En casi todas las obras de tragedia del antiguo teatro griego, las o los protagonistas han cometido un delito moral fatal lo cual los lleva a un desenlace mortal, casi siempre facilitado por una desmedida soberbia. En el caso del progresivo colapso del Occidente colectivo, se trata de cinco siglos de incontables crímenes de conquista genocida y esclavismo. Pero la odiosa cultura de soberbia no permite a sus dirigentes admitir que la riqueza y el poder político-militar de sus países se deben a esa genocida criminalidad. Esta soberbia ante el declive del poder del Occidente colectivo se ha expresado en la mala fe diplomática y la agresión unilateral que han agudizado la falta de cooperación y confianza que caracteriza la actual crisis internacional.
A nivel doméstico, la agresiva política exterior del Occidente colectivo se refleja en el militarismo y la represión política y económica contra sus propias poblaciones. Todo el mundo es testigo que el Occidente colectivo reprime y criminaliza la protesta legítima contra el genocidio del régimen sionista contra el pueblo palestino. Sin embargo, siguen fingiendo que son moralmente y culturalmente superiores y se preguntan por qué el mundo mayoritario ya no responde como antes a sus órdenes y exigencias. Así que la historia contemporánea resalta la incapacidad de las sociedades norteamericanas y europeas de entender, mucho menos superar, las secuelas de su histórica soberbia imperialista.
Las clases gobernantes occidentales no entendían el significado correcto de la disolución de la Unión Soviética al fin de 1991 y el consiguiente fin de la Guerra Fría. Como siempre, malinterpretaron la buena voluntad de sus antagonistas como debilidad y aprovecharon para imponer a nivel internacional la tiranía de su ideología neoliberal. Una pequeña fascista élite empresarial y financiera norteamericana y sus sirvientes europeos aplicaban su poder político-militar alrededor del mundo al servicio de sus intereses empresariales por medio de una extorsionista globalización. La mentalidad triunfalista de los gobiernos occidentales despreciaba el paulatino avance soberano de la economía de la República Popular China.
También descartó tajantemente una posible recuperación de la economía rusa o un posible resurgimiento del antiimperialismo en América Latina. Europa tomó la fatal decisión de someter sus desiguales pueblos soberanos a una integración progresivamente más centralizada y la camisa de fuerza de una moneda común. Los gobiernos de los países de África quedaron sometidos a las neocoloniales estructuras de comercio y finanzas. Se asumía que los países asiáticos iban a alinearse cada vez más estrechamente bajo el liderazgo occidental. Y se supuso que las brutales medidas coercitivas contra Irán tarde o temprano iban a lograr un cambio de régimen en el país para asegurar el dominio regional de Israel.
Poco a poco, todas estas suposiciones se demostraban ser erróneas. En 1999 Rusia rechazó la ilegal guerra de agresión de la OTAN contra Serbia. Con enorme sacrificio, Cuba superaba la aguda crisis provocada por el fin de la Unión Soviética. El Comandante Hugo Chávez ganó la presidencia de Venezuela y con otros nuevos gobiernos anti-imperialistas en América Latina derrotaron el intento norteamericano de imponer a nivel continental un tratado de libre comercio neoliberal. Fallaron también los esfuerzos occidentales de doblegar a la Corea Democrática y a la República Islámica de Irán. En 2000, Hezbollah expulsó a las fuerzas sionistas del Líbano y su derrota de Israel en 2006 fortalecía el Eje de la Resistencia contra la ocupación sionista de Palestina.
China consolidaba su papel protagonista en el desarrollo de Asia Central y Asia Sur-Este. Rusia mantenía su estrecha relación estratégica con la India. El desarrollo de la Organización de Cooperación de Shanghai y el grupo de países BRICS abría nuevas opciones para el desarrollo humano de los pueblos del mundo mayoritario, especialmente los pueblos de África. En 2008 y 2009 el colapso del sistema financiero occidental fue un momento decisivo que conducía a la creciente agresión occidental contra las expresiones de soberana independencia por los pueblos del mundo mayoritario mientras las economías occidentales han quedado estancados en un largo período de depresión económica.
La falta de competitividad de las economías occidentales y la creciente crisis doméstica de empobrecimiento y desigualdad también se debe a la desmedida soberbia de las élites gobernantes occidentales. La destructiva naturaleza anti-social del capitalismo occidental impulsa una despiadada guerra de clase en que las pérdidas de las grandes empresas se socializan, mientras las ganancias quedan con las élites fascistas. Como ha dicho el famoso especulador financiero Warren Buffet, 'Es cierto que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, que está haciendo la guerra, y estamos ganando.'
Al fondo, la crisis actual de las sociedades occidentales se debe a la acumulación de los efectos negativos de la persistente falta de una razonada planificación democrática. La victoria ideológica del fascismo neoliberal durante los años 1980s y 1990s provocaba el descuido de una sana cultura de administración pública necesaria para asegurar la estabilidad socioeconómica. La falsa ideología del mercado libre provocaba el desprecio para el sector público y una desaconsejada centralización de la planificación de las políticas públicas en manos del sector financiero que naturalmente prioriza las ganancias empresariales sobre las necesidades y aspiraciones de sus poblaciones.
