Los trágicos acontecimientos del 19 de abril seguirán, no sé por cuanto tiempo, siendo el tema predominante en cualquier estamento de nuestra sociedad. Lo sucedido es un dantesco episodio que nos marcó de la misma forma que escenas similares del pasado nos golpearon y de cada crisis que se originó en esas circunstancias siempre deseamos que nunca más se volviesen a repetir en el futuro que ahora es nuestro presente.
Por si solo el impacto emocional que recibimos fue enorme por la difusión e inmediatez de cada suceso en cualquier desde muchas partes del país y en la medida que avanzan los días nos resulta más traumático porque hiperbólicamente la aborrecible mentira hizo presencia tomando espacios en algunos canales de televisión, periódicos y redes sociales para imponer su versión y acribillar burdamente la verdad.
Por lo que escribo y digo en este editorial quiero ser categórico y enfático para que la mentira no manipule lo que quiero expresar y en ese sentido desde lo más hondo de mi corazón lamento de muerte de nicaragüenses, independientemente de que sean estudiantes, policías, transeúntes o periodistas. Lamento las quemas, los robos y los saqueos y más aún el oportunismo de algunos para obtener réditos de la sangre derramada.
La espontaneidad es la característica de los procesos provocados no por agentes exteriores, sino por causas internas desde una iniciativa muy personal. Es decir, eres espontaneo cuando te nace hacer algo sin que nadie te lo sugiera o recomiende, cuando reaccionas en uno u otro sentido como reflejo de tus propios criterios sin influencias determinadas por personas, aunque sí por lo que percibes en el medio ambiente en el que te desenvuelves.
Por la razón anteriormente expuesta, cuando la resistencia generalizada a la reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social surgió muchos la vimos legítima porque sentimos la mano ajena en nuestros bolsillos, al menos en los bolsillos de quienes sí hemos cotizado. Al conocerse la medida, que debió ser tomada definitivamente en consenso, para que el costo fuera más distribuido, nadie pensó en que había dolo e intención de dañar o afectar a la gran colectividad, sino en que aquello era una operación extremadamente dolorosa de la que todos teníamos conciencia que había que realizar, y desde hace mucho tiempo atrás, porque la cantata de que el INSS está enfermo, que el INSS está quebrado y que había que tomar decisiones urgentes para salvarlo o para prolongar su agonía, ya era constante de parte de los organismos internacionales.
El asunto es que, en un plan fraguado que se venía tejiendo muy silenciosamente desde hace muchísimo tiempo y que ya estaba en marcha y solo a la espera del momento propicio que les mostrara el pretexto ideal, surgió la reforma del INSS que fue solo la chispa que expuso el verdadero fondo del asunto; el planteamiento de un montón de demandas políticas que contaminaron la protesta estudiantil y ciudadana para llamar a la sedición, la de un grupo de políticos, íntimamente cercanos al MRS, que pretenden el derrocamiento del gobierno constitucional para emerger ellos, a nombre de la institucionalidad, como salvadores de la patria.
En el contexto me parece una locura la aparición de quienes agredieron a los estudiantes y que antisociales se hayan infiltrado para lanzarse al robo, al pillaje y a la violencia lo que escaló un enfrentamiento que como siempre supimos cómo empezó, pero que aún estamos tratando de descifrar cómo terminará porque la violencia continua, en menor escala si se quiere, pero continua como las réplicas detrás de cada terremoto, amenazando con volver con mayor intensidad y creando en el estado anímico de las personas una inestabilidad síquica angustiante que ha llevado a muchos al hospital en calidad de víctimas pasivas o no contabilizadas donde particularmente hay personas mayores o de la tercera edad con padecimientos crónicos, coronarios, diabéticos o hipertensivos.
Los choques, otra vez entre los mismos nicaragüenses, dejaron muertos cuya cantidad no es precisa, pero habla mucho de quienes, desde la exacerbación de los odios, del interés de lanzar a unos contra otros y de atizar los fuegos, manipulan una cantidad que por la verdad histórica debe ser precisada. Uno solo que haya caído, independientemente de qué bando fuera, nunca debió suceder, pero entre las muchas mentiras que han surgido es que los números no coinciden y se acentúa morbosamente a las víctimas como si solo fuesen estudiantes y en otra categoría a los policías, al colega periodista y a los que no tenían nada que ver en el conflicto, y hasta en el mismo bolsón, cadáveres, qué por estar en la morgue en el momento de los acontecimientos, los sumaron a las cifras que irresponsablemente un canal de televisión decía que eran muertos que el gobierno estaba ocultando, tal ha sido el grado de perversidad.
