Un muy buen amigo, a quien tengo en alta estima, colega en la Asamblea Nacional y tremendo médico, el Doctor Víctor Treminio, me hizo llegar una metáfora satírica que retrata de pies a cabeza a individuos, instituciones y naciones que hundidas en un mar de problemas, imposibles de hallarles la más mínima solución, se agarran de cualquier cosa para auto convencerse de que ellos pueden hacer las de Jesucristo de resucitar al tercer día y son tan optimistas en la negación de su mortuórica realidad, que creen incluso hacerlo antes del tiempo que le tomó al único que a lo largo de la historia de la humanidad volvió después de vencer a la muerte y son tan necios en el empeño que ahogándose en las oscuras y frías  aguas del mar retan todo sentido común y se ponen  al cinto grandes fajones de plomo porque apuestan a que la bruta necedad los sacará a flote. 
         
La necedad destaca en una persona que usa mal la inteligencia que Dios le dio y que como ente diabólico se apodera de la destreza del razonamiento o del sentido común para hacer que los individuos tomen decisiones equivocadas y absurdas desde cualquier punto de vista y de ahí el nexo íntimo que tiene con la estupidez, imbecilidad, idiotez, sandez, bobería y tontería para no sobre abundar en muchísimos sinónimos más que le podemos encajar a la brutalidad extrema siendo la primera de ellas aquellos que dudan de la existencia de Dios porque a esos fácilmente los desarmamos con preguntas como estas;

•     ¿Quién hace el aire que respiramos?
•     ¿Quién hace el agua que bebemos?
•     ¿Cómo entender el misterio de la vida?
•     ¿Quién hizo la tierra, el sol, la luna, todos los planetas?
•     ¿Quién puso en el Edén los frutos que comemos sobre nuestra mesa?
•     ¿Quién pobló los campos en un principio con las especies que nos alimentan y quien 
             los mares con sus delicias?
•     Quien nos concibió como un factor reproductivo.

A estas preguntas los ateos, los agnósticos que para mí son lo mismo, te dicen que eso es producto de la ciencia y la inteligencia del hombre, pero, ¿quién creó al hombre, quien lo dotó de inteligencia? La inmensa en la humanidad conocemos la respuesta y solo la minoría montada en un caballo muerto se niega a bajarse y dejarlo, por mucho que al animal le sobrevuelen los zopilotes de tan podrido que está.      
 
Esta reflexión que mi apreciado Diputado y Doctor Víctor Treminio me hizo llegar es muy importante para que la necedad se vea en el espejo de esta metáfora satírica porque es importante darnos cuenta hasta dónde la imbecilidad de nadar contra corriente puede llevar a una persona que por la estupidez del orgullo muchas veces no se baja de la mula o de la bestia porque quiere convencer a los demás que el camino que anda es el correcto aunque ese mismo camino lo conduzca al abismo o despeñadero.  
 
Estas personas o individuos que más adelante precisaré en lugar de abandonar el caballo o la bestia muerta, incluso ya engusanada y desmenuzada por los buitres lo que hacen es comprar una nueva albarda para volver a montar al animal o dicho de otra manera asumen cualquier argumento para hacer creer que sí o sí tenía la razón, aunque todo el mundo y con mucha indignación complacidamente los deje tirarse al abismo ante tan exagerada brutalidad.
   
Otra vulgar muestra de ceguera manifiesta es que estos tipos, viendo el caballo muerto, insisten en alimentarlo llevándole a las tapas, fauces u hocico la comida que el cadáver gustaba lo que implica por decirlo de alguna manera rumiar errores que fácilmente llevan a la empresa o al propósito al fracaso total.

Muchas veces la terquedad en vez de arreglar el problema enterrando al caballo muerto para usar uno vivo, lo que decide es cambiar el jinete como si el cadáver fuera el que va sobre la silla y es un ciclo que repite una y otra vez en su auto engaño.

Estos individuos de los que habla la sátira despiden al encargado de los caballos y contratan a uno nuevo esperando que el resultado cambie, pero nunca le dieron al animal las vacunas correspondientes, el pasto adecuado, el trato debido, el uso correcto y todas las consideraciones del caso porque si abusaste de sus fuerzas y capacidades físicas entonces lo mataste. Lo peor es que clarísimo de lo anterior te reuniste con otros dueños de caballos para discutir si al final fue el trato que le diste al animalito lo que le terminó causando la muerte.

Sin embargo, la cosa no para ahí teniendo en sus narices las causas reales por las cuales murió el caballo sigues analizando los por qué creando equipos de análisis para determinar hechos que son más que evidentes y así los científicos trabajan durante meses, levantando informes y finalmente, tras comparar la situación con otros caballos muertos concluyen lo obvio: el caballo está muerto y seguirá estando muerto por falta de administración, entrenamiento, preocupación y dedicación.
   
Finalmente, toda esta locura puede llegar al extremo de la necedad de redefinir el concepto de "muerto" para convencerse de que el caballo aún tiene posibilidades aun incluso de haber sido enterrado semanas atrás.

¿Qué es lo que creo yo debemos aprender de la teoría del “caballo muerto”? Simple que desnuda a muchas personas y organizaciones que prefieren negar la realidad y desperdiciar tiempo, recursos y esfuerzos en soluciones inútiles, en lugar de aceptar el problema desde el principio y tomar decisiones más inteligentes y efectivas.

José Ortega y Gasset decía que “cuando un loco o un imbécil se convence de algo, no se da por convencido él solo, sino que al mismo tiempo cree que están convencidos todos los demás mortales” y fíjense que es un muy buen tema para que lo estudiemos porque aquí hubo necios malvados y diabólicos, -ya no están aquí, ni nunca más volverán a estar aquí- que fracasaron en el 2018 en su intento de destruir al país y siete años después sin razón, insisten en hacer lo mismo.

Hay personas que creen que lo más conveniente es olvidar, no seguir hablando de lo que sucedió en el 2018, seguramente fueron hechores o cómplices de aquella tragedia o simplemente carnes muertas, en consecuencia indolentes, que no les importó lo que pasó, pero lo vivido fue una pesadilla solo propia de las películas más siniestras de terror y lo digo así porque la mano criminal que ejecutó aquel baño de sangre sigue estimulando el odio y la violencia para que se repita la historia, pero Benjamín Franklín, padre fundador de los Estados Unidos, ahora convertido en un imperio satánico sostenía que “es contrario a las buenas costumbres hacer callar a un necio, pero que es una crueldad dejarle seguir hablando.".

Nosotros no tenemos ninguna duda de lo que terminó con el “caballo muerto” de aquel 2018. No necesitamos buscar albardas distintas, nuevos jinetes, hacer asambleas o reuniones con expertos para que nos digan porqué murió tanta gente, porque la destrucción, porqué las quemas, porque las torturas, porqué los tranques.

No necesitamos que nos digan hasta dónde se involucró una parte élite del clero católico, ni quien les financiaba, ni quien estaba detrás de todos ellos, ni que fines y objetivos perseguían, ni a quien servían, ni a quien imploran hoy para que no les quiten la plata que los hizo politiqueros y mercenarios microfoneros que en su necrofilia coprófaga siguen como vampiros rumiando la sangre de los que asesinaron.

Ellos los que están atrapados en la teoría del caballo muerto que bien que sigan la ruta hacia el despeñadero, mientras nosotros los que mantenemos al caballo vivo, la empresa que nos representa la nación, porque supimos cuidar de ella, somos jinetes que supimos condescender con la nación, la que continuamos construyendo cada día de nuestras vidas.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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