En las relaciones internacionales, después de la disolución de la URSS, las élites norteamericanas y europeas se acostumbraron a un dominio global lo cual disminuyó la importancia de una planificación acertada para garantizar factores económicos esenciales. Pensaban que siempre iban a poder exigir y recibir lo que querían extraer del mundo mayoritario cómo y cuándo quisieran. Ahora, al no poder hacerlo como antes, descubren que no pueden conseguir todo que necesitan y no han planificado para esta situación. Esta realidad se demostró enfáticamente cuando China, gracias a su efectivo monopolio de productos derivados de las tierras raras, forzó al gobierno de Donald Trump a quitar sus exageradas aranceles contra los productos chinos.
Los gobiernos del mundo mayoritario reconocen que el futuro del desarrollo humano de sus pueblos depende de mayores relaciones comerciales y financieras con los países eurasiáticos, si fuera posible sin perder los beneficios de acceso a los mercados norteamericano y europeos. Esta realidad tiene muchas importantes secuelas negativas en las economías occidentales que no previeron la situación de desventaja en que se encuentran ahora. Entre otras cosas, se trata de la falta de vivienda a precios accesibles para la mayoría de las familias, la incapacidad de sus sistemas de salud pública de proteger las poblaciones de una pandemia como el Covid-19, el atraso tecnológico en varias esferas cruciales como la energía nuclear o la falta de capacidad de suficientes fuentes adecuadas de energía renovable.
En el caso de los países europeos, como resultado de haber cortado sus relaciones con Rusia, ya no tienen la seguridad energética con que contaban antes a base del gas y petróleo ruso seguro y barato que antes constituyó 40% del mercado energético europeo. Ahora las industrias y los hogares europeos dependen por su energía de los constantes vaivenes de los volátiles mercados globales. La decisión por las élites gobernantes europeas de politizar los suministros de energía significa que ahora sus países se encuentran más y más sujetos a las presiones geopolíticas y geoeconómicas de los países productores de recursos energéticos y los países intermediarios.
En su boletín de mayo este año, el Banco Central Europeo afirmó que las políticas comerciales y energéticas globales están cambiando para promover mayor resiliencia y seguridad en vez de la liberalización y la eficiencia. Pero son precisamente las políticas de los gobiernos europeas que han destruido la resiliencia y la seguridad de su suministro energético para la industria doméstica y un competitivo comercio exterior. Relacionado al tema de la politización del mercado internacional de energía es el mercado de materias primas necesarias para la economía verde, especialmente los vehículos eléctricos. El Banco Central Europeo reporta que la fabricación de los vehículos eléctricos requiere seis veces más insumos minerales especiales que los automóviles convencionales.
La preocupación del Occidente colectivo para disminuir las vulnerabilidades de sus cadenas de suministro energéticas e industriales significa que no tienen la intención de asimilar de manera pacífica las nuevas estructuras y patrones de las relaciones internacionales. Su contraproducente aspiración de reducir riesgos choca con el imperativo de promover el comercio. La aspiración de lograr un nivel satisfactorio de competitividad depende de un aumento significativo en la inversión y el acceso a suficiente mano de obra calificada.
Sin embargo, Sputnik reporta que las inversiones extranjeras directas en la economía de la Unión Europea en 2025 han caído a su nivel más bajo en 10 años. A pesar de eso, las élites occidentales han intentado excluir exitosas empresas chinas como Huawei o ZTE de los mercados domésticos y han llegado al extremo de aplicar expropiaciones. Bajo presión norteamericana el gobierno holandés expropió la empresa de propiedad china Nexperia. Ahora ha tenido que retroceder, porque la medida provocó el bloqueo del suministro clave de chips para la industria internacional de automóviles.
La desindustrialización en Europa se ha acelerado con la demente abandono de la barata y segura energía rusa. La industria alemana de manufacturas, que es 21% de la economía nacional, paga tres veces más ahora por su energía que sus competidores norteamericanos. Desde 2020, este sector en Alemania ha perdido más de 250,000 empleos. De manera parecida que en Europa, la industria norteamericana de manufacturas está en declive. En 2020 la producción norteamericana de maquinaria industrial fue 41% menos que el promedio mundial. En 2021, el país ocupó solamente el octavo lugar en el mundo en densidad de robots industriales.
La revista norteamericana Fortune cita el jefe ejecutivo de la empresa automotriz Ford, "Estamos en problemas en nuestro país… Tenemos más de un millón de vacantes en empleos críticos, servicios de emergencia, camiones, trabajadores de fábricas, plomeros, electricistas y comerciantes. Es algo muy serio.” Tampoco implica la significativa inversión extranjera directa en la economía norteamericana nueva actividad productiva porque casi toda esta inversión consiste en adquisiciones de empresas existentes. Estudios indican que más de la mitad de la pérdida en años recientes de millones empleos en el sector norteamericano de manufacturas resulta de la pérdida de participación en el mercado mundial.
En todos los países del Occidente colectivo, se proyecta una falta de ingresos fiscales precisamente en un momento que requiere mayor gasto social. Se proyecta mayor desempleo, mayor desigualdad, mayor descontento y mayores disturbios. Una sociedad exitosa habría planificado para garantizar un suministro energético seguro y barato, mayor inversión y mayor innovación en la industria y la energía, junto con adecuadas políticas sociales y fiscales. La soberbia y avaricia de las élites gobernantes norteamericanas y europeas está destruyendo la futura prosperidad de sus poblaciones, traicionando las esperanzas de su juventud y negando las legítimas aspiraciones de sus pueblos al trabajo, la paz y la seguridad.













