Venezuela posee riquezas que ningún país del continente tiene y que van desde petróleo en cantidades que pasan los 300 mil millones de barriles comprobados, más del 19% del crudo mundial, cuenca del Orinoco cargada con más de 279 mil millones de barriles, Lago de Maracaibo con reservas que superan la suma de México, Alemania, Italia, España y Colombia juntos, gas natural con 5.739 trillones de metros cúbicos, hierro con 14.605 millones de toneladas, oro con 161.2 toneladas métricas, coltán valorado en 100 mil millones de dólares, diamantes con 1.020 millones de quilates, carbón, aluminio, bauxita, cobre, níquel, torio, manganeso, feldespato, zinc, titanio, plata, uranio, mercurio, plomo, azufre, berilio, silicio, antimonio, estaño, cromo, potasio, caolín, cianita, pirita, magnesita, dolomita, mármol, yeso, sal, talco, mica, arcillas, fosfatos, arenas, calizas.

Una línea extensa que convierte al territorio venezolano en uno de los depósitos naturales más grandes de América Latina, además de 45 parques nacionales, 36 monumentos naturales, la cuenca del Caroní, los tepuyes, el Amazonas, el Salto Ángel, Los Roques, Morrocoy, playas, sabanas, desiertos, montañas, manglares, arrecifes, un país megadiverso con 1.418 aves, 360 anfibios, 405 reptiles, 2.000 peces, 380 mamíferos, 25.000 plantas (cifras referidas a especies registradas, no a individuos), cacao criollo y trinitario reconocido en Europa por su calidad, un territorio que por sí solo explica el interés de cualquier potencia.

Pero ahora a las aguas del Caribe, llega el Gerald R. Ford, el portaaviones más grande del mundo, con un peso de 100.000 toneladas, más de 335 metros de largo, 5.000 efectivos a bordo, acompañado por tres destructores capaces de lanzar misiles, un submarino nuclear de ataque operando en la misma zona, y una fuerza total que suma 15.000 militares estadounidenses en el Caribe, movimiento que comenzó cuando el Pentágono lo sacó del Mediterráneo tras una orden urgente del expresentador de Fox News hoy disfrazado de Secretario de Defensa Pete Hegseth, casi tres semanas de desplazamiento para posicionarlo frente a Venezuela, junto a ocho buques previos, con aviones F/A-18, helicópteros de vigilancia, sistemas de ataque, radares, misiles ESSM, CIWS, y más de 75 aeronaves entre cazas, apoyo y vigilancia, todo operativo para días de vuelo y aterrizaje inmediato, agrupado con destructores que pueden disparar misiles guiados y una presencia acumulada que no se miraba en décadas.

Los datos que manejamos de fuentes militares registran que desde septiembre han realizado 19 ataques en el Caribe y el Pacífico, 76 muertos, embarcaciones señaladas como parte del narcotráfico sin una sola prueba presentada, sin que mostraran qué llevaban, sin identificación clara de quienes iban a bordo, lo que provocó que el mismo Reino Unido retirara su cooperación de inteligencia para evitar verse involucrado en acciones que considera ilegales, operaciones que la ONU ha descrito como ejecuciones extrajudiciales y violaciones al derecho internacional,  exhibiéndose una ruptura que dejó en evidencia la tensión entre aliados, pero que aun así no frenó el avance militar de Estados Unidos, que sigue sosteniendo la narrativa del narcotráfico. 

Mientras sube la acumulación de tropas, con parte de los soldados en tierra en Puerto Rico y otra cantidad distribuida en la flota, integrada por los buques que navegan en la zona, los destructores que acompañan al portaaviones, las unidades aéreas que despegan y aterrizan a diario, lo que desde mi punto de vista es una maniobra cobarde que mantiene la presión y la amenaza sobre Caracas. Mientras en Miraflores el líder bolivariano, Compañero Nicolás Maduro, se mantiene digno, valiente, pero con la denuncia en la boca al desnudar que detrás de ese pretexto está el interés de robarse los recursos naturales, ricos y abundantes, que posee Venezuela y que pertenecen a su pueblo.

Desde ese punto el mundo entero es testigo de cómo la presencia militar encabezada por el Gerald R. Ford, convertido en el pirata del Caribe de estos tiempos, avanza con la intención de quedarse con lo que al imperio no le pertenece, una fuerza bélica agresora que sigue mostrando un patrón de siempre, que Estados Unidos es el enemigo de los pueblos y que siempre está detrás de los recursos ajenos.

En este mismo contexto entra la Alianza Bolivariana con un comunicado que expone la escalada de declaraciones hostiles emitidas desde funcionarios estadounidenses y advierte que si ese discurso avanza hacia un movimiento militar, El Caribe completo podría quedar atrapado en una desestabilización regional sin precedentes, con impacto inmediato en la vida política, económica y social de América Latina. 

El texto detalla cómo regresan falsedades, pretextos, maniobras psicológicas y mediáticas destinadas a armar un escenario que sirva de justificación para acciones de fuerza contra una nación soberana. También afirma que lo que sale desde Washington forma parte de la misma agenda intervencionista basada en la vieja doctrina aplicada durante décadas en la región, un expediente derrotado por el pueblo venezolano y rechazado por los países del entorno. La declaración remata con respaldo al pueblo y al gobierno de Venezuela y con la denuncia de la campaña de agresión y desinformación que acompaña el despliegue militar, recordando que los pueblos de la zona no caerán en amenazas chuecas ni en los discursos que buscan abrir el camino a una intervención.

Recordemos que los piratas de los siglos pasados navegaban para apropiarse de tesoro, botín, cargamentos y riquezas ajenas, asaltaban ciudades costeras, interceptaban flotas, saqueaban puertos y se movían entre la violencia, el robo y el dominio del mar, desde los bucaneros de Tortuga hasta los corsarios de Port Royal que actuaban con patentes oficiales, y entre ellos destacó Henry Morgan, el galés que tomó Portobelo en un ataque nocturno y que usó civiles como escudos, arrasó Maracaibo y entró a Panamá tras cruzar el istmo a pie. 

Esa figura histórica convive con la versión de Hollywood encarnada en Jack Sparrow, protagonista de las películas Piratas del Caribe, un capitán envuelto en engaños y aventuras ficticias, pero hoy el internet y las noticias al instante permiten ver a un nuevo pirata en tiempo real, Trump, el que entra en escena con portaaviones, destructores, helicópteros, submarinos y tropas desplegadas, el que se asoma con movimientos militares que avanzan sobre lo que no nace en su territorio, el que aparece como el pirata de este siglo en unas aguas que antes eran calmas pero que hoy, en la era del loco Trump, se volvieron aguas de tensiones, maniobras y amenazas orientadas al mismo fin, el robo de los recursos naturales que pertenecen a Venezuela.

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