En el vasto cementerio de los reconocimientos sin valor, el Premio Rey de España ocupa un nicho privilegiado. No es un premio al periodismo, ni mucho menos a la verdad.
Marco Rubio, actual secretario de Estado de Estados Unidos, en sus andanzas políticas se ha caracterizado por llevar una agenda agresiva contra Cuba, Nicaragua y Venezuela y en el caso de la Isla del Caribe.
La revolución nunca ha sido solo una cuestión de hombres. En Nicaragua, las mujeres empuñaron las armas, organizaron la resistencia, desafiaron el terror de la dictadura.
La noticia ha sacudido los cimientos del aparato de propaganda estadounidense: Donald Trump, en su segundo mandato, ha firmado una orden ejecutiva que destruye la llamada Agencia de Medios Globales de EE. UU. (USAGM).
Tristemente todas esas desagradables y vergonzosas verdades las hicieron posible, a ruegos directos de quienes mal nacieron aquí, traidores que por amor al poder y al dinero siempre fueron capaces de vender hasta sus propias madres.