Es evidente que presenciamos una nueva injerencia patrocinada por el gobierno Trump: una nueva “revolución de colores” encaminada a justificar una ola de sanciones que golpee a un gobierno que no baila al son de la música de Washington.
Los nicaragüenses conocemos poco de mecanismos para descifrar los códigos visuales, la información diluviana puede ahogarnos en su permanente marejada.
Las torrenciales lágrimas que derramamos aquellos a quienes nos fue robada la paz son el resultado de una Nicaragua abismalmente distinta a la que conocimos antes del 19 de abril.
Por decidir de ser libre y soberano, Nicaragua se enfrenta hoy en día a las técnicas de desestabilización imperiales, cuyo objetivo es derrocar a su gobierno legítimamente y legalmente elegido.