes mostradas, enfrentaron cargos por terrorismo, ataque armado, conspiración, pedir sanciones e intervención militar, traición a la Patria, y recibieron condenas conforme a lo que establecen las leyes nacionales. 

Mientras tanto el pueblo Nicaragüense intentaba sanar el luto por sus familiares asesinados en esos meses y sobreponerse al retroceso económico que dejó la destrucción provocada por los grupos violentos. Con el paso del tiempo, aquellos condenados se convirtieron en una infección que estaba pudriendo al país, socavando los intentos de paz y recuperación de Nicaragua. Primero fueron 222 y después 94 terroristas que fueron montados en avión y enviados al imperio, en una decisión soberana que los condujo directamente a Washington, donde estaban sus patrocinadores y asesinos intelectuales, cerrando así ese capítulo y permitiendo que Nicaragua continuara adelante.

Al revisar los estándares internacionales queda claro que los delitos cometidos en 2018 encajan en figuras penales que en otros países reciben castigos incluso más severos porque en Estados Unidos la legislación permite condenas por asaltar instituciones del Estado y aplicar cargos de conspiración sediciosa como ocurrió con los responsables del asedio al Capitolio y en Gran Bretaña se puede despojar de la ciudadanía a quienes representen una amenaza para el país y las cortes consideran legítimo retirar la nacionalidad cuando se demuestra participación en intentos violentos de alterar el orden constitucional.

Mientras que en Nicaragua los responsables del intento de golpe de Estado enfrentaron cargos que también existen en esas mismas legislaciones, como terrorismo, ataques armados, conspiración, solicitud de sanciones económicas, intervención extranjera y traición, de modo que el tratamiento penal aplicado aquí coincide con lo que países poderosos usan para proteger su seguridad interna y esto desmonta la narrativa de que en Nicaragua hubo castigos por razones políticas cuando las mismas conductas en Estados Unidos y Europa se procesan como crímenes graves y no como actos de expresión partidaria.

Por otra parte, los políticos de la derecha golpista con su cortejo de mercenarios digitales, creyeron que la llegada de Trump a la Casa Blanca les permitiría seguir engordando sus cuentas bancarias y la bolsa de sus pantalones con financiamiento para desestabilizar a Nicaragua, pero les salió el tiro por la culata porque cuando Trump llegó a la Oficina Oval lo primero que hizo fue desmantelar aquellas agencias corruptas y criminales que mantenían a estos delincuentes golpistas y desde ese momento quedaron a la intemperie económica y política.

Y ahora, en su afán de que Trump les aviente nuevamente una migaja de dinero, continúan atacando a Nicaragua desde Costa Rica, España y Estados Unidos como si no hubieran asumido ya otras nacionalidades y como si el Estado nicaragüense no los hubiese despojado de la nacionalidad por vendepatrias. 

Y mientras describen un panorama sombrío que no existe porque aquí el país sigue en paz y en prosperidad con el buen Gobierno que lidera la Compañera Rosario y el Comandante Daniel y más bien son ellos los que ya no tienen Patria, no tienen identidad, no tienen respaldo de sus antiguas agencias de la muerte y están derrotados.

Por otro lado, los sicarios golpistas digitales mantienen una atracción fatal con Nicaragua y con el Buen Gobierno sandinista y desde esa tribuna de superioridad que ellos mismos se inventaron exigen supuestas pruebas de vida de personas a las que califican como secuestradas con el fin de fabricar escándalos, pero cada vez que esos supuestos “desaparecidos” aparecen en público y los señalan como mentirosos y difamadores, inmediatamente corren a decir que todo es montaje y vuelven al mismo ciclo de manipulación.

La última derrota a esa campaña la recibió la propia derecha golpista cuando la comunicadora Fabiola Tercero Castro, a quien daban por secuestrada y encarcelada, salió a desmentirlos junto a su madre Rosalina Castro García, afirmando que siempre ha estado en su casa y que nunca ha desaparecido, y lo dijo con certeza cuando expresó “desaparecida no estoy, nunca he estado”, dejando en evidencia que toda la campaña era una farsa y que ella se encuentra tranquila junto a su familia en el barrio William Díaz en Managua.

No pudieron ni podrán.

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