Se percibe como un error y claramente lo fue el haber cerrado medios de comunicación durante la etapa de la desbordada protesta y aunque como periodista no puedo avalar ningún tipo de censura, debo dejar constancia que, en otros países, por razones de seguridad nacional, medios que en el centro del conflicto como el vivido son cerrados, no para coartar el derecho que tienen para informar, sino para que no desinformen, para que no echen gasolina a la hoguera, para que no hagan apología del delito, para que no llamen a la sedición y desborden circunstancias desde un discurso políticamente interesado que estimule el derramamiento innecesario de tanta sangre, tal como sucedió y por lo cual sufrimos.
Debo decir que, sino fue correcto el cierre de un medio de comunicación, tampoco lo ha sido el silencio que sobre otro tipo de agresión a la libertad de prensa cayán los que promueven esta prolongada asonada y es que muchos periodistas que pertenecen a los llamados “medios del poder ciudadano” fueron insultados y amenazados de muerte y en esto último de las amenazas me incluyo y aunque ha sido público los activistas de los derechos humanos, que se dicen ecuménicos en su trabajo, no dijeron una sola palabra sobre la inseguridad de estos colegas y seguramente ha sido así porque desde el ejercicio de su posición política ellos solo miran por los “derechos humanos y no por los izquierdos humanos”.
En el contexto general las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social solo fueron el pretexto. Meses atrás, ante la incapacidad del oposicionismo por hacer mella en la base del partido en el poder para debilitarlo y capitalizar los errores que como siempre todos los gobiernos cometen, vinieron, como gota de agua persistente sobre la piedra, desarrollando una campaña mediática llena de odio pero nunca de propuesta que fue patrocinada por agencias que como el USAID financió a medios de comunicación, a periodistas y a políticos que se dedicaron a tiempo completo a crear las condiciones sicológicas para la sedición.
Los ejes de esta estrategia se montaron en temas institucionales que debieron ser resueltos hace mucho tiempo, aunque ya estén siendo abordados por la O.E.A, pero tuvieron más influencia aquellos como la eliminación paulatina del subsidio a la energía eléctrica, los aumentos en los combustibles y la carestía misma de la vida, que, junto a la merma total de la ayuda venezolana, que redujo los programas sociales, crearon un decrecimiento macro económico que empalmaron con la decisión errónea de las reformas al INSS. Todos estos temas tienen por origen factores externos como el aumento en los precios del petróleo y la presión misma del Fondo Monetario Internacional en el caso de las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, lo que hay que reconocer se convirtió en la tormenta perfecta para quienes dieron el banderillazo de salida a una protesta que de pacífica no tuvo, ni tiene absolutamente nada.
Siempre exalté y lo sigo haciendo el manejo de nuestra macro economía porque los que sabe de administrar pesos y centavos lo dicen internacionalmente, pero también reciento que me metan la mano a la bolsa por los aumentos desmedidos, digo yo, de los combustibles, por la carestía de la vida, por la energía o por la devaluación porque el dólar cuesta más y el córdoba vale nada y me ensordece la grita de algunos, que aunque socialmente nunca han propuesto nada, porque no les nace y porque creen que la democracia es únicamente política, que insisten el temas institucionales que francamente, creo yo, no requieren de tanta ciencia como por ejemplo sacar del Consejo Supremo Electoral a su actual presidente y hacer un estudio de toda la estructura de este poder.
Todo esto condujo, en buena hora, aunque desde una protesta que de pacífica no tiene nada, pero sí de terrorista, al planteamiento de un diálogo nacional que está en curso, pero que torpedean descaradamente los que siempre lo pidieron y los que paradójicamente dicen y exigen que tienen estar en él y mientras así lo pregonan condicionan diciendo que el único punto de agenda es que se vaya Daniel y Rosario y ponen el tema con golpes sobre la mesa, dicen ellos, por respeto a la institucionalidad, pero pasando por encima de la constitucionalidad. De este planteamiento, por demás absurdo, se hace eco un alto prelado católico que pretende anular, menguar o disminuir el principesco grado cardenalicio de nuestro Arzobispo Leopoldo Brenes, que por decisión de la Conferencia Episcopal estará al frente del histórico e importantísimo rol mediador de la iglesia en la procura de calmar las tempestades.
