Estados Unidos vive financiado con pura deuda, pues gasta más de lo que produce y equilibra sus cuentas estirando la mano y pidiendo dinero prestado desde hace décadas, y para muestra un botón, en 2023 el Congreso volvió a subir el llamado techo de la deuda para mantener la operación del gobierno y el monto ya supera los 33 billones de dólares, más de una vez y media el valor anual de su economía.
La composición de ese pasivo muestra su alta dependencia, más del sesenta por ciento está en manos de inversionistas y entidades estadounidenses como fondos de pensiones gobiernos locales y la Reserva Federal y cerca de un tercio pertenece a acreedores extranjeros donde China y Japón encabezan con más de un billón cada uno seguidos por europeos, países petroleros y fondos soberanos asiáticos. El Tesoro emite bonos para cubrir lo que no alcanza con impuestos y los compran bancos gobiernos y particulares porque los tratan como inversión segura, esa seguridad descansa en que siempre paga, pero el pago real depende de que el Congreso autorice más endeudamiento, así se arma un ciclo permanente en el que se toma deuda para pagar deuda y para sostener el gasto corriente.
Ni los años de crecimiento, o sea, de vacas gordas, pueden quebrar la inercia, en lugar de reducir pasivos cuando hay abundancia Washington expande el presupuesto militar agrega subsidios y extiende programas internos que consumen grandes sumas y el endeudamiento deja de ser una herramienta de emergencia para convertirse en práctica estructural. China queda situada como acreedor clave porque durante años compró grandes cantidades de bonos del Tesoro para fortalecer sus reservas y estabilizar su moneda frente al dólar, esa decisión la volvió pieza funcional del engranaje financiero de los Estados Unidos y cada vez que el Tesoro busca liquidez los flujos de capital chinos y también los japoneses inclinan la balanza
El fenómeno trasciende lo financiero porque el país emite la moneda de referencia y eso le permite pedir prestado sin perder credibilidad inmediata ya que el mundo opera en dólares, pero ese privilegio disfraza una vulnerabilidad de fondo, la estabilidad depende de que otros sigan confiando en su palabra y en la suerte de sus bonos. El costo del servicio de la deuda aumentó y en este 2025 que está por concluir se estimó por encima de 900 mil millones de dólares, una cifra mayor a lo que se destina a educación o transporte, dinero que no va a infraestructura ni a programas sociales sino al pago a quienes financian el déficit y que se sostiene con nueva deuda
Cada pelea por el techo de la deuda termina convertida en un forcejeo político que deja ver la fragilidad de un modelo que no se autofinancia, sin nuevos préstamos la administración tendría que diferir pagos a empleados jubilados y contratistas y por eso cada vez que se acerca el límite legal aparece la amenaza de cierre gubernamental como muestra del peso del endeudamiento.
Los bancos centrales y los organismos internacionales observan con cautela porque un tropiezo de Estados Unidos pegaría de inmediato en los mercados mundiales, los bonos del Tesoro son base de garantías operaciones y reservas y esa interdependencia explica por qué tantos países siguen comprándolos aun con riesgos ya que dejar de hacerlo desacomodaría sus propias finanzas.
El cuadro final es un equilibrio precario donde la potencia sostiene su estabilidad con crédito ajeno, por lo que carece de autosuficiencia real y su fortaleza depende del momento y la paciencia de quienes compran su deuda mientras el gasto siga por encima de los ingresos y el déficit se cubra con nuevos bonos.
Estamos pues ante una potencia militar que domina océanos y mercados, que imprime la moneda con la que el planeta comercia, que tiene armas nucleares y bases en todos los continentes, pero que no puede sostenerse solo porque su economía está construida sobre consumo y deuda, viviendo entonces del crédito que el resto del mundo le facilita, y ese es su talón de Aquiles, la tal superpotencia imperialista que manda sobre todos, necesita que todos le sigan prestando.