Para una porción intransigente, experta en poner pelos y muros, a la salida posible y que se deja atrapar por la fantasía este prelado de quien hablo estará también como garante y mediador en el Diálogo, pero es el mismo vanidosamente gustoso de las cámaras y de las redes sociales, protagoniza desde la investidura de Pastor que debe tener, un papel teatralmente hollywoodense, que muy contrario al llamado de paz que nos hizo enviar el Papa Francisco desde el Vaticano en su calidad de Sumo Pontífice, anima y pregona la violencia al mejor estilo de cualquier oposicionista en ruta hacia una candidatura presidencial. Yo creo que en su calidad de profesional de la Fe cualquier Pastor de la Iglesia, sea esta católica o evangélica, puede tener sus preferencias políticas, pero no puede evidenciarlas, no puede tirar maldiciones a ningún proceso de paz, porque entre sus fieles hay gente que apoya al gobierno y gente que no e ideológicamente hay de todo y cuando un sacerdote toma bando por uno y por otro daña a su iglesia y se daña así mismo.
En los últimos días hubo tres monumentales marchas en Managua, la convocada por los empresarios que resultó un homenaje merecido a los caídos y que marchó hacia la UPOLI, la de la Iglesia Católica que se concentró en tres puntos de la capital y culminó en la Catedral y la del gobierno en la llamada Plaza de las Victorias donde se invocó un impresionante minuto de silencio por los muertos y en las tres lo que predominó fue la invocación a la paz y a ese deseo de paz nos abrazamos todos los nicaragüenses porque con la aspiración de que nuestro país mejores queremos volver hasta el día antes que se anunciaron las reformas al INSS por lo cual se prendió la mecha a esta pesadilla que no termina, que continua siendo atizada desde algunos medios que hacen apología del delito y que siguen lanzando a los jóvenes a la calle para jochar, para retar a los policías, para insultarlos, para manchar el cristal de sus protectores, porque quienes están detrás, protegidos en sus oficinas y en aires acondicionado, con viandas, café y ron y bien vestiditos, quieren más destrucción, quieren más sangre, quieren más heridos, quieren más muertos.
La inmensa mayoría de los nicaragüenses, de cualquier parte que sean, queremos paz, queremos el retorno a la normalidad, queremos salir a las calles con la seguridad de transitar libres y regresar vivos a nuestros hogares. Queremos un detente a las marchas y a los piquetes, al derribamiento de los árboles de la vida que, aunque no gusten a algunos y a otros sí, no tienen la culpa de lo que pasa y al final nos cuestan a todos. Debemos tomar lección de los acontecimientos y darnos cuenta que no hay nada que justifique la destrucción infraestructural, económica y moral del país.
Si hablamos de diálogo para tratar nuestros conflictos y arreglarlos ambientemos ese diálogo; Si ya cayeron compatriotas que deberían estar vivos no creemos condiciones para que mueran más; Si exigimos la legítima libertad de expresión que demanda la democracia que sea para informar no para hacer apología del delito; Si el rol de algunos es la de pastores de la iglesia con altísima investidura que abrace sinceramente la paz y deje de incendiar desde claras proclamas políticas una atmósfera que requiere urgentemente ser distensionada; Si se sigue insistiendo en las protestas entonces que sean pacíficas y que se respete la posición de otros porque también tienen derecho a manifestarse y de una vez por todas dejemos de mentir, dejemos de falsificar la realidad.
Ya es hora por los miles de muertos de ayer y por los muertos de hoy que asumamos ciudadana y patrióticamente una actitud seria y responsable. No es posible que a estas alturas haya quienes tomen como juego los incendios que provocan y después se van a comentar muy amenamente en una cantina lo que fueron capaces de estimular. Las cosas materiales, aunque representen pérdidas y en el andar del tiempo se repongan, no son tienen un peso tan determinante en nuestras vidas como el daño moral que se propina a toda la nación y a su imagen hacia el exterior. Nuestro corazón sangrante ha sido marcado. El fierro decepcionante de la impotencia nos marca ciertamente, pero tenemos fe, de verdad, de convicción y certeza que Dios en su inmensa misericordia posará sus manos sobre nuestros pensamientos para encontrar una solución negociada y perdurable por el bien de nuestro futuro.
POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASÍ PENSAMOS EN EL MOMENTO.